Petro y el poder aguas arriba

Vie, 05/10/2012 - 00:31
De la noche a la mañana los pueblos de Cundinamarca quedaron a expensas de la voluntad y el capricho del alcalde de Bogotá, Gustavo Petro. El gerente del acueducto, Diego Bravo, por supuesto con su
De la noche a la mañana los pueblos de Cundinamarca quedaron a expensas de la voluntad y el capricho del alcalde de Bogotá, Gustavo Petro. El gerente del acueducto, Diego Bravo, por supuesto con su aval se inventó que no le iban a vender más agua en bloque a los pueblos de la Sabana. Con un novedoso argumento disfrazado de altruista que pretende desestimular la urbanización desordenada en las zonas rurales de Cundinamarca porque supuestamente genera contaminación en las fuentes del río Bogotá. Aunque de cierta efectividad mediática la propuesta de Petro no dejaba de sonar arbitraria. Hasta incoherente la encontró la periodista Cecilia Orozco que decidió  desempolvar un hecho ocurrido en 1997 cuando el propio Bravo le dio visto bueno a la construcción de una planta de tratamiento de aguas contaminadas con químicos, entre Villapinzón y Chocontá, justamente donde nace el río Bogotá, por el cual en el 2002, la Procuraduría le impuso una multa de casi nueve millones de esa época. Entre otras cosas, por haber cambiado los factores de evaluación de las ofertas durante la audiencia de adjudicación. En afán leguleyo la administración Petro dijo que la venta de agua en bloque no está amparada por la ley, por lo que la ciudad no tendría la obligación de vender agua a sus vecinos. Pero un concepto de la Superintendencia de Servicios Públicos domiciliarios sostiene que la venta de agua en bloque está establecida en el numeral 39.4 del Artículo 39 de la Ley 142 de 1994, la cual define el régimen de servicios públicos. El Distrito ignora también los estudios al respecto y desconoce una realidad según la cual esta empresa le vende hace 30 años el agua por bloques a Cundinamarca, por lo que recibe anualmente 25.000 millones de pesos. El tema no es de poca monta ya que el desarrollo de la Sabana no es del resorte de Petro y tanto la Superintendencia de Industria y Comercio como el Gobernador de Cundinamarca y el propio ministro de Vivienda, Germán Vargas Lleras le habían advertido que no se metiera en esos terrenos. Pero el Alcalde de Bogotá que pareciera querer ejercer el poder allende sus fronteras siguió adelante con sus medidas estrafalarias. Y como si jugara a Julio Verne y sus premonitorias aventuras se adelantó a lo que muchos definen como la guerra del futuro, la batalla por el control del agua. Y como las aguas mansas no son precisamente el escenario de Petro no le valen ni las multas que le acaba de imponer el saliente superintendente de Industria y Comercio, José Miguel de la Calle por ejercer una posición dominante. Esa acusación, en su caso, resulta casi un piropo. Eso es lo que le gusta, la posición de dominio. Su temperamento confrontacional, su sentido autoritario, denunciado hasta por los propios progresistas y su populismo desmedido, a más de su inocultable foco presidencial pueden más que su concepto sano de una Bogotá humana, hasta tal punto que no le preocupa que lo lleve a generar incluso una Cundinamarca inhumana. Quitar el agua a los pueblos de la Sabana parece más una intentona de someter toda una región comparable a la del sitio de que fue víctima Cartagena en el siglo antepasado por cuenta del Pacificador Pablo Morillo. Se sabe que para sus medidas entre populistas y humanas para con los pobres de Bogotá Petro necesita el agua. Hoy más de tres millones de personas de estratos bajos empezaron a recibir gratis seis metros cúbicos de agua al mes, lo que le cuesta a la Empresa 61.000 millones de pesos al año.  Y se sabe que quiere cumplir con su “revolución del agua”, que consiste desde sus conocimientos ambientales en que las ciudades deben ordenarse alrededor de los recursos naturales. Pero Petro se lleva por delante a los pobres de 16 municipios al creer que ataca a los grandes constructores, empresas y al propio gobierno, a quienes les cerró la llave por la que circula el 90 por ciento del agua potable de la Sabana, lo que hizo frenar decenas de proyectos de vivienda de interés social, fábricas e industrias que dan trabajo a los habitantes de esas poblaciones. Para combatir lo que a su juicio es un desarrollo depredador de la Sabana sacrifica cerca de 450.000 habitantes que se beneficiaban del agua potable. Y se le olvida que este es un derecho fundamental. Algunos analistas creen que lo que hay detrás de todo es un tufillo antielitista con ribetes de resentimiento social y de reivindicaciones clasistas. En clara alusión a Anapoima, donde la alta sociedad bogotana tiene sus casas de descanso dijo que no les va a vender agua a los condominios, casas campestres y clubes de golf. Y si se mira que la Coca Cola resulta ser una de las grandes perjudicadas después de la inversión millonaria que hizo en su embotelladora en Tocancipá y que La Bavaria SabMiller está amenazada con la suspensión del agua de la planta de Tibitó, se nota que Petro está golpeando certeramente a las multinacionales. Y eso tiene mucha taquilla en Cuidad Bolívar. Lo cierto es que Petro puede quedar con el agua al cuello con esta medida. El alcalde progresista se ha venido acostumbrando a ser un palo en la rueda en algunos temas y eso le puede haber funcionado cuando el Polo estaba para cucharas, pero ya ha comenzado a acumular descontentos. No solo en sus filas con la destemplada que se pegó frente a su concejal más ferviente, Angélica Lozano, o con la decepción de Carlos Vicente de Roux su concejal más coherente, que lo invitó a que le bajara a su tono camorrero, sino que se le crece la audiencia en las escalinatas del Palacio Liévano por sus medidas populistas que se llevan de calle el interés nacional, la prioridad urbanística y la cooperación armónica con los gobiernos departamental y nacional. Ojo porque tanto va el cántaro al agua que se le puede romper. Y ahí si no hay Santa Lucía que valga ni cachucha bacana que resista. Con la llegada de Gina Parody a la interlocución bogotana tiene que bajarle al tono sobrador y al estilo tremendista y de zozobra como lo califica De Roux. Porque con Gina respirándole en la nuca y con la bendición de Santos va a ser muy difícil que le marque la agenda a otros municipios.
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