Ellas desempeñan su labor en todas las latitudes de Colombia, su vocación y el amor por sus hijos, son el aliento para llegar a los lugares más recónditos de la geografía nacional para servirle a quien lo necesite.
Esta historia refleja la de muchas madres militares, remplazan sus tacones por botas y sus vestidos por uniforme militar, un homenaje a nuestras madres guerreras, mujeres de sanidad que en tiempos de pandemia doblegan con disciplina y coraje su esfuerzo.
La sargento Nidia Mora, es una mujer decidida, de voz dulce y certera, de actuar firme y bondadoso que durante 15 años de servicio a la patria como suboficial y como instrumentadora quirúrgica, ha llegado a lugares insospechados para ella, que hoy hacen de su carrera militar, un ejemplo de vida, un modelo a seguir para hija, una luchadora admirada por quienes la conocen.
Cuando esta mujer iniciaba su vida como soldado, Sara Valentina llegó para convertirla en madre, así regresó a ella la niña que atrás había quedado y asumió el reto de continuar cumpliendo con su juramento a la bandera y a la labor sagrada de ser mamá.
Desde entonces han estado unidas en el amor infinito de madre e hija, han crecido juntas y han sido testigos de sus logros; Nidia, vio crecer a su pequeña, disfrutó del inicio de sus triunfos, como la primera palabra y los primeros pasos; Sara quien ha recorrido a Colombia al lado de su madre, la ha visto superar difíciles pruebas y avanzar como profesional, militar y madre.
Entre varias personas de su especialidad, fue elegida como parte de la comisión que asistiría la catástrofe ocurrida en Haití en el año 2009; allí conoció de cerca el dolor humano de miles de personas que vivieron esta tragedia descomunal que entonces conmocionó al mundo entero.
La sargento Nidia Mora, es una enamorada del Ejército Nacional, para ella ser madre y militar, significa doble responsabilidad, doble entrega, disciplina, amor, y estar siempre en la búsqueda de la excelencia en ambos roles.
Es una soldado orgullosa de la Institución, porque le ha permitido conocer de la cultura de nuestra extensa geografía nacional; extiende su gratitud por los aprendizajes, por permitirle servir a otros y al mismo tiempo brindarle a su hija todo lo que necesita, en un hogar lleno de amor, donde obtiene las bases para llegar hasta donde ella se lo proponga.
A esta expresión de reconocimiento, se suma la sargento Alexandra Fuentes, una mujer hecha de alegría y de fortaleza innata, dejando ver sus raíces monterianas y trasmitiendo su alegría costeña a donde llega.
Ella reconoce al Ejército Nacional, como la Institución que le ha dado todo y que la convirtió en quien es hoy, y le ha permitido entregar lo mejor de sí, a sus dos hijos, Andrés Felipe y Nelson David.
En el año 2000, tomó la decisión de ser soldado bachiller y prestar su servicio militar, inició un mundo desconocido, poco explorado por las mujeres en aquella época, y además de poca afinidad con la vanidad femenina; más bien agreste, exigente, demandante de disciplina y obediencia; pero para ella esto no fue una barrera, por el contrario, descubrió en si misma el ímpetu militar y desde entonces no le ha fallado a su juramento, a su uniforme y a sus botas que la han custodiado durante el cumplimiento de su misión como suboficial y enfermera.
Alexandra evoca los momentos felices junto a sus pequeños de 6 y 4 años, para ella alternar ser madre y militar le han afianzado su sentido de la responsabilidad, su compromiso de cumplir las dos tareas con excelencia.
Ella habla sobre los momentos difíciles que ha vivido, como estar lejos de sus hijos, pero su premisa es clara, «Hay que seguir adelante a pesar de la adversidad, no se puede desfallecer y mi mejor motivo es la felicidad de mis hijos que amo profundamente».
Ha puesto sus pasos en todos los puntos cardinales de Colombia, en departamentos como Valle, Guajira, Córdoba; regiones como Urabá, Valledupar, Putumayo, Norte de Santander y Chocó, lugares que le han proporcionado experiencia y carácter en su actuar.
Cada pastel de cumpleaños es un motivo para celebrar, la sargento Alexandra apaga las velas junto a ellos, no para pedir deseos, si no para dar gracias a Dios por permitirle un año más la felicidad y la alegría, que solo los niños saben entregar, a través de su ternura e imparables sonrisas.
Esta militar de vocación, continuará su camino en el Ejército Nacional, firme ante su objetivo inicial, sin perder la lanza, ni su azimut, demostrando valentía y entrega en su servicio a la sanidad militar, que no solo cura el dolor corporal, porque con sus manos devuelven la calma a quienes acuden a ella.
Estas dos mujeres, demuestran la capacidad de las oficiales y suboficiales que hacen parte del Ejército Nacional, como ellas muchas más, trabajan día tras día y ponen al servicio de Colombia sus conocimientos, sus habilidades y sobre todo el amor por lo que hacen; con el propósito de dar bienestar a Colombia.
Y también sueñan con ver a sus hijos crecer, que las superen en desafíos y en logros alcanzados.