Recorriendo el camino, estación Venezuela

Sáb, 24/09/2016 - 06:36
“Enarbolar la paz como estrategia para ganar la guerra, difamar a quienes se interpongan, diseñar consignas pacifistas para que el ignorante las repita, justificar acciones violentas como reiv
“Enarbolar la paz como estrategia para ganar la guerra, difamar a quienes se interpongan, diseñar consignas pacifistas para que el ignorante las repita, justificar acciones violentas como reivindicaciones sociales, desvalorizar la patria y usar los pacifistas como escalón hacia el poder”, son pensamientos de Karl Marx o, hechos del gobierno Santos; en verdad hoy uno no podría distinguir. Así inevitablemente, Colombia recorre cegatona y engañada el camino del Marxismo, como en la primera etapa del duelo, vive una franca negación de realidades.Hábilmente explota Santos el mejor lado del colombiano de a pie: su nobleza y pasión; en una manguala perversa con los bandidos de las FARC, encubriendo las bellaquerías penosas, frutos de este Acuerdo Final. Quedará en la historia de los sensatos (no en la del Centro de Memoria Histórica, que los muestra como unos altruistas guerreros al servicio de la comunidad y Timo es el Robin Hood colombiano), que 6 mil 300 delincuentes arrinconaron a Colombia; obligaron a modificar la Constitución para beneficiarse sin límite alguno y, de contera, inmolaron el campo con una Reforma Agraria valorada en $70 billones que arruinará al país. También les perdonaron los crímenes más atroces y, de ñapa, los convirtieron en fuerza política impoluta, nutrida por capitales del narcotráfico, amnistiados de paso por el gobierno. Presentados ante medio mundo como luchadores sociales, poseedores de la verdad absoluta y generadores de pensamiento doctrinario. ¿Por obra de qué demonio se hipnotizó e indujo al país a aceptar semejante catástrofe y también a aplaudirla? Tan solo 7 mil bellacos, arrodillaron a 44 millones de colombianos; esas son las consecuencias de tener un títere feo y vanidoso en frente de un gobierno y no un estadista. Tras 52 años de guerra, el país no merecía rendirse, claudicar y abrir la puerta a nuevas peticiones desmedidas gestadas en los pensadores insurrectos de las bacrim, el ELN y demás patriotas del mal. De nada podrá quejarse la sociedad colombiana, o el ‘mamertismo borracho’ que impulsa el sí, con la ola de violencia a desatarse, pues han aceptado las razones y medios de las Farc como válidos, auspiciando la dictadura constitucional de una minoría que a nadie representa en este país. Este no es el fin de Las Farc. Esta es la obertura de una partitura de estricto cumplimiento; escrita en el Foro de Sao Paulo y aplicada con juicio y éxito en América latina.  Ecuador, Venezuela, Uruguay, Brasil, Bolivia, Nicaragua y otros, la escucharon; se embriagaron por un adormecedor discurso y eligieron a Chávez, Correa, Cristina, Dilma y Evo; y claro, hoy pagan las consecuencias. En los cálculos más optimistas del Secretariado, nunca estuvo acceder al poder tan pronto, gracias a Santos están a punto de lograrlo, el país sin leer e interpretar los acuerdos aplaude la victoria suprema de los victimarios, basta ver la última conferencia de las Farc, donde en medio de celebraciones, conciertos, tarimas, medios internacionales, vivas y alegría, proclamaban su victoria. La embriaguez de La Paz traerá una resaca (el papá de los guayabos) tenebrosa para al futuro. “Sabroso así”, decía un exgobernador del Cesar; a las Farc, además de que los convierten en ‘humanistas’, los hacen archimillonarios. Ustedes se imaginan, si sólo con 6 millones de dólares Samper se hizo Presidente de Colombia, con todo y los ‘torcíos’ comprobados en el Proceso 8000, qué no harán estos bandidos para hacerse elegir, si ‘papá Santos’ les endosa más de 50 o 100 millones de dólares; serán sin dudas el partido político más rico de América; si se pudiera, estuvieran haciéndole competencia a Demócratas y Republicanos en el país del Tío Sam.  ¡Nos fregamos! FARUK URRUTIA
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