Los ruidos de la negociación

Lun, 04/02/2013 - 01:01
Las partes tienen que entenderlo. Aún si la negociación entre Gobierno y Guerrilla se adelantase en medio de un cese al fuego, los ruidos y las presiones s

Las partes tienen que entenderlo. Aún si la negociación entre Gobierno y Guerrilla se adelantase en medio de un cese al fuego, los ruidos y las presiones serían inevitables.  Porque desarmar un conflicto de medio siglo de duración no resulta sencillo. No es como “soplar y hacer botellas”. La clave está en tener convicción y claridad del puerto de llegada sin desviarse por cuenta de provocaciones y equivocaciones de lado y lado.

Por estos días el optimismo que rodea el proceso está lacerado. Y sus opositores alebrestados por los hechos de violencia que han hecho gala de un oportunismo sin límites éticos ni reatos morales. Y hasta el gobierno, presionado por el uribismo, ha “olvidado” que decidió negociar en medio del conflicto. Y que no está negociando con “damitas” de la caridad. Que del otro lado de la mesa en La Habana hay una organización armada que pretende representar un proyecto político. Que las FARC ofrecieron una tregua unilateral que culminó el pasado 20 de enero. Y que es común que un ejército irregular haga demostraciones de fuerza para mejorar su capacidad negociadora. Las FARC tienen parcialmente razón cuando aducen que un policía o soldado retenido por sus fuerzas en medio de una refriega militar no es un secuestrado. Que las normas internacionales los califica “prisioneros de guerra”. Pero “olvidan” que el DIH les exige un trato humanitario que no garantizaron con los militares y policías que infamemente tuvieron en cautiverio por más de 10 años. Y que esas normas tampoco alcanzan para  justificar el secuestro de civiles. Ni para legitimar atentados a la infraestructura vial o de servicios públicos que afectan a la población civil. Ni los artefactos explosivos colocados cerca a escuelas, hospitales o centros urbanos. Pero aún si las FARC respetaran los límites humanitarios, el ruido de sus actividades bélicas es mortal para las negociaciones en curso. La tolerancia de la sociedad a sus actividades tiende a cero. Pone contra las cuerdas al gobierno que se ve obligado a hablar duro, ante un Uribe, que acompañado de sus áulicos del autodenominado “Centro Democrático”, no desaprovecha oportunidad para replicar su discurso de los  tiempos del Caguan en su recién lanzada campaña “por la reconquista del poder”. Las FARC deberían enterarse del favor que le hacen al patrón del Ubérrimo con sus ataques, atentados y secuestros. Y por “egoísmo inteligente”, también del daño que le hacen a un proceso de paz del que dependen para su supervivencia política. Como muchos, he creído que el Gobierno tiene razón cuando adelanta la negociación en medio de las hostilidades. Que sería un desperdicio someter las conversaciones de La Habana a acordar un cese al fuego, mientras se pierde tiempo para discutir los asuntos esenciales que nos conduzcan al desarme de las guerrillas y su salto a la lucha política.  Pero bastante ayudaría que las FARC ofrecieran gestos de paz. Les corresponde hacer ese gasto. Y al Gobierno, así su margen de maniobra se estreche, no desviarse del camino de la paz negociada. Y acelerar la agenda, a pesar de los ruidos. @antoniosanguino
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