Punto de quiebre

Mié, 13/01/2016 - 12:34
La farsa que hemos venido presenciando desde hace unos años con el sucio negocio de la venta de ISAGEN, llegó a extremos en los que se presentía un punto de quiebre. Y no pasó nada.

Si la gran
La farsa que hemos venido presenciando desde hace unos años con el sucio negocio de la venta de ISAGEN, llegó a extremos en los que se presentía un punto de quiebre. Y no pasó nada. Si la gran farsa, la del por demás sucio negocio de La Habana, no ha alcanzado el punto de inflexión, no es de extrañar que el de ISAGEN tampoco llegara hasta el quiebre que, en condiciones normales de un estado democrático, habría hecho estallar en pedacitos el sistema corrupto instaurado en un país. No lo alcanzó tampoco el robo de las elecciones presidenciales que habrían podido desatar una serie de eventos inesperados. Tampoco lo fue la entrega del Mar de San Andrés, como en su época no lo fue la entrega de Panamá. Estos y muchos otros procesos calamitosos propulsados por el nefasto gobierno de Juan Manuel Santos, no han alcanzado el punto de quiebre. ¿Por qué? Una posible respuesta es que no han tenido el empuje indispensable que les daría una reacción de parte de la sociedad. Podría poner como ejemplo el caso frecuente de los robos continuados en una empresa: por una parte, su ritmo cadencioso hace que el resorte se pueda estirar y estirar sin que haya ruptura, y por otra que para cada carga adicional debida a la continuidad a los robos, se acuda a un resorte distinto, lo que alivia la carga del que está siendo esforzado en un momento dado. Es decir, si ocurre lo de ISAGEN se aísla de lo que fue, por ejemplo, la entrega del Mar de San Andrés. Si se roban las elecciones parlamentarias, para el robo de las presidenciales inventan nuevos procedimientos como el de amedrentar al candidato opositor con la amenaza de llevar a prisión a su hijo. Y así la sociedad aguanta y aguanta. Esas son las estrategias de quienes llevan a los límites a una estructura social, manipulada desde la política, trayendo como resultado el convertir un resorte en una destemplada e inútil fibra de la que pueden colgar cargas y cargas cuando ha perdido su capacidad de resistencia. Así nos tienen en este momento. Los colombianos llevamos el peso de nefastas políticas porque ellas no han provocado el punto de quiebre debido a que nuestra capacidad de resistencia, aunque desgastada, las sostienen sin romper el sistema. Lo que puede ocurrir es que de una manera extraordinaria o mágica una tendencia o una idea se riegue como la pólvora e impulse una acción de la sociedad que permita cruzar el umbral. El escritor canadiense Malcom Gladwell, en su libro The Tipping Point, compara los efectos de algunas ideas con lo que ocurre con una epidemia en la que un solo portador de un virus puede ser quien la desate. Una idea puede desencadenar cambios sustanciales en millones de personas. Considero que los desastres de un gobierno por sí solos no acarrean su derrumbe. Son las ideas y los actos de las personas los que permiten alcanzar el punto de quiebre y llegar, como lo expresa Gladwell, a “ese momento mágico en que una idea, tendencia o conducta social cruza un umbral, se vuelca y se esparce como incendio forestal”.
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