Mónica Gómez vive en España hace más de tres años. Desde que llegó ha sentido la calma y la paz que el país refleja, y que se ve en las fotografías que ella publica en sus redes sociales. Nació en Colombia, pero los planes familiares la llevaron a Venezuela, y de ahí a varios países. Sin embargo, Europa era el destino soñado de la periodista impreso, amante de la literatura, que ayer estuvo a una cuadra del atentado que aún mantiene aterrorizado toda la población de Las Ramblas, Barcelona y el mundo.
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Hace cuatro meses Mónica trabaja en una agencia de publicidad ubicada a una cuadra de la zona por donde paso el carro a toda velocidad y se llevó a su paso a más de 100 personas. Confiesa que nunca ha sentido miedo del terrorismo, pero admite que entiende porqué ocurre y porqué los europeos sí le temen, aunque hoy le griten a los terroristas “No tinc por” en español, "no tenemos miedo".
Pánico grupal
Mónica estaba a punto de terminar su jornada laboral. Después de guardar sus cosas decidió ir al baño. Al volver, uno de sus amigos catalanes le dijo en tono bajo lo que acaba de ocurrir. Él temblaba, y ella no dudó en tomar el teléfono de inmediato para comunicarse con su mejor amiga que trabaja justo en la zona del atentado, que definió como un lugar muy concurrido, más en estas fechas de verano. Intentó medir la cantidad de personas e indicó que es como estar en la plaza de Bolívar de Bogotá, o un centro comercial de tres pisos "En ese lugar siempre hay mucha gente, muchos turistas por eso hubo mucha sangre, destrucción, y muertos".
Mónica contó que todos en su lugar de trabajo no dejaban de ver sus teléfonos, imágenes y vídeos de lo que hasta ese momento eran las dos primeras personas muertas. "Pusimos televisión en vivo, canales nacionales, y todos estaban pegados a las redes sociales para ver qué más contaban. Empezaron a circular vídeos con una velocidad pasmosa, todos dejamos de trabajar, estuvimos atentos porque las primeras informaciones que se tenían era que no habían detenido a los responsables, y solo nos indicaban que no saliéramos a la calle, que nos resguardáramos".
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Las alarmas se encendieron. Por un momento del día, la ciudad estuvo en alerta roja. "Todos llamaban, mis padres se comunicaron de inmediato, llamé a mis amigos y afortunadamente todos estaban bien, pues la mayoría vive o trabaja cerca de esta zona, Las Ramblas", narró.
Tres horas estuvo encerrada junto a un centenar de personas que trabajan en la torre. Tres horas de pánico que fueron descendiendo a medida de que se enteraban que sus familias y amistades se encontraban bien. "Nunca había estado en una situación como esta, pero fue duro porque el lugar donde ocurrió el ataque pudo haber estado cualquier persona, en cualquier momento del día por cualquier razón: tomar un bus, comer algo, comprar algo".
Mónica amaneció serena. A la mañana siguiente del atentado viajó a Málaga, pero contó que la ciudad está "tranquila, dentro de lo que cabe. Hay uniformados en las calles, pero la gente salió a demostrar que no tiene miedo". Sin embargo, por las redes sociales circulan imágenes de personas caminando despacio, prevenidas, mirando a los lados demostrando temor, y se aferran a sus dispositivos móviles como la fuente que alerta cada acontecimiento que se pueda generar en la ciudad. "¡No hay miedo!", insisten en gritar sus ciudadanos de Barcelona, que salieron a repudiar este hecho de violencia, pero también hay otro ambiente, hay silencio, desespero, todos síntomas del terror.