Frente a mí y sentado en un sillón de cuero café miel, fabricado en Inglaterra y conocido como los inigualables “Chester”, copiado luego por los fabricantes de muebles en Colombia “Camacho Ro
Frente a mí y sentado en un sillón de cuero café miel, fabricado en Inglaterra y conocido como los inigualables “Chester”, copiado luego por los fabricantes de muebles en Colombia “Camacho Roldán”, se encuentra Ricardo (he usado un nombre ficticio como reserva de la identidad, pero la historia es real), quien me pidió una cita prioritaria para que le ayudara desde mi experiencia como terapeuta y coach de Vida. Durante más de una hora lo escuché con atención, acomodando cada una de las piezas de este rompecabezas emocional, en la que se encontraba mi asesorado.
[caption id="attachment_965820" align="alignnone" width="768"] Fotografía: Cortesía Armando Martí
Los asesorados se sientan a dialogar y a descubrirse a sí mismos. [/caption] La historia de Ricardo se trataba de un “amor” apasionado y romántico, que durante ocho largos años había intentado tener sintonía y eco en María Paula, hoy su exesposa. Ricardo relata que desde el primer momento en que la conoció, se enamoró al instante, a pesar de haber experimentado el dolor de otras relaciones afectivas con varios finales desastrosos. Esta vez sintió, cómo se encendía con más fuerza la llama de un nuevo amor en su amada pareja, lleno de pasión, entrega, esperanza, devoción y sobre todo de ilusión. -“Armando, ¿qué hago? Yo adoro a esta mujer, no se me quita ni un segundo de mi cabeza. Lo que ella me diga estoy dispuesto a hacerlo con tal de que regrese y me ame y cuide, me de su sexo y de su amor. Te lo juro, no puedo vivir sin ella, pero con ella siento que me mata lentamente como si me odiara, temo a sus cambios de humor que son cada dos o tres horas. Ella grita, rompe cosas, me deja de hablar a veces, no la puedo tocar y me dice que se va a ir o que me vaya yo. Después me llama, me seduce ... ¡Dios mío no puedo más! Ayúdeme por favor ... ayúdeme.” Esto me decía mi sufriente asesorado, mientras se secaba sus lágrimas con pañuelos Kleenex. Fotografía: Cortesía Armando Martí[/caption]
Ricardo ya había pasado por los anteriores estadios patológicos, y estaba inmerso en una dolorosa depresión, que había fragmentado todos los disfraces y máscaras que día a día usaba para aparentar estar bien y ser el dueño un personaje construido desde un niño interior herido, por el abandono y la indiferencia de su padre alcohólico (ya fallecido) y su madre codependiente. Mientras observaba sus manos crispadas y sudorosas por la ansiedad, aparecían muchas imágenes proyectadas en mi mente por un extenso banco de memoria, compuesto por infinidad de horas de experiencia acumulada en 35 años de investigación sobre el comportamiento humano.
Debido a esto, asocié diferentes posibilidades y opciones que podían ayudar a este hijo de padres adictos, y que como hijo adulto de relaciones tóxicas, había podido sobrevivir convirtiéndose en un niño/hombre: despersonalizado, complaciente, resentido, iracundo, manipulador, neurótico y vengativo, incapaz de estar solo y desesperado paradójicamente en la misma convivencia con María Paula una adicta y alcohólica, incapaz de expresar, dar y recibir un amor sano en pareja, pues la enfermedad que padece como alcohólica, se lo impide. Que ironía de la vida, esta pareja. Por un lado el “enamorado del amor” y ella “enamorada del alcohol y aquellas sustancias que la sacan de su dolorosa realidad”, soñando con amar cuando en realidad al no tener a Paula y un programa de rehabilitación, estaban ambos lejos de ser felices, tener sosiego en el corazón y construir una familia o una empresa, para realizar sus sueños.
Foto: Cortesía Armando Martí.[/caption]
Lo que alguna vez juntos “vieron o imaginaron” como un paraíso, en poco tiempo se fue convirtiendo primero en una especie de purgatorio afectivo, luego en una cárcel emocional y finalmente en un verdadero infierno personal, en donde lo único que no existe es al amor. La convivencia con el adicto, genera una sorpresa en la pareja, quien tiene que conocer a dos personas distintas dentro de un mismo cuerpo (algunas veces hasta tres o más); la trampa consiste en que por un lado existe la persona que se enamora y crea un vínculo afectivo por el cual quiere luchar, y por el otro lado, descubre a otra persona que causa temor, angustia, decepción, asco, ira y confusión. Esta contradicción después de una frustrante y humillante adaptación para sobrevivir emocionalmente a la situación, los convierte como a Ricardo y a Paula, ayer en una pareja ideal y hoy en una triste y explosiva pareja de adictos y codependientes.
