Ingrid Betancourt habla de Martín Sombra: “Me conmovió su muerte"

Lun, 19/05/2025 - 16:32
En conversación con Kienyke.com, Ingrid Betancourt habló sobre la muerte de Martín Sombra, quien fue su carcelero.
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Créditos: EFE / @ingridbetancourtp

La muerte de Elí Mejía Mendoza, alias Martín Sombra, conocido como “el carcelero de las FARC”, reabrió viejas heridas en la memoria colectiva del conflicto colombiano.

Entre las voces que han reaccionado a su fallecimiento destaca la de Ingrid Betancourt, excandidata presidencial y víctima emblemática del secuestro prolongado a manos de esa guerrilla.

En una entrevista con KienyKe.com, Betancourt compartió recuerdos inéditos y conmovedores de su cautiverio, ofreciendo una mirada compleja sobre uno de los hombres más temidos dentro del aparato carcelario de las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

“Sabía que estaba viejo y enfermo”

“Sabía que Martín... ese hombre estaba viejo, ya estaba enfermo”, comenzó diciendo Betancourt sobre su reacción a la noticia de la muerte del guerrillero. Aunque lo recuerda como uno de sus captores, reconoce que su relación fue ambigua. “Tengo que confesar que su muerte me conmueve, y que si tuve una oración por él, de que Dios lo acoja en su misericordia. Creo que la vida de Martín Sombra no fue fácil”, confesó con una mezcla de compasión y distancia por las heridas que dejaron sus años en cautiverio. 

La exsenadora reconoció que tuvo sentimientos encontrados con Sombra. A pesar de que formó parte del aparato de represión que la mantuvo cautiva durante más de seis años, destacó en él algo que no halló en otros carceleros: una cierta humanidad no del todo extinguida: “Creo que fue el único que me dio motivos para pensar que tenía una sensibilidad diferente, como que no había perdido totalmente su humanidad”, afirmó.

Un momento que rompió el silencio entre ambos

Betancourt recordó el día en el que vio a Martín Sombra llorar. Fue un día que coincidió una entrega importante para la excandidata a la presidencia: una carta enviada por su madre, transportada por un sacerdote, y que resultó siendo el único contacto que tuvo con su familia en casi siete años.

De acuerdo a su relato, estando en condiciones inhumanas, en un lugar que describió como "un campo de concentración improvisado por las FARC", Sombra mostró humanidad cuando lo vio con los ojos cristalinos.

“En algún momento él tenía que entregarme unos papales, estaba en un lugar muy estresante, era como un campo de concentración y él era como el comandante. Él estaba del lado de la libertad y yo del lado del cautiverio, entonces se acerca por entre las rejas y me entrega este sobre y lo veo con los ojos muy aguados. Entonces le digo: ¿Sombra, qué le pasa, por qué va llorar? Y me dice: No, no, no me pare bolas…", contó Betancourt señalando que su estado la alertó pues pensó que él quería decirle algo sobre su familia por lo que insistió: "Dígame qué es lo que le está pasando". 

Finalmente, Martín Sombra rompió en llanto y reveló: “Es que me acaban de dar la orden de abortar a mi hijo”. Su compañera sentimental, una guerrillera muy joven, estaba embarazada de ocho meses. “Verlo llorar… un comandante curtido de las FARC, llorando por semejante orden… pues no creo que la vida de Sombra hubiera sido simple... eso revela que por más de que él hubiera tratado de matar todo lo humano que había en él, quedaba una luz”, reflexionó Betancourt.

El primer encuentro

Betancourt también evocó el momento en que lo conoció. Fue cuando ella fue trasladada de una zona bajo el control de Joaquín Gómez a una dominada por el Mono Jojoy, líder que calificó como "sanguinario" que implementó una política de endurecimiento en el trato a los secuestrados.

Martín Sombra fue el encargado de hacer ese traslado. “Pasar bajo el comando del Mono Jojoy era ir de Guatemala a guatepeor. Era un momento muy difícil, muy estresante”, señaló.

