Sangre sucia

Dom, 26/02/2012 - 04:01
Confieso que le tengo un pavor absoluto a la aguja hipodérmica. No me gusta que me saquen muestras de sangre, ni mucho menos que me pongan inyecciones. Las veces que p

Confieso que le tengo un pavor absoluto a la aguja hipodérmica. No me gusta que me saquen muestras de sangre, ni mucho menos que me pongan inyecciones. Las veces que por motivos de salud he tenido que soportar el chuzón, cierro los ojos, pienso en otra cosa y espero resignado el instante en que mi piel será atravesada por el fino y odiado punzón metálico.

Igual repulsión me genera ver sangre. Bueno, al menos sangre saliendo de mi cuerpo o del de otro ser humano. Me da impresión. La cabeza me da vueltas. Las piernas me tiemblan y me toca mentalizarme para contener arcadas que hacen presión desde la base de mi estómago.

Tal vez por estas dos razones nunca he donado sangre. A pesar de la tentadora oferta del jugo de cajita y el Chocoramo con el que recompensan a los gentiles donantes, jamás me recostaría en una camilla a esperar que drenen mi líquido vital durante treinta minutos eternos. Soy cobarde. No podría.

Pero ahora tengo un nuevo motivo para negarme a entregar una bolsa o 450 mililitros de esa rica mezcla de glóbulos blancos, rojos y plaquetas que recorre mis venas: las entidades que reciben donaciones de sangre discriminan. Lo hacen de frente, sin vergüenza, sin pudor.

Mire este listado tomado del Banco de Sangre de la Cruz Roja:

Sí, leyó bien. Uno de los impedimentos para donar sangre es “tener relaciones homosexuales o bisexuales”. ¿Y es que acaso hombres o mujeres homosexuales tienen la sangre diferente? ¿El hecho de ser una persona a quien le atraen sexualmente los dos sexos le mata los glóbulos blancos a una persona?

La restricción no la aplica únicamente la Cruz Roja, sino que en cualquier centro de donación de sangre le van a hacer la misma pregunta que, de entrada, es una flagrante violación a la intimidad. Es como si en una entrevista laboral le indagaran sobre el número de personas con quienes se acostó en el último año. ¿Acaso eso le va a quitar o poner algo?

Claro. Si miramos el asunto históricamente, hace algunos años la población homosexual podía ser la que presentaba la incidencia más alta de casos de enfermedades de transmisión sexual o de VIH. Sin embargo, las cosas han cambiado. Hoy un heterosexual es tan propenso de verse golpeado por una enfermedad de este tipo como un homosexual.

Lo que más me incomoda es que sean entidades reconocidas en el ámbito de la salud quienes ayudan a perpetuar este cuestionario discriminatorio. Una cosa es preguntarle a un donante de sangre si ha tenido conductas de riesgo en términos sexuales, y otra muy diferente es señalarlo y estigmatizarlo por el hecho de preferir las relaciones con alguien de su mismo sexo. Puedo asegurar que de la misma forma en que muchos homosexuales o bisexuales se protegen a la hora del sexo, muchos heterosexuales no lo hacen. Y a ellos no les hacen preguntas para señalarlos.

Díganme exagerado. Escandaloso. Simplemente creo que de la misma forma en que los tiempos cambian y las sociedades evolucionan, estos pequeños detalles también deberían irse modificando. ¿O acaso debemos vivir en el siglo XXI con las normas del siglo XIX?

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Post-It: Graves, muy graves las revelaciones hechas por la gobernadora de San Andrés sobre la llegada de bandas criminales (bacrim) al archipiélago. Los isleños, en particular los comerciantes, andan muy asustados. Ya empezaron las extorsiones y los casos de sicariato. Y pensar que ese era el paraíso turístico colombiano, alejado de todo mal y peligro.

@colombiascopio

juanpablocalvas@gmail.com

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