Quinua: Alimento y Adaptación al Cambio Climático

Jue, 05/03/2015 - 12:00


En las montañas de los Andes Equinoccia
Quinua En las montañas de los Andes Equinocciales de Colombia, (así los llamó el geógrafo Alexander Von Humboldt y en reciente ensayo, el escritor William Ospina) se sigue sembrando la quinua en zonas de paramillo - en asocio con otras plantas, que le otorgan beneficios nutricionales y medicinales, según el vecindario de tomillo, albaca, romero, otras hierbas o frutas asociadas. El conocimiento ancestral de Pueblos indígenas del Cauca, de Nariño y especialmente en el Altiplano Cundiboyacense (los cultivos de quinua en Chocontá, Cajicá, Cota, Chía, Tenjo, La Calera, Usme dan buena cuenta de estos), se viene rescatando de las penumbras de la colonización española. Aquellos quisieron eliminar todo trazo de las culturas precolombinas, de su cocina, su politeísmo, su conocimiento ancestral sobre propiedades de plantas medicinales, su saber cultivar mezclando especies para hacer sinergias entre propiedades energéticas entre una variedad de especies locales. Con ese intento de la colonización de eliminar la cultura precolombina, se buscó afectar la cosmovisión de los Pueblos dueños del territorio, quienes desde tiempos inmemoriales han asociado a su cultura los dioses de la tierra, del agua, del aire, de la flora y fauna, del fuego  y las estrellas del universo, para vivir en armonía con la naturaleza. La quinua y sus variedades (más de 130 especies y en Bolivia muchas más), son claves en una política pública para el postconflicto: Este grano otorga al paramillo (territorio justo debajo del páramo) un uso agrícola de enorme importancia nutricional. Su cultivo se adapta maravillosamente a los pisos térmicos de la montaña Andina Equinoccial: No requiere casi agua, le conviene la niebla y el rocío de la madrugada, se adapta a suelos pobres y erosionados y sus habitantes tienen el “know-how” para aprovechar toda la planta. De hecho, ya existe una colcha de retazos en el paisaje rural con cultivos amarillos, morados y ocres que enriquecen el paisaje verde oscuro del paramillo. La quinua ya está generando empleo a familias campesinas, sobre todo a mujeres cabeza de familia, encargadas de la mesa y la salud familiar. De estos logros campesinos se habla poco y no figuran en los censos agrícolas. Ya existen posibilidades de negocios y de transformación de la quinua en recetas maravillosas, cremas y ungüentos terapéuticos, productos derivados que deberían ser incentivados por los Ministerios de Agricultura y de Ambiente (y  ojo con el ICA para que no atente contra la libertad de semillas nativas y no negocie patentes de quinua con ninguna multinacional!). La quinua, grano de vida de nuestros antepasados, es también una respuesta contemporánea a la soberanía y a la seguridad alimentaria en tiempos de crisis climática global. Ante el aumento de importaciones de arroz, maíz, frutas, carnes, quesos y tantos otros alimentos con contenidos transgénicos en las estanterías de grandes superficies comerciales (nocivos para la salud), la quinua se constituye en una de las opciones para recuperar lotes de tierras del paramillo andino, abrir posibilidades de emprendimiento familiar, valorar el conocimiento ancestral y las prácticas agrícolas de comunidades Indígenas tanto en medicina tradicional como en riqueza nutricional. Los cultivos de quinua son estratégicos para adelantar políticas de adaptación territorial al cambio climático en zonas de conflicto y evitar riesgos por usos productivos inapropiados a los suelos del paramillo. La vulnerabilidad climática depende en gran parte de usos inapropiados, que aunque sean buen negocio, atentan contra la conservación de los ecosistemas. Los cultivos de especies nativas permiten la infiltración de aguas en el subsuelo y las escorrentías que del páramo corren por gravedad hacia cultivos y huertas caseras, caseríos, poblados y ciudades. La quinua puede ser entonces una de las respuesta local a los riesgos que genera la reciente Resolución 2029 de diciembre 19 de 2014, dirigida a la Delimitación de Páramos de