Durante años estuvieron patrullando las selvas del país para dar de baja a su enemigo. Sin embargo, años después ese enemigo, con el que de pronto se toparon en algún momento de la casi interminable guerra entre la guerrilla y las autodefensas, decidió unírseles en un proyecto que dejó atrás las armas, las balas, las bombas.
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Se llaman Ganchos y Amarras, y es uno de los mejores ejemplos de superación, perdón y olvido entre dos viejos enemigos, que unieron fuerzas para hacer empresa. Se trata de cinco desmovilizados de las Farc y tres reinsertados paramilitares, quienes desde hace cuatro años producen ganchos para techos y cubiertas en Cali.
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Kienyke.com habló con Manuel Ballestas, uno de los ocho desmovilizados que lideraron este proyecto, aunque al principio eran quince, y quien relató cómo fue todo el proceso de reinserción.
“Empecé como patrullero normal en el año 97 y después me ascendieron en dos oportunidades, hasta llegar a ser comandante de una escuadra contraguerrilla. El primer bloque en el que participé patrullaba en el oriente antioqueño, y posteriormente estuve en el sur de Nariño por los lados de Barbacoas”.
Años después, Ballestas escuchó la noticia, por parte de los altos mandos de las autodefensas, de que podía acogerse a un proceso de desmovilización.
“Yo estaba ya cansado de esa vida, además que ya tenía una familia y estaba pensando en retirarme, así que la noticia de desmovilizarnos llegó en el momento justo”, dijo Manuel Ballestas.
Sin embargo, el proceso de resocialización no fue fácil. “Recién salí del bloque me sentí desnudo, pues por primera vez me sentí solo, desprotegido, con bastante zozobra, inquietudes y dudas de que realmente el proceso de reinserción fuera a servir de algo. Pero poco a poco empezamos a sentir los cambios, sobre todo porque ya no escuchábamos el ruido de las ojivas cuando entrábamos en combate con el enemigo, dejar atrás los ruidos de la selva. Empezamos a sentirnos más tranquilos, a entrar en confianza”, relató.
Una vez los desmovilizados de las autodefensas y las Farc cumplieron el paso de resocialización gracias a la Agencia Colombiana para la Reintegración, ACR, recibieron una excelente noticia.
“Surgió la propuesta y patrocinio de la Fundación Carvajal para proyectos productivos con desmovilizados, porque se dieron cuenta que la población desmovilizada requería de ayuda y salir adelante. Entonces, hicieron una selección de un porcentaje de desmovilizados tanto del Valle como de otras regiones, de las que quedaron unas 300 personas, incluidos nosotros. Allí empezamos las capacitaciones, y fueron tres años de lucha por sobresalir”.
Los cinco exguerrilleros y exparamilitares aprovecharon la oferta de la ACR para terminar su bachillerato, pues la mayoría había cursado hasta quinto de primaria, así como las distintas formaciones para especializarse técnicamente.
“También recibimos formación para manejar las máquinas, soldaduras, dibujo técnico y todo lo que tiene que ver con metalmecánica. El proceso fue de siete años de resocialización, incluyendo el tiempo de capacitación”, explicó.
Ballestas indicó que el proyecto inició con quince participantes, pero durante el proceso de capacitación algunos se fueron quedando por indisciplina.
“En este instante somos ocho, y nos empujó a trabajar en equipo las ganas de salir adelante, además nos motivó el pensar en dejar un mejor futuro para nuestros hijos. Así que decidimos dejar nuestras diferencias a un lado y también queríamos algo mejor para nuestras propias vidas, por lo que decidimos aprovechar esta oportunidad que nos dio la vida y la buena voluntad de las entidades que decidieron apoyarnos”.
Según el desmovilizado, todos los que lideran la propuesta han logrado una gran hermandad, y con orgullo menciona que hasta el momento manejan o han creado 50 referencias de ganchos, comprados en su mayoría por Eternit. La empresa “nos compra el 85 por ciento de la producción, mientras que el otro quince por ciento lo estamos distribuyendo especialmente en el Valle, en grandes ferreterías, (…) y a pesar de nuestra corta edad, ya tenemos experiencia en exportar a México, aunque necesitamos expandirnos un poco más”.