Fotografía: Cortesía Armando Martí[/caption]
Ahora bien, ¿cómo es la convivencia entre adictos y codependientes? Vivir con un adicto puede ser un infierno viviente: impredecible y peligroso, pero a veces emocionante y romántico. Nunca se sabe bajo qué circunstancia empezará un conflicto para ser culpados o acusados de algo. No pueden apoyarse y confiar el uno en el otro, pues la ambivalencia de las emociones fluctúa entre la exageración y la cohibición. Mientras tanto, el codependiente repetidamente rescata al adicto de desastres, emergencias médicas, accidentes e incluso la cárcel, también sufren dificultades financieras, criminalidad, violencia doméstica o infidelidad debido a la conducta del adicto.
En la relación adicto codependiente, rige un ambiente de enojo, angustia, vergüenza y soledad, por eso suelen ocultar sus vidas privadas de amigos, familiares y compañeros de trabajo. De ahí que poco a poco, se ve minada la autoestima del codependiente por las mentiras del adicto, el abuso verbal y la culpa. El sentido de seguridad y confianza se erosiona a medida que crece el aislamiento y la desesperación.
Fotografía: Cortesía Armando Martí[/caption]
La pareja de la persona alcohólica tiene que ser consciente de que sólo quien causa la enfermedad, está capacitado para curarla, es decir, la decisión de dejar el alcohol y sanarse es exclusivamente de quien bebe. Por más de que se le suplique, amenace, intente convencer, llorar y llegar a acuerdos, si el bebedor no está dispuesto a dejar el alcohol, no lo hará. Sólo depende de él, aunque a ellos se les dificulta dada su condición cumplir las promesas que hacen y en contados casos logran un “despertar espiritual”.
La esperanza no debe ser lo último que se pierde, hemos visto los estragos oscuros y tenebrosos de la convivencia entre parejas de adictos y codependientes, sin embargo, los programas de 12 pasos y el apoyo grupal de personas que con sus valientes testimonios de vida sirven en la comunidad terapéutica, son luces clarificadoras para encontrarse a sí mismo.
https://www.youtube.com/watch?v=bIQebU9lA0A&feature=youtu.be
De modo que la idea sería, que la pareja pudiera descentralizarse de la relación insana y luego centralizarse en cada uno, por ejemplo una opción podría ser la separación consensuada por algunos meses mientras se realiza la recuperación. Así, posteriormente pueden decidir si van a continuar juntos o no, y finalmente separados o unidos se centralicen en un Poder Superior al ego insano.
En el caso de Ricardo y María Paula, después de una separación de 90 días, en una sesión de desintoxicación en pareja, decidieron separarse y ella por fortuna para su pareja se fue al exterior a cosechar éxitos económicos pero sin rehabilitación alcohólica; para Ricardo esta relación fue un infierno que se convirtió en una vida sobria sosegada y realista, pues aprendió a vivir solo y a descubrir su interior, superando los problemas de su familia multiproblemática y lógicamente sus defectos de carácter.
Cuando las cosas son claras son doblemente mejor, el resultado de este proceso es liberarse de las mentiras, los prejuicios religiosos y de cualquier idea fanática, para aceptarse tal y como son, pues al erradicar las intenciones ocultas en la relación
de pareja, esta podrá florecer con una nueva vitalidad, bebido a que la amistad es comprensiva y compasiva ante las mentiras y los errores, que se puedan cometer.
Si tengo miedo por las amenazas de abandono y venganza de mi pareja, le seguiré mintiendo para justificar mi deslealtad. Esta acción defensiva, genera una insoportable tensión emocional, que intoxica todavía más la relación. La decisión sana sería, abandonar esta lucha y dedicarse a descubrir la naturaleza de mis errores y acciones.
Los asesorados se sientan a dialogar y a descubrirse a sí mismos. [/caption] La historia de Ricardo se trataba de un “amor” apasionado y romántico, que durante ocho largos años había intentado tener sintonía y eco en María Paula, hoy su exesposa. Ricardo relata que desde el primer momento en que la conoció, se enamoró al instante, a pesar de haber experimentado el dolor de otras relaciones afectivas con varios finales desastrosos. Esta vez sintió, cómo se encendía con más fuerza la llama de un nuevo amor en su amada pareja, lleno de pasión, entrega, esperanza, devoción y sobre todo de ilusión. -“Armando, ¿qué hago? Yo adoro a esta mujer, no se me quita ni un segundo de mi cabeza. Lo que ella me diga estoy dispuesto a hacerlo con tal de que regrese y me ame y cuide, me de su sexo y de su amor. Te lo juro, no puedo vivir sin ella, pero con ella siento que me mata lentamente como si me odiara, temo a sus cambios de humor que son cada dos o tres horas. Ella grita, rompe cosas, me deja de hablar a veces, no la puedo tocar y me dice que se va a ir o que me vaya yo. Después me llama, me seduce ... ¡Dios mío no puedo más! Ayúdeme por favor ... ayúdeme.” Esto me decía mi sufriente asesorado, mientras se secaba sus lágrimas con pañuelos Kleenex.