Así es el museo que cuenta la historia del acordeón

Dom, 30/04/2017 - 06:04
Acomodados pulcramente en estantes de vidrio, con membretes para identificar cada elemento, reposa la colección de acordeones de Alberto 'Beto' Murgas, en Valledupar. Son más de 80
Acomodados pulcramente en estantes de vidrio, con membretes para identificar cada elemento, reposa la colección de acordeones de Alberto 'Beto' Murgas, en Valledupar. Son más de 80 ejemplares los cuales guarda en su casa para hacer de ella un museo en el que se rinde homenaje al instrumento que mejor supo adaptare a la música vallenata. Desde el 2013 este lugar se ha convertido en una parada obligatoria para todo aquel que quiera conocer un poco de la historia del este instrumento, cuya magia a cautivado a costeños, cachacos y extranjeros por igual, haciendo de este una parte esencial del vallenato. Instrumentos de Rusia, China, Italia, Brasil, Alemania, República Checa y otros lugares son exhibidos orgullosos en este lugar que parece detenido en el tiempo. Algunas con más de 100 años de antigüedad y otras son réplicas de precursores del acordeón que alcanzan a ser de la época del hombre primitivo. [single-related post_id="684839"] Tal vez no haya una mejor persona para guardar estos tesoros que Murgas, un hombre que dedicó su vida a este folclor, siendo amigo de los más grandes como 'El Viejo' Emiliano Zuleta y sus hijos, los Hermanos Zuleta, Israel Romero, Daniel Celedón, y muchos otros. Pero esta pasión por conocer la historia del acordeón no nació solamente por la gran tradición vallenata que corre por sus venas, sino por un episodio en el que su hijo 'Beto' (conocido por su etapa en la agrupación 'Gusi & Beto') empezó a interesarse con ser acordeonero. Beto Murgas acordeon casa del museo "Mi hijo quería un acordeón, y yo, con mucho esfuerzo, le mandé a traer desde Venezuela uno muy lindo, antiguo, de dos líneas para que aprendiera. Pero a él no le gustó mucho porque el que usan los profesionales es de tres líneas. Ese instrumento que no le gustó, sí llamó la atención de viejos intérpretes y juglares, que veían en él el comienzo de sus carreras musicales". A partir de ahí investigó por todas partes e inició una travesía para encontrar los diferentes instrumentos que acompañaron al vallenato desde que el acordeón llegó a los puertos colombianos a finales del siglo XIX. Para convertir su casa en un museo todavía faltaba algo. La de por sí atrayente mágica historia del vallenato, tomó proporciones legendarias al conocer a Mario Shung, un panameño de origen chino que enamorado de los sonidos propios de la región, llegó al Festival de la Leyenda Vallenata en el 2009 con un solo propósito: averiguar el origen del acordeón. "Todos le decían que el acordeón era alemán, porque los de acá son marca Hohner y se fabrican en ese país. Pero no quedó contento con esa respuesta, así que se puso a investigar. Al otro año llegó con un instrumento chino que data del 3.000 a.C., que me regaló". Museo del acordeon Se trata del Sheng, el cual tiene el mismo principio sonoro del lengüeta del acordeón. Cuenta que la leyenda que un emperador llamó a un músico para que capturara el sonido del ave fénix que habitaba las montañas de su imperio. El resultado fue este instrumento, cuya forma es la de un pájaro. Tan pronto como Beto lo hace sonar, es fácil encontrar su familiaridad con los sonidos vallenatos. Pero éste evolucionó y en Europa se usó su principio musical para hacer armónicas, para finalmente crear un mecanismo en el que sin necesidad de soplar. [single-related post_id="684780"] Así se patentó en 1829 por Kiril Demian en Viena. De esta forma, el acordeón no es ni alemán ni chino, sino austriaco. Tiene muchas variaciones, y a Colombia pudo llegar el de piano, cromático, el bandoneón, típico en el tango argentino, o la concertina. En cambio, llegó el acordeón diatónico de botones, al principio de una hilera, luego de dos y finalmente de tres, el que actualmente se utiliza. De todos estos, Beto tiene ejemplares en perfectas condiciones que todavía funcionan a pesar del duro paso del tiempo, algunos de los cuales pertenecieron a grandes juglares como Abel Antonio Villa, o una particular colección de armónicas de Leandro Díaz. Este contenido es patrocinado por:  
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