Con anhelo Manuel indicó que en cinco o máximo diez años aspiran a tener los empleados suficientes “para que podamos hacer otras cosas y ser una empresa mediana, y generar muchas oportunidades de empleo, no solamente a desmovilizados, sino también a desplazados y personas de escasos recursos”.
Por último, señaló que es necesario que tanto el Gobierno como las Farc le pongan punto final al conflicto armado. “En el país ya hemos derramado mucha sangre y lágrimas, y creo que ya es hora de que nos pongamos la mano en el corazón y le pongamos freno a la guerra y saquemos adelante el país con el desarrollo social y económico que se requiera”.
Años después, Ballestas escuchó la noticia, por parte de los altos mandos de las autodefensas, de que podía acogerse a un proceso de desmovilización.
“Yo estaba ya cansado de esa vida, además que ya tenía una familia y estaba pensando en retirarme, así que la noticia de desmovilizarnos llegó en el momento justo”, dijo Manuel Ballestas.
Sin embargo, el proceso de resocialización no fue fácil. “Recién salí del bloque me sentí desnudo, pues por primera vez me sentí solo, desprotegido, con bastante zozobra, inquietudes y dudas de que realmente el proceso de reinserción fuera a servir de algo. Pero poco a poco empezamos a sentir los cambios, sobre todo porque ya no escuchábamos el ruido de las ojivas cuando entrábamos en combate con el enemigo, dejar atrás los ruidos de la selva. Empezamos a sentirnos más tranquilos, a entrar en confianza”, relató.
Una vez los desmovilizados de las autodefensas y las Farc cumplieron el paso de resocialización gracias a la Agencia Colombiana para la Reintegración, ACR, recibieron una excelente noticia.
“Surgió la propuesta y patrocinio de la Fundación Carvajal para proyectos productivos con desmovilizados, porque se dieron cuenta que la población desmovilizada requería de ayuda y salir adelante. Entonces, hicieron una selección de un porcentaje de desmovilizados tanto del Valle como de otras regiones, de las que quedaron unas 300 personas, incluidos nosotros. Allí empezamos las capacitaciones, y fueron tres años de lucha por sobresalir”.
Los cinco exguerrilleros y exparamilitares aprovecharon la oferta de la ACR para terminar su bachillerato, pues la mayoría había cursado hasta quinto de primaria, así como las distintas formaciones para especializarse técnicamente.
“También recibimos formación para manejar las máquinas, soldaduras, dibujo técnico y todo lo que tiene que ver con metalmecánica. El proceso fue de siete años de resocialización, incluyendo el tiempo de capacitación”, explicó.
Ballestas indicó que el proyecto inició con quince participantes, pero durante el proceso de capacitación algunos se fueron quedando por indisciplina.
“En este instante somos ocho, y nos empujó a trabajar en equipo las ganas de salir adelante, además nos motivó el pensar en dejar un mejor futuro para nuestros hijos. Así que decidimos dejar nuestras diferencias a un lado y también queríamos algo mejor para nuestras propias vidas, por lo que decidimos aprovechar esta oportunidad que nos dio la vida y la buena voluntad de las entidades que decidieron apoyarnos”.
Según el desmovilizado, todos los que lideran la propuesta han logrado una gran hermandad, y con orgullo menciona que hasta el momento manejan o han creado 50 referencias de ganchos, comprados en su mayoría por Eternit. La empresa “nos compra el 85 por ciento de la producción, mientras que el otro quince por ciento lo estamos distribuyendo especialmente en el Valle, en grandes ferreterías, (…) y a pesar de nuestra corta edad, ya tenemos experiencia en exportar a México, aunque necesitamos expandirnos un poco más”.
Con anhelo Manuel indicó que en cinco o máximo diez años aspiran a tener los empleados suficientes “para que podamos hacer otras cosas y ser una empresa mediana, y generar muchas oportunidades de empleo, no solamente a desmovilizados, sino también a desplazados y personas de escasos recursos”.
Por último, señaló que es necesario que tanto el Gobierno como las Farc le pongan punto final al conflicto armado. “En el país ya hemos derramado mucha sangre y lágrimas, y creo que ya es hora de que nos pongamos la mano en el corazón y le pongamos freno a la guerra y saquemos adelante el país con el desarrollo social y económico que se requiera”.
