Contaminación en transporte de Bogotá es más alta que en otras ciudades

Mar, 29/12/2020 - 12:56
Un estudio de varias universidades de la ciudad encontró que los usuarios del transporte público en Bogotá están más expuestos a la contaminación que usuarios en otras ciudades.
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Bogotá Cómo Vamos

Un estudio adelantado por investigadores de las Universidades Nacional, Sergio Arboleda y Nacional Abierta y a Distancia (UNAD) evidenció que en Bogotá los pasajeros de TransMilenio están 10 veces más expuestos a la inhalación de partículas nocivas que en el Metro de Medellín.

Ese hallazgo es aún más impresionante teniendo en cuenta que, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor de 4 millones de personas mueren prematuramente cada año; la mayoría de las muertes se atribuyen a la exposición de material particulado PM2,5 presente en la atmósfera de las ciudades en forma sólida o líquida (polvo, cenizas, hollín, partículas metálicas, cemento y polen, entre otras).

Los valores guía establecidos por la OMS son tres: material con tamaño de partícula superior a 10 micras; inferior o igual a 10 micras –conocido como PM10– e inferiores a 2,5 micras, o PM2,5. Este último es el más importante en la contaminación urbana, ya que causa enfermedades cardiovasculares y respiratorias, además de cáncer.

Ante ese panorama, el profesor Luis Carlos Belalcázar, del Departamento de Ingeniería Química de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), señaló que al pasar varias horas al día dentro de los sistemas de transporte masivo, estos espacios se convierten en un lugar clave para medir los niveles de exposición que afrontan los usuarios.


Belalcázar agregó que se obtuvieron más de 80 horas de mediciones, lo que se traduce a unos 17.000 datos de PM2,5 para ser analizados en cada ruta. Una vez procesada la información se concluyó que la exposición personal no solo depende del tipo de bus y su antigüedad, sino también de lo que ocurre alrededor, como por ejemplo la geometría de las calles y la distancia del bus al tráfico particular.

El docente explicó que “en Bogotá vemos que la Caracas es muy cerrada, tiene poca ventilación exterior, está rodeada de edificios altos y los buses comparten espacio con camiones o motos, lo cual influye en la cantidad de material contaminante que las personas respiran dentro de los buses”.

La OMS ha determinado que la concentración máxima diaria de PM2,5 a la que se puede exponer una persona sin peligro inminente a su salud es de 25 microgramos por metro cúbico. Sin embargo, las mediciones del estudio arrojaron que en Bogotá la cifra llegó a 300 microgramos por metro cúbico, mientras que en Medellín no superaba los 50.

“Los resultados de este trabajo pueden ser esenciales para definir políticas públicas de transporte masivo. Los datos obtenidos permiten observar que no solo es necesario renovar el parque automotor –como se hizo en Bogotá, donde la mayoría de los buses tiene ahora tecnología Euro V y Euro VI–, sino que también se deben intervenir los vehículos que circulan alrededor del sistema de transporte”, detalló. 

 

Así mismo, advirtió que no se trata solo de un problema técnico sino también político, en la medida en que si no se hacen los mantenimientos correctamente, de nada sirve tener tecnología menos contaminante porque se llegaría al mismo problema, por lo que se requiere un control estricto, y esa política todavía no es clara en Bogotá ni en el resto del país.

En Bogotá, el equipo de investigación se enfocó en las troncales de la Calle 80, Caracas, Autopista Norte, Norte-Quito-Sur (NQS) y Calle 26. En Medellín se adelantó en el Sistema Integrado de Transporte del Valle de Aburrá (sitva) y también se analizó el Metro, Metrocable y Tranvía (eléctricos) y el Metroplús brt, que funciona con gas natural comprimido.

Cabe aclarar que, cuando se hizo el estudio aún no se habían renovado los buses en el sistema TransMilenio; de los 39 analizados, 30 funcionaban con tecnología Euro iv o inferior, es decir que estaban en el límite o por debajo de las emisiones aceptables según la normativa europea de emisiones.

“La mejor opción es la renovación pero pensando en el largo plazo, aunque eso signifique una inversión mayor. No solo hay que pensar en el ciclo de vida del vehículo, sino en el costo de la salud de quienes se enferman por esas emisiones y en las afectaciones en el medioambiente por el uso de combustibles fósiles”, señaló el investigador.

Por último, insistió en que se debe avanzar en entender la mejor opción para las condiciones de la ciudad, si son automóviles compartidos, motos, troncales de TransMilenio o redes de metro eléctricas, y recalcó que el trabajo inmediato es superar el déficit en esas investigaciones.

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