En la Selección Colombia, después del análisis y aprobación de los números, se pasa a la evaluación del juego practicado, sus efectos, la influencia del entrenador, el ambiente interior y la proyección hacia las próximas competencias, temas que no son de menor importancia.
Lorenzo, poco carismático, con liderazgo en el grupo, aún no ha enfrentado los conflictos que llegan con las derrotas. La clasificación no produce nerviosismo, ni corre peligro. Su búsqueda no ha tenido tropiezos.
Ajeno a los escándalos y a las presentaciones públicas provocadoras, que caracterizan a otros entrenadores. Tiene sentido común para acomodar a sus futbolistas en posiciones correctas.
Efectivo en la estadística, pero irregular en ocasiones con su futbol, ha acertado la mayoría de las veces con jugadores jóvenes, a pesar de que se resiste a probar con juveniles y pre juveniles como lo hacen Brasil con Endrick, de solo 17 años, y Ecuador con Kendry Páez, con 16.
Con los veteranos ha tenido especial complacencia. De ellos logra, como en el caso James, el lento resurgimiento de sus condiciones. Pero, por su obstinación en premiar la influencia en el pasado, se equivoca al preferir a algunos de ellos.
Preponderantes han sido varios de los citados. Lucho continúa con su crecimiento, en ocasiones intermitente, sin llegar a los niveles que lo caracterizan en el Liverpool.
James pisa firme en su regreso. Arias, es punta de lanza en la renovación. Prometedor se ve Castaño con una combinación de cualidades que le dan equilibrio a su juego y al del equipo. Lerma, en plena madurez que le da su actuación destacada en la Liga Premier, actualizado en las tendencias del fútbol contemporáneo que alterna físico, técnica, interpretación del juego y aportación táctica.
Especial ha sido Camilo Vargas. “Calentó banca”, durante años en espera paciente de una oportunidad, la que llegó para convertirlo en figura, como ocurrió tantas veces con su antecesor David Ospina. Tiempos que llegan y pasan.
Atrás quedaron los instantes depresivos, relevados por la alegría del pueblo.
Apasionantes han sido las últimas jornadas, con números perfectos, que han permitido el retorno de la confianza con estadísticas prometedoras.
Colombia ha tenido picos intensos, emocionales, en los últimos partidos. Dispuesta a redimirse y lo ha conseguido. Van, hinchas y jugadores, por el camino correcto, en el mismo sentido, lo que no sucedía hace años.
Dejaron atrás las lamentaciones, los golpes de pecho y el victimismo.
Ha demostrado, La Selección, que está en proceso de consolidación y que para ello ha mejorado su volumen de juego. Que no tiene reparos en su espíritu de equipo, pero necesita comportamientos tácticos que lo hagan más versátil.
Los resultados han sido un banquete exquisito. Pero tantas veces ha sido respaldado por un juego simplón, sin condimentos.