Viaje a la frontera con Venezuela

Mié, 26/08/2015 - 18:10
El lunes 24 de agosto viajamos junto al presidente Uribe a Cúcuta para conocer de primera mano los efectos del arbitrario cierre de frontera por parte del gobierno Maduro. Una visita solidaria, para
El lunes 24 de agosto viajamos junto al presidente Uribe a Cúcuta para conocer de primera mano los efectos del arbitrario cierre de frontera por parte del gobierno Maduro. Una visita solidaria, para llevar cariño y conocer con detalle la realidad de los colombianos que fueron deportados y dejados sin nada más que la ropa que llevaban puesta.
La visita de Uribe despertó fervor. Desde que aterrizamos en el aeropuerto, los ciudadanos lo esperaban. En el trayecto los carros pitaban y saludaban desde las ventanas. A la llegada al Puente Simón Bolívar la gente se congregó alrededor del andén desde donde Uribe se pronunció armado con un megáfono y un poderoso discurso que preparó cuidadosamente desde que salió de una reunión en Medellín y que repitió varias veces en el avión hacia Cúcuta, evocando episodios de la historia como el Gulag soviético, los llamados al paredón del Ché Guevara, y la política xenófoba del Nacional Socialismo. Estos fueron algunos de los puntos centrales del pronunciamiento en la frontera, en medio de una cálida noche cucuteña, en donde el calor humano sólo era contrarrestado por la tradicional brisa nocturna.
Lo primero fue un símil entre la xenofobia promocionada por Hitler contra el pueblo judío, y el sentimiento anticolombiano impulsado por Maduro. Posteriormente, una reflexión sobre el Gulag Soviético que duró 70 años ante la indiferencia de la comunidad internacional, y la solicitud a que esta situación no se repita con Venezuela, cuyo régimen oprime a la ciudadanía que no comparta sus tesis y combate a todo aquel que lo cuestiona. Finalmente,  repudio ante el injusto y desagradable insulto a colombianos calificados de “paramilitares”, seguido por un enérgico pedido para que dicho régimen deje de ser garante del proceso de paz de Colombia.
No puede ser garante de paz, quien siembra división, odio y violencia contra los colombianos, a través del recurrente e incendiario discurso que tacha de paramilitar a cualquier ciudadano de frontera, y a su vez provee de armas a colectivos de ciudadanos adeptos al régimen. Injusto e inaceptable.
Una vez terminó el discurso, pasamos a visitar los albergues en donde han llegado algunas de las familias deportadas. El panorama arrugaba el corazón; salones cubiertos de colchonetas en donde madres e hijos reposaban después del maltrato con que fueron sacados de sus humildes hogares; mujeres llorando angustiadas por que algunos de sus familiares se habían quedado al otro lado de la frontera, y en general algo que llamó especialmente la atención: la ausencia del gobierno. Miles de colombianos que vivían en el lado venezolano de la frontera, fueron expulsados con violencia, sin consideración por la edad o condición de los deportados. Frente a lo anterior, vale la pena recordar la Carta Interamericana de la OEA, establece que “el derecho que tiene el Estado de proteger y desarrollar su existencia, no lo autoriza a ejecutar actos injustos contra otro Estado”. Lo que ocurre en la frontera con Venezuela es una gran injusticia que clama la atención de la comunidad internacional.
Del viaje a Cúcuta queda el dolor de ver a ciudadanos pobres maltratados por el gobierno de Maduro por razones políticas en donde se busca distraer la atención sobre los crecientes problemas internos del vecino país, además de crear una especie de caos interno para posponer las elecciones democráticas de diciembre. Queda también la resolución de seguir firmes en la lucha por la democracia de la región, por los presos políticos de Venezuela, por los ciudadanos de frontera, por la libertad de prensa. Insistimos en que un gobierno que irrespeta las instituciones democráticas y viola los derechos de los colombianos, no tiene legitimidad ni autoridad moral para ser garante en los diálogos de paz en Cuba.
Un comentario final: La diplomacia no es contraria a la firmeza, la diplomacia no puede ser hermética, urge que ante el atropello de Maduro el gobierno de Colombia con inteligencia pero con fuerza, rechace públicamente lo allí ocurrido, y exija respeto por los ciudadanos maltratados, por las instituciones colombianas insultadas y brinde soluciones reales a quienes quedaron sin nada a costa de la demencia política de un totalitarismo deseperado por su fracaso.
@FedericoHoyos
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