William Calderón y la manoseada libertad de prensa

Lun, 07/04/2014 - 16:18
A estas alturas de la vida tengo claro que la libertad de prensa llega hasta cuando toca el bolsillo o los intereses particulares de los dueños de los medios, que –a su vez- dependen mucho de la pu
A estas alturas de la vida tengo claro que la libertad de prensa llega hasta cuando toca el bolsillo o los intereses particulares de los dueños de los medios, que –a su vez- dependen mucho de la publicidad oficial. El pobre reportero que se hace matar en una investigación, descubre con tristeza que el dueño del medio engaveta el informe (también ocurre en contralorías, procuradurías, personerías y otras entidades de control, incluyendo fiscalías). Pasa mucho en nuestro medio que los periodistas asumen posiciones políticas, se casan con una fuente, defienden o atacan un gobierno o un funcionario. Y terminan decapitados por el poder superior. Sobra decir que conozco suficiente sobre el tema. El caso de “La barca de Calderón” –el título de su columna, no es de extrañar. William se volvió muy uribista y escribía en El Nuevo Siglo, periódico que se convirtió en muy santista. Como pasa en Colombia, en este país violento, “había que cortarle la cabeza” al gordo Calderón. Nuestro amigo común Orlando Cadavid Correa dice –con su buena pluma- que acaba de zozobrar La Barca, la columna que sostuvo durante diez años, en El Nuevo Siglo, de Bogotá. Por no simpatizar con el santismo, la Casa de Nariño presionó su salida de "La Barbería", el programa semanal de reportajes televisados que realizaba William en el canal "Cablenoticias"  cuando pasó a manos de inversionistas venezolanos asilados en Bogotá por reconocido antichavismo. Nadie se explicaba porqué no salió La Barca de El Siglo cuando el presidente Santos nombró ministro de Ambiente a Juan Gabriel Uribe, el propietario del periódico que antes se llamó de "La Capuchina" y después  pasó a hacer parte del entorno diarístico de la Avenida El Dorado. Fiel escudero del exministro Fernando Londoño Hoyos, el abogado y periodista oriundo de Neira, Caldas, hizo suyas las doctrinas políticas del director de "La Hora de la Verdad", verdadero botafuego antisantista que comenzó en Súper y luego se mudó a la marca radial de las tres consonantes. El columnista acompañó al consumado constitucionalista Clímaco Giraldo y al finado abogado y periodista Hipólito Hincapié en la creación del Centro de altos estudios de "Los pájaros dormidos" que servía de marco a sesudos debates en las mañanas de los domingos, en el Club "El Nogal", con expositores especiales de primera línea. Consciente de que un periodista sin fuentes es como un jardín sin flores, se codeaba (y se codea) noticiosamente con personajes tan polémicos de la vida nacional como el procurador Alejandro Ordóñez y la contralora Sandra Morelli y metía (y mete) baza en la política comarcana con amigos de Cundinamarca, Antioquia, Valle, Atlántico y otros departamentos. También tenía (y tiene) corresponsales propios en las salas plenas de las altas cortes (desde la Suprema hasta la Judicatura) y en las mesas de los directorios nacionales de los partidos políticos. No es cierto –sigue Cadavid- que El barquero haya sido el autor de unas falsas imputaciones contra el periodista Daniel Coronell, infundio que ha sido desmentido de manera persistente por el escritor vallecaucano  Gustavo Álvarez Gardeazábal, en "La Luciérnaga" de Caracol, que habría dado pie a su silenciamiento como columnista del cotidiano conservador. Esta abrupta decisión le ha llegado unos meses después de haber sido sometido, en la Clínica Shaio, a una delicada operación de corazón abierto que no es cualquier cosa, circunstancia que tuvo sin cuidado a los directivos del órgano lauro-alvarista. La apostilla: En Manizales, donde se gestó La Barca de Calderón, en el 1994, también fue famosa La Piragua de Guillermo Cubillos que inmortalizó el maestro José Barros.
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