Lucho por la paz

Sáb, 25/08/2012 - 09:01
Se necesitó que el presidente Juan Manuel Santos se desplomara en las encuestas; que se le estallara en las narices la abortada reforma a la Justicia, en la que tuvo que asumir una actitud pilatuna d
Se necesitó que el presidente Juan Manuel Santos se desplomara en las encuestas; que se le estallara en las narices la abortada reforma a la Justicia, en la que tuvo que asumir una actitud pilatuna de última hora; y que las mayorías en el Congreso se le voltearan, como sucedió con la elección del magistrado de la Corte Constitucional y del Defensor del Pueblo, para que el Gobierno se enterara de que estaba haciendo agua. Para que se diera cuenta por fin de que debe asumir ahora y de frente su propia agenda, y que ante el conteo regresivo no hay tiempo ni siquiera para seguir cuidando huevitos ajenos. La aparentemente rutinaria crisis ministerial del presidente Santos deja ver lo que muchos veían venir, pero que debido al malabarismo que ejerce en medio de ese híbrido viviente entre la era Uribe y la post Uribe, se aplazaba cada vez más: el viraje total del gobierno Santos hacia la búsqueda de la paz. Esta decisión, en la casa de Nariño, se sabía que llegaría tarde o temprano. Era la consecuencia de la distancia que poco a poco ha asumido Santos frente al temperamento camorrero de su antecesor, pero sobre todo de que en esencia es la fractura entre las concepciones filosóficas que encarnan. Por eso ya pueden salir a cantar sentencias fatalistas con frases como ¨se los advertí¨, ¨Santos es un traidor¨, ¨va a negociar con el terrorismo¨. Justamente lo que lo que algunos derechistas temían que se destapara era lo que muchos otros esperaban ansiosamente. El caso es que para el presidente Santos son más los que lo celebran así sean más bulliciosos los que lo critican. Santos no solo ha marcado distancia de su antecesor, en el estilo de enfrentar al contradictor, en la forma de entender el conflicto y en el tono de peleador callejero de su nuevo peor enemigo, sino que por haberse deslindado de ese ánimo belicoso ha terminado cada vez más abierto a las salidas negociadas del camino hacia la paz. Puede que aún sea vergonzante, que quiera ser diplomático o que no pretenda confrontar todavía a muchos de los integrantes de ese partido de la U que lo eligió pero que nadie ignora que llegará el momento en que volará en átomos por cuenta de la polarización Santos-Uribe. Pero es un hecho que después de sondeos con expertos, charlas con expresidentes y conversaciones con liberales de todas las vertientes, ha decidido irse lanza en ristre a por la paz, como dirían los españoles. Lástima que el remezón se anuncia en momentos en que la popularidad de Santos no está en niveles de tranquilidad para pensar en su reelección y en medio de la rebotada del Congreso con sus nuevas mayorías conservadoras, lo que le resta un poco de credibilidad a su talante liberal, a su vocación unificadora del Partido Liberal y a su comprensión del conflicto. Santos, aunque durante mucho tiempo no haya parecido, cree firmemente en que la paz se debe negociar. Otra cosa distinta es que el Presidente sabe que la derrota militar es un propósito en la guerra y que no hay que bajar la guardia en el combate contra la insurgencia, aún esté dispuesta a negociar. No es para enorgullecerse del Santos uribista pero si hay que alegrarse de que ahora piense distinto. Y si para muchos uribistas o incluso para Daniel Coronell, es un traidor, hoy para los colombianos no comprometidos con los actores de la violencia es más bien un converso. O incluso para no ser tan generosos resulta mejor para la democracia verlo como un exoportunista con Uribe, que una vez cogió el mando empezó a quitarse las ataduras de su exjefe y pudo retomar su visión pacifista, su espíritu democrático y su pragmatismo conciliador. Santos no va a dejar de respirarle en la nuca a Timochenco, pero no va a cerrar la llave de la paz. Ya se metió de frente en ese camino que se parece más a su esencia. Y ya son pocas las amarras que el quedan con su anterior chalán. Por eso su gabinete va a ser nombrado con lupa y ya lo mostró con el ministro de Hacienda. Mauricio Cárdenas es la visión social y menos ortodoxa de la economía, flexibilidad que necesita para un gabinete con miras a la paz. Pero si hay algo en lo que acierta es en llevarse a Lucho Garzón para que haga la mediación que haya que hacer desde el cargo que tenga tener con la insurgencia. Lucho es hombre de paz, conoce la izquierda como la palma de su mano, sabe que la extrema izquierda no quiere renunciar a sus vicios, pero también sabe que no tiene salida. Lucho sabe que los colombianos acompañarán al presidente Santos, que se ha ganado la confianza de muchos colombianos por haberse deslindado de Uribe y de su concepción militarista del conflicto, a dialogar seriamente y sin conejos con la guerrilla. Pero también sabe que al Presidente no le va a temblar la mano si los alzados en armas no muestran voluntad sincera de renunciar al camino violento si de transformaciones sociales quieren seguir hablando. Lucho sabe que el camino es culebrero pero que aún existe. El es un magnífico componedor y comprende desde las dos orillas el conflicto colombiano. Tal vez lo único que habría que recomendarle, para que haga además juego con Santos es absoluta discreción. No hay lugar a chistes para titulares. Menos a tomarse un traguito para hablar de temas tan espinosos. Bienvenido Lucho a la lucha por la paz. Si no había camino habrá que hacerlo ahora al andar. Y sobre todo recordar que nunca se ha de volver a las épocas del Caguán. Porque eso sí le daría argumentos a las concepciones uribistas sobre la guerra y la paz. Tal vez donde se va anotar el vacío de Lucho es en el Partido Verde, en donde no se puede negar que ha cumplido un papel armonizador. Ojalá su olfato lo lleve no a proponer a su hijo, que eso suena a nepotismo, sino a Alfonso Prada, que pasa por su mejor momento porque siendo peñalosista triple A está mucho más cerca de Santos que de Uribe y genera confianza para que por lo menos los antanistas vuelvan a sentir que el verde germina ya.
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