Ortorexia

Mié, 18/04/2012 - 09:01
 Mi mejor amigo ha sufrido alguna isquemia miocárdica que hasta donde sé no ha llegado a infarto, en otras palabras ha tenido dolor tipo angina y otras molestias sin

 Mi mejor amigo ha sufrido alguna isquemia miocárdica que hasta donde sé no ha llegado a infarto, en otras palabras ha tenido dolor tipo angina y otras molestias sin necrosis significante del músculo cardíaco. Esto ha ameritado que le coloquen dos stents en sus coronarias. Pero mi buen amigo, quien no fuma, tiene historia familiar clara de infarto y se ha comprometido en un riguroso programa de ejercicio y dieta. Está hoy en excelente estado de salud pero lo que nos preocupa a algunos es la dieta. Es un magnífico anfitrión y almorzar en su casa era un gran placer largo. Temo haber perdido esos domingos. No puedo ser egoísta porque me ha acompañado como colega en momentos críticos y hasta me salvó la vida en alguna ocasión (él lo sabe) pero lo añoraré como gourmand. Lo otro que compartimos son largas conversaciones y cordiales desacuerdos, por eso creo que se irritaría mucho si le digo que sufre de ortorexia.

La ortorexia es una condición que aún no ha sido aceptada como trastorno alimentario (sería compañera de la anorexia, la bulimia y otras) por la mayoría de los investigadores. De hecho parece que no será incluida en el DSM V, Quinta edición del Manual de Diagnósticos Psiquiátricos, que saldrá en el 2013 si los expertos en salud mental se ponen de acuerdo. Ese manual es la lista oficial de enfermedades psiquiátricas y no estar allí es aceptar que la condición o conducta no es patológica. Del Manual salió hace años, por ejemplo, la homosexualidad. En resumen, hasta ahora la ortorexia no es enfermedad.

¿En qué consiste la ortorexia? Es la obsesión enfermiza con estrictas dietas consideradas correctas. Típicamente la persona que sufre esa condición compra libros sobre alimentación sana, piensa todo el día en lo que puede comer o no, hace lista detallada de nutrientes permitidos y se llena de remordimientos si ingiere algún alimento prohibido. Frecuentemente critican o desprecian a quienes no siguen su dieta ortoréxica. Además, añadiría yo, intentan convencer repetidamente a otras personas de lo insalubre de sus hábitos nutricionales. Parece ser algo inofensivo y hasta beneficioso pues todos debemos ser más conscientes de lo que comemos. Pero algunos expertos llaman la atención sobre dos peligros.

Primero, la obsesión con ciertos alimentos puede ser el primer síntoma de una anorexia nervosa que es una enfermedad grave. Hay que poner atención a esta conducta sobre todo en mujeres adolescentes.

Segundo, las dietas ortoréxicas pueden llevar a malnutrición con deficiencia de oligoelementos (por ejemplo hierro) y vitaminas (por ejemplos las del grupo B). Una colega me contó hace algún tiempo que era vegetariana estricta desde hace varios años por razones espirituales, absolutamente respetables, pero estaba preocupada por dolores y sensaciones vagas en las piernas y ciertas lesiones en la piel. Me mostró las lesiones cutáneas y a mí me parecieron, sin ser dermatólogo, propias de una pelagra. La pelagra, “piel áspera”, es una enfermedad infrecuente en la actualidad causada por deficiencia de niacina (vitamina B3) o por una dieta dependiente de maíz. Es interesante que los antiguos pobladores de Mesoamérica quienes domesticaron el maíz en tiempos precolombinos usaban cal o ceniza en su preparación, como los pueblos centroamericanos hoy, y esto libera niacina del grano e impide su deficiencia en la dieta. En todo caso dietas vegetarianas estrictas como la mayoría de las seguidas en regímenes ortoréxicos podrían causar deficiencia de ciertos nutrientes y vitaminas.

La ortorexia se fundamenta en la creencia que existe una dieta humana correcta, saludable, prescrita por Dios o la naturaleza (“Deus sive natura” diría Spinoza como lo he citado en una anterior columna). Y esto es discutible. Si aceptamos el contexto biológico de la evolución nuestros “parientes” más cercanos, chimpancés y monos superiores, no son estrictamente vegetarianos ni habitualmente carnívoros. Más bien son omnívoros y comen lo que tienen a mano, sobre todo en caso de necesidad. Es cierto que el hombre moderno se nutre en exceso de proteínas animales y carbohidratos refinados y haríamos bien en reducir este tipo de alimentos. Pero no podemos volver esto una norma restrictiva, una ortorexia, algo parecido a una estricta religión nutritiva natural.

La fuerza de estas creencias dietéticas radica en el deseo utópico de prevenir muchas o todas las enfermedades. A pesar que la medicina moderna ha insistido en la prevención no podemos esperar evitar todas las enfermedades a punta de dieta. Quizás, y a muchos no le gustará esta afirmación, hemos exagerado la capacidad y poder de la medicina preventiva. La gran autoridad en medicina de evidencia, David Sackett, escribió hace diez años (CMAJ August 20, 2002 vol. 167 no. 4) un artículo cuyo solo título es acertado y provocador: “La arrogancia de la medicina preventiva”. Dice Sackett que ella ha pecado de agresiva, presuntuosa y prepotente. Los mismos defectos tienen muchas dietas estrictas. Cuidado pues con la ortorexia.

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