Víctimas, revictimizadas

Mar, 11/09/2012 - 00:31
En este proceso de paz que recién se inicia, como en los numerosos procesos anteriores, las víctimas han sido siempre las más sacrificadas. Colombia está llena de familias que se han tenido que tr
En este proceso de paz que recién se inicia, como en los numerosos procesos anteriores, las víctimas han sido siempre las más sacrificadas. Colombia está llena de familias que se han tenido que tragar su dolor, su rabia, su humillación, para que sobre sus arruinadas vidas se construyeran propuestas de paz, en favor de “los altos intereses de la patria”. Negociaciones como las adelantadas con el Eme, el EPL, el Quintín Lame o con los Paras, o los narcos —sin pretender compararlas o calificarlas— dejaron por fuera a las víctimas. Y entiendo que de eso se trata la paz, de llegar a acuerdos entre enemigos, pero sin olvidar a quienes han sufrido en carne propia la guerra. Y por víctima hay que entender a mucha gente, empezando por los que más cerca han estado de las hostilidades: las familias de los militares que por más de medio siglo han visto morir, resultar mutilados o secuestrados a sus hijos en los campos de batalla. Victimas también las familias de los insurgentes que vivieron ese mismo proceso pero en mayor clandestinidad y vergüenza. Víctimas los políticos como los concejales del Huila o los diputados del Valle masacrados por comandos guerrilleros, víctimas los alcaldes que debieron abandonar sus pueblos y, por supuesto, víctimas los políticos que por años interminables fueron esclavizados en secuestros infames. Víctimas las poblaciones que como en el Cauca, Caquetá y Nariño han sido y siguen siendo teatro de hostilidades, sembradas de minas, de plantaciones ilícitas y abandonadas del Estado. Víctimas las comunidades indígenas que deben convivir con la guerrilla y el narco y soportar las arremetidas de las fuerzas armadas. Pueblos enteros como Bojayá y territorios encendidos a punta de cilindros bomba o explosiones de poliductos, no pueden ser olvidados en las mesas de negociación, dondequiera que las establezcan. Víctimas las familias de los muertos del club El Nogal, o de la bomba que intentó matar al exministro Fernando Londoño, o las personas que han pagado extorsiones para rescatar a sus seres queridos o las que a pesar de haber pagado nunca los recuperaron, como los esposos Doris y Helmut Bickenbach asesinados por sus captores. Víctimas miles de niños campesinos mutilados para siempre por no tener más alternativa que recorrer campos minados para llegar a la escuela… víctimas, en fin hay de todo tipo y condición social, porque si algo ha dejado este conflicto es una estela de damnificados, muertos, torturados, extorsionados o cautivos. Esa es la tragedia que debemos terminar y en honor a esas víctimas es que deben hacerse todos los esfuerzos para la paz, pero sin olvidarlas a ellas precisamente, porque el olvido es su revictimización, es exigirles más y más sacrificio para acabar una guerra que ellas no inventaron, ni alimentaron. Seguramente si alguien está leyendo esto recordará también a alguna víctima, porque no creo que exista una sola persona en Colombia que no haya tenido en algún momento de su vida contacto con alguien perjudicado por este interminable conflicto. Es cierto que el gobierno del presidente Santos desde el primer momento ha intentado recorrer ese camino de reparación y recuperación de la memoria, pero como el proceso ahora incorpora un escenario nuevo de negociación habría que revisar cómo, con qué recursos y con qué voluntades se incorporan en esta negociación a las víctimas, sin hacer discriminaciones odiosas porque tan víctimas son las personas que sufrieron a los paras, a la guerrilla, a las arremetidas legítimas y a veces ilegítimas de las fuerzas militares, como las que han sufrido la guerra contra del narcotráfico que en todas partes aparece para echarle más gasolina al incendio del conflicto. Si las víctimas no están en el centro de la negociación, el perdón difícilmente se alcanzará y muy probablemente muchas personas buscarán resarcirse de su rencor y su dolor, de cualquier manera. Y ahí comenzaremos de nuevo… Recordemos que Manuel Marulanda siempre reclamó ser una víctima de los atropellos del Estado que le robó sus gallinas y sus vaquitas y ese fue el inicio de las Farc en Marquetalia.
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