Umberto Eco y ciertos noticieros

La literatura y la erudición van de la mano. Una combinación de erudición e imaginación resulta arrobadora. El encanto infinito (y eterno) de las obras de Borges es insuperable, porque insuperables son su erudición y su imaginación. Hasta febrero de este año vivió Umberto Eco. Que existiera alguien como él nos permitía a los demás mortales contar con que cada semana disfrutaríamos de una columna periodística inmensa y que cada año leeríamos un libro suyo que terminaríamos coleccionado reverentemente en el nicho reservado a las obras de referencia. Paz en su tumba. No volveremos a leer su columna semanal, que esperábamos con devoción lectores de centenares de periódicos de todos los continentes y en todos los idiomas. Tampoco volverán sus novelas que eran tratados filosóficos para los filósofos, semiológicos para los semiólogos, descubrimientos históricos para los historiadores e intrigas policíacas para los amantes de la buena narración, para los fabuladores y los adictos al suspenso. Poco antes de su muerte, Eco entregó su último legado. Número Cero, la novela que según Roberto Saviano es “el manual de comunicación de nuestro tiempo”. No esperen los lectores encontrar la dimensión del Umberto Eco de El nombre de la rosa o de La isla del día de antes. Número cero se escribió en las horas que Eco lograba arrebatarle al cáncer que lo martirizaba y lo arrastraba a la tumba. Pero en la obra sí esta su sello. Ese conocimiento profundo de la humana condición, esa reflexión que devela lo que realmente mueve las acciones de los hombres… Miren ustedes si este cuento que trae Eco y que parece sacado de un guión de comedia sarcástica sobre el día a día en las redacciones de los medios de comunicación, no es una descripción de la técnica maliciosa que aplican algunos cuyo compromiso con la objetividad es como el título de la novela, cero. Basta pensar en cierto periódico bogotano de circulación diaria o un “noticiero” de televisión de fines de semana. La historia de Número Cero es la de un periódico que durante un año va a publicar doce “Número Cero”, pero que realmente nunca llegará a ser editado como diario. Va a ser, realmente, un instrumento de chantaje en manos del dueño de una gran cadena de medios que es quién lo patrocina. El periódico, según el corrupto personaje mentor de Número Cero, debería mantener un dosier sobre centenares de personas e instituciones, que contenga “recortes de prensa, artículos de periódicos, donde se dice todo lo que todos saben” pero no lo recuerda nadie. “Los informes contienen noticias desperdigadas que luego la persona interesada tiene que elaborar, de modo que afloren sospechas, alusiones. Y oigan lo que se inventa: “Un recorte dice que Fulanito ha sido multado hace años por exceso de velocidad, otro que el mes pasado visitó un campamento de boy scouts, otro más que ayer se le vio en una discoteca”. Miren lo que se concluye o deduce de esa seguidilla de hechos dispersos y sin valor alguno: “Se puede empezar por ahí para sugerir que se trata de un temerario que se salta las normas de circulación para ir a lugares donde se bebe, y que es probable , digo probable pero es evidente, que le gusten los jovencitos”. ¿Qué les parece? ¿No se sienten viendo la emisión sabatina del noticiero dirigido por “doña obsesa”? ¡Cómo conocía de bien Umberto Eco a los hombres!