Pataleta por la paz

Mié, 26/09/2012 - 00:33
Desde que el presidente Juan Manuel Santos anunció con bombos y platillos los acercamientos de paz con las Farc parece que quedó rotundamente prohibido hablar, rumorar, suponer, proponer y sugerir a
Desde que el presidente Juan Manuel Santos anunció con bombos y platillos los acercamientos de paz con las Farc parece que quedó rotundamente prohibido hablar, rumorar, suponer, proponer y sugerir algo relacionado con el proceso de paz. Quien lo haga puede ser visto como un ser despreciable, egoísta, cruel e inhumano. Por lo menos ese es el mensaje público que han manifestado algunos por estos días. Como quien dice, en resumidas cuentas, de víctimas todos pasamos a victimarios. Cuidadito, con decir o atreverse a decir que los señores comandantes de las Farc son terroristas, aunque lo dicen los organismos internacionales. Chitón todo el mundo. Ahora estamos en la búsqueda de la paz y ni siquiera las víctimas pueden reclamar sus derechos, porque pueden salir doblemente mal libradas ante esa misma situación. Este último grupo de la sociedad, afectado por los delitos cometidos por los señores de esa organización criminal, es el que debería tener un espacio en la mesa de negociaciones para aclarar lo sucedido con sus familiares. Por ejemplo, en el caso de los secuestrados que llevan más de una década en cautiverio y algunos desde el año 2000 cuando Jorge Briceño, alias el Mono Jojoy, amenazó con la ridículamente llamada ley de tributación número 002. No ha pasado ni un mes desde que fue oficializada la noticia del proceso y ¡oh casualidad!, salieron intempestivamente de dos importantes medios de comunicación dos líderes de opinión: Francisco Santos y José Obdulio Gaviria, ambos cercanos al expresidente Álvaro Uribe. Dejando a un lado su cuna o intereses políticos, parecer ser que a los dos por igual les habrían pasado una cuenta de cobro anticipada, al creerlos enemigos de la paz. ¿Quién seguirá? ¿Quién será el próximo colombiano que se atreva a decir algo y resulte crucificado? Por ejemplo, el periodista Herbin Hoyos que bastante ha luchado por los secuestrados en este país, salió insultado hace poco en las redes virtuales, esta vez no por los que están de acuerdo con el proceso de paz, sino por quienes lo atacan. Cuidadito también si dicen algo los que están a favor de la paz. Aquí parece que hay que pedirle permiso a más de uno para trabajar por el bien de la patria. Hagámonos pasito todos, comencemos primero dando ejemplo a quienes empuñan las armas y pongámonos en los zapatos de quienes han sufrido en carne propia esta guerra que completa cinco décadas. Resulta fácil hablar de paz desde el escritorio o desde el país vecino, o desde la misma Bogotá, cuando no se ha vivido de cerca, siquiera la situación. La realidad en las regiones es otra, ciudadanos atropellados por la insurgencia, esa realidad diciente, evidente y salta a la vista. Hablar de Paz es Fácil, pero aterrizar el concepto a la realidad de Colombia es Complejo, no se trata de la alternativa Guerra o Paz, pues en el pasado se eligieron políticas más pacifistas que guerreristas, como la política de la defensa y seguridad nacional, legítima y palpable cuando de insurgencia se trata. Hoy hablar de paz no basta con prometer a los cabecillas casa, carro y beca en el exterior, y a los que les interese habilitación de derechos políticos para muy seguramente estar en cargos de elección popular. Lo esencial es la gran necesidad de humanizar nuestra tragedia, darle condiciones a los desmovilizados de trabajar en algo diferente a jalar un gatillo, emplearlos para ampliar nuestra infraestructura, darles recursos de sostenimiento etc. La paz cuesta y tal vez más que la defensa o quienes llaman la guerra, los costos socio-culturales son altos, imaginemos el contexto de minimalismo punitivo, y alta impunidad; ello sin escuelas de cultura cívica y social para resocializar a los desmovilizados es un saludo a la bandera, por eso hay muchos críticos constructivos de este proceso no por ser enemigos de la paz, si no ortodoxos con la improvisación. Un ejemplo vivo de lo que puede mover todo esto es lo sucedido la semana pasada. El presidente Hugo Chávez, que aspira nuevamente por la presidencia en su país, hizo al parecer “tremenda pataleta” porque el presidente Santos recibió a su contendor, Henrique Capriles. ¿Qué tiene eso de malo? ¿Acaso no tienen los gobiernos de América Latina que estar al compás de una democracia moderna y mejor? Bueno, por cuenta del gesto amable de Santos casi se desbaratan las relaciones con el nuevo mejor amigo, la situación fue tan tensa que el presidente Santos muy temprano el sábado expresó su posición imparcial en el proceso electoral de Venezuela, lo cual no creemos que haya tranquilizado en nada a Chávez Frías, pues Santos ya le tenía remplazo a su nuevo mejor amigo. Lo único cierto es que para hablar de paz se necesita mucho en el contexto y las cartas abiertas a la ciudadanía, no vetos a los medios de comunicación, y exagerados altos niveles de transparencia. Twitter: @g_rodriguezm
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