Preguntado por estudiantes sobre si el desmonte de los parafiscales que propone el gobierno en el proyecto de reforma tributaria, se basaba en un estudio, el director de la DIAN, no tuvo problema en contestar que no (…) que el tiempo que requiere un estudio técnico de esos es enorme. Que él tenía muy poquito tiempo y que “como a mí me da mamera hacer esa modulación porque es muy compleja, muy larga, le doy una garantía que me garantiza (sic) que no tengo ningún problema.” Su explicación posterior sobre lo dicho fue todavía peor.
Los colombianos deberían entender que el asunto no es de poca monta. Pero como suele suceder, en nuestro contexto entreverado, unos sucesos echan tierra a otros que también son importantes (benditos medios): el fallo de la Corte de La Haya; el inicio de las negociaciones de paz; el abuso fraudulento de Interbolsa, y las referencias anales del Senador Gerlein, hicieron pasar de agache las liviandades de este funcionario.
En otro país, las declaraciones irresponsables de Juan Ricardo Ortega dadas a conocer la semana antepasada, no sólo cobrarían su puesto sino que lo proscribirían profesionalmente de ahí en adelante. No debería ser de otra manera, pues la confianza sobre su gestión inmediatamente se cae. Como, consiguientemente, tiene que caerse la del articulado de reforma tributaria propuesto por el gobierno. Amén de las críticas sobre la persistencia del proyecto en gravar más al trabajo que al capital, la desnudada técnica de Ortega otorga más razones a los estudiosos que han salido a plantear sus dudas sobre la garantía de aspectos como: el millón de empleos que con el desmonte de los parafiscales las empresas generarían, según aspiración del gobierno (cosa planteada como incierta por Ortega en las mismas declaraciones); la supervivencia del ICBF y del SENA con recursos provenientes del impuesto a la equidad más transferencias del presupuesto nacional, fórmula que reemplazaría a los que se obtienen de los parafiscales; los recursos requeridos para la salud y la eficiencia del esquema de IVA propuesto frente al que está vigente. Desde que fue presentado al Congreso el proyecto de reforma tributaria, Santos y su Ministro de Hacienda repican y repican sobre sus bondades. Lo hacen en medios y otros escenarios. Bondades que tras las verdades reveladas por Ortega quedan sin respaldo. Los colombianos deberían reclamarles por su falta de seriedad. ¿En cuántas otras problemáticas determinantes de la vida de la comunidad procederán de la misma manera? Es así como actúan nuestros gobiernos. Se ha sabido siempre. Como ‘el gobierno del chamboneo’ se recuerda uno presidido en la década del 70 por un ‘estadista’ muy reconocido. Es nuestra realidad. Estamos en Colombia, donde por virtud del amiguismo y otras distorsiones de valor, unos señores resultan catapultados como los más idóneos para ocupar los cargos más importantes en las instituciones. Como alguna vez dijo Serrat: ‘Nueve de cada diez, estrellas no son’.