Santurbán-Berlin en Santander. Esta delimitación tiene la peculiaridad de permitir usos para la minería y será replicada en otros páramos y paramillos del país. La des-limitación natural de los páramos por una delimitación de escritorio, decretada recientemente por el Ministerio de Ambiente para insertar espacios de minería en la alta montaña, pone en peligro otros paramillos y otras opciones silvo-pastoriles  adaptadas a estos ecosistemas. Ahora el electorado exige que los próximos Alcaldes y Gobernadores deban tener mayor información y conocimiento sobre la diversidad ecológica, geográfica y geológica, y que su  interpretación sobre la distribución y uso de tierras sea determinante para los Planes de Ordenamiento Ambiental de Municipios y Gobernaciones. ¿Que tanto están informados los candidatos a Ediles, Concejales y Diputados de estas características ecológicas de los territorios que quieren gobernar? ¿Pasarían el examen? Ojalá que las propuestas de campañas políticas de todos los partidos, estén enfocadas al ordenamiento territorial de cuencas, páramos, paramillos y tierras bajas, en una visión de conjunto aterrizada, que beneficie en prioridad a comunidades campesinas marginadas de la globalización,  minifundistas, familias desplazadas por narcos, grupos armados y por presiones colonizadoras de las tierras bajas y fértiles. La promoción de cultivos y de la culinaria de la quinua pone el dedo en la llaga: poblaciones aisladas de centros urbanos, residentes en zonas escarpadas de alta montaña, no interconectadas y donde hay niños y ancianos con hambre. La Quinua es una propuesta de política ambiental para el postconflicto, para adelantar programas de alimentación en guarderías, colegios, escuelas públicas, restaurantes comunitarios, orfelinatos y ancianatos, y para la formación en alta cocina gourmet de Ediles, Concejales y Diputados. Si la política pública respeta y valora la culinaria ancestral de los Andes, podría priorizar los cultivos de quinua en zona de paramillo. Así habrá menos chance para que se siga metiendo la ganadería y la minería extractiva, y más oportunidades para preservar los bosques alto- andinos de monocultivos de papa y cebolla que consumen mucha agua y pesticidas. No se trata de impedirlos, se trata de saber manejarlos adecuadamente y tener un estricto monitoreo, poniendo límites para que no afecten bienes púbicos: el agua, el suelo, el paisaje. Se está gestando silenciosamente un cambio cultural y empresarial, ofreciendo alternativas nutricionales para la canasta familiar, tanto en el mercado regional, como nacional e internacional de la Quinua (o Suba). Los topónimos Suba, Subachoque, Ubaté, Ubalá, Ubaque, Pasca, sitios en lengua pre-chibcha) están re-descubriendo su relación estrecha con este cultivo. También existen emprendimientos de agricultura urbana, donde Resguardos Indígenas del Distrito Capital tienen huertas caseras y canales de comercialización en Tiendas Naturistas y Ferias Artesanales. La Quinua como cultivo adaptado al cambio climático nace, crece y se desarrolla en tierras pobres y erosionadas. Es resistente a las sequías y heladas, no requiere fertilizantes ni insecticidas, requiere poca agua y se reproduce con abundancia. Se adapta a los eventos extremos del clima. Pueblos indígenas del Cauca aún aprovechan la raíz, tallos, hojas, flores y frutos, siendo alimento, medicina y de múltiples usos industriales. El ejemplo de cultivos en el Resguardo Misak de La María en Piendamo, Cauca, y la comercialización en ferias artesanales en Bogotá, Cartagena, Medellín, y otras ciudades de Colombia, dan buena cuenta de este movimiento silencioso de la Quinua colombiana. KienyKe.com y Canal Capital, el Jardín Botánico José Celestino Mutis, FEDEQUINUA y el Resguardo MISAK de la María, en Piendamó, Cauca, invitan a todos los lectores a consumir este grano y a disfrutar de las mil recetas que se pueden lograr en la cocina! La emisión de Su Madre Naturaleza de Canal Capital del viernes 13 de marzo, 9 pm analiza los pros y riesgos de industrializar la quinua.
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