Maduro quiere socialismo siglo XXI en Colombia

Jue, 09/05/2013 - 05:38
Las posiciones del Gobierno, a raíz de los acontecimientos en Venezuela, son una cadena de errores que debilitan principios cuya defensa ha caracteri
Las posiciones del Gobierno, a raíz de los acontecimientos en Venezuela, son una cadena de errores que debilitan principios cuya defensa ha caracterizado las actuaciones de Colombia en sus relaciones hemisféricas , y ponen en peligro asuntos fundamentales para el país.  Y, lo que resulta aún más preocupante, es que se han adoptado con la ingenua creencia de que servirán para garantizar la ayuda de la nueva administración venezolana al supuesto éxito de las conversaciones en La Habana.  Ese espejismo está haciendo incurrir al Presidente Santos en equivocaciones que no pueden ser mayores.  La defensa de los intereses nacionales obliga a tener en cuenta que la prioridad del chavismo es el fortalecimiento del socialismo siglo XXI en nuestro continente.  El inspirador de ese proyecto político no pensó solamente en términos locales. Actuó con visión regional y acarició la idea de jugar un papel protagónico a nivel global.  Por esa razón cultivó vínculos con regímenes desafectos a los Estados Unidos y no ahorró gestos ni esfuerzos para promover alianzas dirigidas a reconstruir un bloque a imagen y semejanza de lo ocurrido en la extinta guerra fría.  Sería necio desconocer que Chávez logró tener algunos avances.  Consiguió debilitar la institucionalidad hemisférica,  que se ha edificado con tanto esfuerzo, para construir una nueva arquitectura paralela. ALBA, UNASUR y CELAC son los nuevos protagonistas, al tiempo que desapareció el Grupo de Rio y muchos empiezan a ver la OEA como un cadáver insepulto, mirada contra la que debemos alzar nuestra voz.  Nadie puede llamarse a engaños.  Los herederos de quien se veía como la reencarnación de Bolívar, entendía que su misión histórica era concluir la tarea de la revolución iniciada por Fidel Castro, miraba con admiración los proyectos de los viejos dictadores militares nacionalistas y había recibido lecciones de marxismo desde su juventud, no van a descansar.  Maduro actúa como el primogénito. En sus manos quedó la responsabilidad de continuar liderando el proyecto que concibió el fallecido Presidente y desde un principio está obrando con el mesianismo peligroso de quien se cree predestinado a culminar una tarea histórica.  Es con esa visión que se aproxima a las relaciones entre Colombia y Venezuela.  El delfín de Chávez es el continuador de una tarea que, para obtener nuevos triunfos, necesita avances políticos en nuestro país a fin de consolidar, a lo largo y ancho del continente, el legado ideológico de su mentor.  Por esa razón le han servido y le siguen sirviendo de retaguardia a las FARC.  Que nadie crea que sus designios frente a las conversaciones en Cuba tienen como finalidad la paz en nuestro suelo.  Lo que quiere el nuevo comandante es cumplirle a su jefe, demostrarle a todo el mundo que tiene tanto liderazgo como su modelo, llevar el socialismo siglo XXI a todos los rincones del hemisferio y conseguir que organizaciones afectas a ese proyecto, las FARC, por ejemplo, con armas ilegales o sin ellas, se fortalezcan en Colombia.  Si no fuera así, desde hace mucho tiempo,  cumpliendo con las obligaciones que tiene Venezuela como miembro de la ONU, en materia de lucha contra el terrorismo, habría actuado de común acuerdo con nuestras autoridades para impedir que esa organización tenga cobijo en su territorio y actúe desde allá contra las instituciones colombianas.  En este orden de ideas, reconocer el triunfo de Maduro precipitadamente, toda vez que en ese momento existían las mismas dudas que subsisten hoy, seguir haciéndole el juego en UNASUR a un resultado cuya legitimidad está en entredicho, y no haber protestado en forma inmediata con motivo de las calumnias delirantes contra el ex presidente Uribe, son errores diplomáticos y políticos lamentables.  De esa manera se ha permitido el debilitamiento de nuestro apego a los objetivos de la OEA y a la carta democrática interamericana, se ha roto la tradición según la cual la política exterior no es partidista si no nacional, y se le está facilitando a Maduro que le abra espacios en Colombia al antidemocrático socialismo siglo XXI.
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