Ese cambio marcó el inicio de una etapa aún más dura de su cautiverio, con mayores restricciones, vigilancia y violencia psicológica. Y aunque Sombra no fue ajeno a esas dinámicas, su presencia dejó una huella menos brutal, quizá más contradictoria.

“Preferí guardar esa distancia”

A pesar de haber tenido la posibilidad de contactarlo después de su liberación, Ingrid Betancourt prefirió no hacerlo. “No hablé con él. Creo que si hubiera querido, hubiera podido hablar con él. Pero no lo hice. Preferí guardar esa distancia”, dijo. Explicó que su último encuentro fue cuando Sombra la entregó a otro grupo guerrillero.

“Cuando él me entrega a este otro grupo le digo: ‘Sombra, no nos vamos a volver a ver’. Me dice: ‘No crea. Aquí se termina en unos años dando la vuelta y termino yo recibiéndola de nuevo’. Y como yo tenía la esperanza de que me fueran a liberar en ese momento, cuando él me dice eso… desenmascara todas las mentiras que nos estaban contando”, reveló.

Sobre las recientes declaraciones de Sombra ante la JEP, donde confesó haber entrenado niños para matar e incluso haber recurrido al canibalismo como método de supervivencia, Betancourt no se mostró sorprendida. “No me extraña”, dijo. “Martín Sombra era un hombre que había hecho de su vida en las FARC una especie de entrenamiento de deshumanización”.

Sin embargo, reiteró que esa fachada de dureza no era completa. “Yo lo vi hablándole a su tropa, con una dureza, un cinismo… pero yo creo que él sabía que eso era una gran mentira”, añadió recordando la imagen de Sombra llorando por su hijo no nacido contrasta fuertemente con la narrativa que él mismo intentó sostener durante la guerra.

Impunidad y tristeza

Finalmente, Betancourt fue categórica al hablar del legado judicial que deja Martín Sombra: uno de impunidad. “Todo el proceso de paz con las FARC es un gran ejemplo de impunidad. Martín Sombra es simplemente un caso más dentro del mar de impunidad que se ha dado en Colombia y cuyo resultado es la Paz Total”, declaró.

Denunció que ni hubo justicia, ni reparación económica o moral para las víctimas, y criticó la forma como el país ha manejado el postconflicto. Asimismo, crítico con dureza el proyecto del presidente Gustavo Petro de la Paz Total:

“La paz total es la culminación de un proceso de impunidad global, con cinismo y con irrespeto a las víctimas”, sentenció. Aun así, aseguró que su sentimiento predominante no es el rencor, sino la tristeza: “Tristeza de ver cómo el país ha desaprovechado las oportunidades de construir una sociedad justa y aquí la justicia, la verdad, la reparación y el respeto por las víctimas es necesaria, pero hemos perdido la oportunidad, con Gustavo Petro tenemos la apología del conflicto.

Una paz que aún está por construirse

El testimonio de Ingrid Betancourt no solo revive el horror del cautiverio, sino que también expone las profundas heridas que aún dividen a Colombia. La muerte de Martín Sombra simboliza el cierre de un capítulo oscuro, sin embargo, las violencias persisten bajo nuevas formas, y la promesa de reconciliación sigue sin cumplirse para miles de víctimas.

“A Colombia le toca volver a empezar de nuevo”, reflexiona Betancourt. Y no es una frase menor: tras años de negociaciones, concesiones y silencios impuestos por la narrativa oficial de la paz, el país se enfrenta al desafío de reconstruir la confianza, restaurar la justicia y evitar que el crimen se convierta en política.

“Perdimos la posibilidad de sentarnos a construir un país juntos”, afirma, señalando la fragmentación de un tejido social debilitado por la impunidad. En ese contexto, plantea también la necesidad de fortalecer al Ejército, no como una respuesta militarista, sino como una garantía de institucionalidad frente a actores armados que siguen imponiendo su ley en vastos territorios.

Para Betancourt, Colombia hoy necesita no solo silenciar los fusiles, sino dignificar la vida, reparar a las víctimas y recuperar el Estado en zonas donde nunca ha estado plenamente presente. 

Creado Por
Ana Prada
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