Tengo miedo

Vie, 17/08/2012 - 00:33
Viendo las noticias de Colombia todos los días, estoy reviviendo un miedo que se había ido, yo creía para siempre. Pero no. Lo reviví con el secuestro de un familiar de un amigo. Estando la famili
Viendo las noticias de Colombia todos los días, estoy reviviendo un miedo que se había ido, yo creía para siempre. Pero no. Lo reviví con el secuestro de un familiar de un amigo. Estando la familia en la finca en tierra caliente, llegaron ocho hombres fuertemente armados y se llevaron a uno de los suyos, después de una discusión entre los secuestradores sobre a quien se llevaban finalmente. Esa cosa surrealista que se vive en Colombia. Hoy leo en El Tiempo que tres operarios que reparaban una torre eléctrica volada por la guerrilla, que dejó sin luz a Tumaco, murieron al caer en un campo minado. La semana pasada fueron las imágenes de dos carros bomba en la vía Panamericana. Ayer me impresionaron las fotos de dos casas, solo dos casas, caídas en una toma guerrillera. Me estremecen esas imágenes. No obstante, las cifras de criminalidad muestran pasmosos avances en seguridad. Los secuestros, que alcanzaron su pico con 3572 en 2000, cayeron a 213 en 2009 y la cifra subió a 282 en 2010. Todavía no hay datos para 2011. La tasa de homicidio, por su parte, dio un salto gigantesco al pasar de 67 homicidios/100.000 habitantes en 2002 a 35,9 en 2011, lo que significa que hoy hay la mitad de homicidios que hace diez años.

Secuestros

Secuestros en Colombia Algo que no se le ha reconocido a Andrés Pastrana es, que de la mano de Luis Alberto Moreno como Embajador en Estados Unidos, logró que el gobierno americano nos diera 1.500 millones de dólares anuales para fortalecer a la Fuerza Pública y hacer inversión social, en las áreas azotadas por la violencia. De ese dinero, cerca de 300 millones de dólares iban directamente a programas de ayuda a la comunidad. Con el Plan Colombia, que todavía existe pero en proporciones mucho mas reducidas, se logró la profesionalización del Ejército, la Fuerza Pública se rearmó y se entrenó y tuvimos acceso a los últimos avances tecnológicos para ganar la guerra. A Pastrana se le ha criticado enormemente el fracaso del Caguán y el aumento de la violencia. Pero el siempre aclaró que la estrategia era de doble vía: diálogos en una zona desmilitarizada, pero fortalecimiento de la Fuerza Pública al mismo tiempo. En un momento dado, antes del 9/11, Colombia fue el tercer receptor a nivel mundial de ayuda americana, después de Egipto e Israel. La misión de la Embajada Americana acá era mayor que la de México, hasta hace muy poco. Si no hubiera sido por esa profesionalización de la Fuerza Pública, Álvaro Uribe no hubiera logrado mostrar resultados tan rápidamente como lo hizo. Y aún así, ocurrieron tragedias terribles como la del Club El Nogal, al inicio de su gobierno. Ahora, a pesar de lo vilipendiado que ha sido Álvaro Uribe últimamente —cosa que no comparto— el país no deja de reconocerle los inmensos avances en seguridad. Las cifras lo dicen todo. No se hasta que punto el micromanagement del expresidente, de llamar todas las madrugadas a las guarniciones a ver como iban las cosas, haya influido. Ojalá no sea eso. Con Juan Manuel Santos las tendencias han continuado pero nos llegan al alma esas imágenes que nos atropellaron estas dos últimas semanas, imágenes que reviven el doloroso pasado de hace solo diez años. Qué miedo volver a sentir ese miedo. Ese miedo que me llevó a irme del país. Los colombianos de mi generación y nuestros hijos no hemos vivido un solo día en paz. Siempre ha habido guerrilla, siempre ha habido inseguridad ciudadana. Hemos pasado por guerras como la de Pablo Escobar y aún estamos en una guerra contra cuadrillas armadas de peligrosos bandidos, llámense Farc o bacrim. Los avances en seguridad son muy recientes. Las cifras apenas empezaron a ceder en 2003. Llevamos menos de diez años haciendo progreso, para que ahora la tendencia empiece a retroceder. Ojalá esas imágenes se vuelvan solo anécdotas. Ojalá el Gaula rescate a todos los secuestrados. Ahora, con la perspectiva de volver a Colombia me estremezco de revivir ese miedo, ese miedo que se siente a toda hora. Por eso no cierro el capítulo todavía y veré como me va en la lenta transición de la paz total en la capital de los hippies, al agite y angustia de Bogotá. No se si me iré a acostumbrar. Tengo miedo.
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