Tabaco americano: Don y maldición

Mié, 28/11/2012 - 09:01
Hace algo más de cinco años visité los Jardines Duke camino a Princeton University. No soy aficionado a los jardines ni a la horticultura, pero no he conocido un sitio más bello. Me alegra haberlo
Hace algo más de cinco años visité los Jardines Duke camino a Princeton University. No soy aficionado a los jardines ni a la horticultura, pero no he conocido un sitio más bello. Me alegra haberlos visitado, pues en 2008 se cerraron y desmontaron. Fueron creados por la célebre heredera Doris Duke, esposa de Porfirio Rubirosa, el emblemático “Latin Lover”, en honor de su padre James Buchanan Duke. Este caballero fue el causante de 100 millones de muertos durante el siglo XX (BBC, 2012-11-13). Los jardines demuestran, quizás trivialmente, lo que afirmó el filósofo Walter Benjamín: “Nunca hubo un monumento de cultura que no fuese también un monumento de barbarie”. “Buck” Duke, padre de Doris, es el inventor del cigarrillo moderno. En 1880 este astuto empresario entró al mercado del tabaco preparado para fumar instantáneamente con la producción automatizada de estos “demonios blancos”. Si una cigarrera como Carmen la de la ópera enrollaba como máximo 200 al día, la máquina que él perfeccionó con un mecánico de nombre Bonsack producía 120 mil “cigarritos” en el mismo tiempo. Se llegó entonces a una sobreproducción que era necesario vender con propaganda y mercadeo agresivos. Se colocaron en restaurantes, bares y cigarrerías haciéndolos parte importante del período de descanso y comida del trabajador. Aunque en principio fueron asociados a la mujer de moral libre (“Fumar es un placer genial, sensual. Fumando espero al hombre que yo quiero…” cantaría Sarita Montiel en los cincuenta) en un golpe de astuta publicidad se transformaron en símbolos de liberación femenina. A finales de los años veinte ya se contrataban mujeres jóvenes que marchaban en desfiles empuñando sus antorchas de la libertad: los cigarrillos. Durante las dos guerras mundiales se repartieron a cientos de miles de soldados cigarrillos como parte de la ración habitual. En la inmediata post-guerra los paquetes de Camel y Lucky Strike eran la moneda de intercambio más usada en Europa. Con todas estas maniobras de publicidad el señor Duke y sus socios han causado, como dijimos arriba, más de 100 millones de muertos en el mundo. Más que Hitler y Stalin en conjunto. ¿Cómo llegó el tabaco a dominar de tal forma la mente humana? El 15 de octubre de 1492 se ofreció a Colón por parte de aborígenes americanos un atado de hojas secas de tabaco. Un mes más tarde dos de sus marineros reportaron haber visto en el interior de Cuba nativos aspirando el humo de esas hojas. Como parte del intercambio colombino, Europa se enteró del supuesto poder medicinal y uso por chamanes del tabaco. Tras múltiples menciones de cronistas, el embajador francés en Lisboa, Nicot, envió a la reina de Francia Catalina de Médici hojas de la planta. De ahí viene el nombre nicotina y alguno sugirió que podría haberse llamado “medicina” por Catalina, paradójicamente más apropiado a su uso cultural original. A finales del siglo XVI ya los chinos habían introducido el tabaco en Mongolia y Siberia Oriental, dando la vuelta al mundo en menos de un siglo. Pero podríamos interrogarnos sobre el porqué de la popularización del tabaco comparado con la coca, que ocupaba un nicho similar en la farmacopea del Nuevo Mundo. Goodman, un historiador del tabaco, ofrece diversas respuestas. Su uso era más amplio geográficamente (todo el continente americano) que el de la coca (básicamente el imperio incaico). Además, fisiológicamente el tabaco produce una moderada excitabilidad seguida de sentimientos de relajación, mientras la coca lleva a euforia y disforia más acentuadas. Pero hay una razón que nos lleva de vuelta a la estrategia mercantil de Duke. El tabaco se introdujo en Europa de corte en corte por médicos y eruditos. Su uso entonces se distribuyó a la masa de la población desde las clases ricas como un artículo de moda y lujo. La coca, por el contrario, se asoció a indios pobres del altiplano que así combatían hambre y cansancio. Desde el comienzo el tabaco fue bien mercadeado como se dice ahora. En estos esfuerzos propagandísticos participamos los profesionales de la medicina. En el siglo XVI se presentó el tabaco como panacea y en el siglo pasado se ofreció, a veces, como cura para el asma. El científico inglés Hariot acompañó en 1585 los primeros colonos ingleses a América del Norte, se volvió adicto al tabaco y murió de cáncer de garganta. Con bastante dificultad fuimos reconociendo sus efectos deletéreos para la salud y todavía hay médicos fumadores, lo que ejemplifica ceguera histórica. En conclusión, “Buck” Duke no es el único culpable de esos 100 millones de muertos en el último siglo, comparten su culpa aquellos que sostienen con hechos o palabras que el fumar no es peligroso. Nota: Otra versión de esta columna, con sus debidas referencias, será publicada en Colombia Médica en su número especial de celebración del 50 aniversario del Registro Poblacional de Cáncer de Cali. Los invito a leerla y felicitaciones al Registro.
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