De promesa musical en Venezuela a las calles de Bogotá

Mié, 20/02/2019 - 12:08
Hace diez años, en 2009, los jóvenes del Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela interpretaron en el Teatro Teresa Carreño de Caracas la Sinfonía No. 10 de Shostakovich,
Hace diez años, en 2009, los jóvenes del Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela interpretaron en el Teatro Teresa Carreño de Caracas la Sinfonía No. 10 de Shostakovich, conducidos por el mundialmente célebre Gustavo Dudamel, el actual director de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles. Este famoso sistema de orquestas que fue creado por el maestro José Antonio Abreu en 1975, ha sido la cuna de músicos tan famosos como Dudamel, recorriendo numerosos escenarios internacionales, entre ellos, la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York; la Ópera de Viena y el Vaticano. Entre los jóvenes que tocaron esa noche de febrero en el Teresa Carreño se encontraba el violista José Gregorio Pacheco, entonces de 15 años, quien pertenecía a esa talentosa camada de músicos de una organización que ha sido durante muchos años un orgullo de Venezuela en el ámbito artístico mundial. [single-related post_id="1021666"] Hoy, José Gregorio se encuentra en Bogotá tratando de sobrevivir, luego de haber realizado una travesía de kilómetros a pie desde Cúcuta, entre agosto y septiembre de 2018, a la espera de no perder una oportunidad en una importante institución universitaria de la capital de Colombia. Incluso, después de que delincuentes le robaran su viola en las calles de la ciudad. El joven músico le contó su historia a la Agencia Anadolu, donde habló de su amor por la música que aprendió a tocar desde niño, su participación en las Orquestas Juveniles de Venezuela, el recuerdo de sus maestros, así como su huida de Venezuela y la oportunidad que podría perder por cuenta de un incidente desafortunado.

Descendiente de las Orquestas Juveniles

“Mi carrera musical la inicié a los ocho años. Mis hermanos tocaban instrumentos también y ellos siempre me insistían que fuera a las orquestas a aprender. A partir de los ocho empecé a tocar viola, elegí ese instrumento por el sonido, me encantó”, relata José Gregorio. Aunque es originario del sector popular de El Valle -en Caracas- las condiciones económicas no fueron obstáculo para estudiar música. Dice que las Orquestas Infantiles y Juveniles “son núcleos donde la música es gratuita. Allá puede llevar uno a los niños, se inician en la orquesta, lo van poniendo a uno con todos los instrumentos a ver cuál le gusta a uno más y ahí empieza su carrera musical”. De sus clases en la Orquesta recuerda a sus maestros: “Poco a poco fui creciendo musicalmente gracias a mis profesores que me ayudaron mucho: Raúl Noriega, una profesora llamada Leyda y después ensayaba con el maestro Gustavo Dudamel. Él nos dirigió en el Teresa Carreño y tocamos la Quinta de Shostakovich; Christian Vásquez, también otro director muy famoso. Fue una experiencia muy bonita haber conocido a esas personalidades de la música”. Al maestro Abreu, fundador de las Orquestas, lo conoció durante ese concierto de 2009 en el Teresa Carreño. “Después que terminamos ese concierto, él se acercó al camerino y nos saludó a todos. El maestro [era] un señor muy humilde, en paz descanse mi maestro”. [single-related post_id="1025830"] Haber pertenecido a las Orquestas Infantiles y Juveniles es una experiencia que lo llena de alegría: “Hay una dinámica entre orquestas que es algo muy bonito. Tocar una Marcha Eslava, cualquier cosa de eso es algo bonito, que está en ti, ¿sí me entiendes? Tu instrumento es tu corazón, hablas a través de él”.

Hacia la diáspora

La crisis social y económica que golpea a Venezuela también llegó al hogar de José Gregorio Pacheco. Cada vez fue más difícil ganarse la vida como músico y sus padres necesitaban ayuda. “En Venezuela las orquestas se estaban cerrando, ya no había economía y era todo un poco más difícil que antes. Mi familia estaba pasando por un momento económico muy mal, mi papá y mi mamá son señores mayores, jubilados y yo me sentía triste porque no podía [conseguir] cómo ayudarlos, lo poco que conseguía ya no bastaba como para suplir”, cuenta José Gregorio. En julio de 2017 decide abandonar Venezuela, a pesar de que sus padres no estuvieron de acuerdo: “Tuve que tomar esa decisión, así les dije y pues ellos no estuvieron muy de acuerdo. ¿Qué papá está de acuerdo con que su hijo se desprenda de ellos? Con mis raíces allá, pero ¿qué se puede hacer?”. A ocho días de cumplir años, como él lo indica, salió de Venezuela en medio de la diáspora. Primero llegó a Cúcuta, donde trabajó con mariachis y con orquestas, en fiestas de 15 años y bodas, además de rebuscarse dando clases de música; todo el sustento se lo ganaba con su viola. “No solo es un instrumento. Me lo regalaron mi papá y mi mamá cuando yo tenía ocho años y el valor sentimental que tenía hacia él era muy grande, he recorrido muchas orquestas en Venezuela y he recorrido un poco de Colombia con ese instrumento y estoy donde estoy gracias a él”, dice el joven violista. También le dio sustento para llegar hasta Bogotá: “Pues claro, traía mi instrumento, él logró que yo llegara acá desde Cúcuta a pie. Por el camino toqué, comí, nunca dormí en la calle, la gente me colaboraba mucho, tocaba en los bares, en restaurantes, en sitios donde pudiera generar algo para poderme mantener por el camino”.

Un músico sin su instrumento

En septiembre de 2018, José Gregorio llegó a Bogotá con otros compañeros músicos. En la capital colombiana fueron víctimas de la inseguridad el pasado mes de enero mientras intentaban ganarse la vida tocando cerca de un reconocido centro comercial. “Un día salí con uno de mis compañeros a almorzar, nos encañonaron con cuchillos y pistolas. A varios que estábamos ahí nos despojaron de todo. Yo arriesgué mi vida, comentándoles que ese era mi instrumento, mi trabajo. Al quitármelo he perdido el arriendo, no he comido muy bien y casi no puedo ayudar a mi mamá en Venezuela”, relata. Este desafortunado episodio puede hacerle perder una gran oportunidad, según relata el mismo Pacheco. La oportunidad llegó a través de una persona que lo vio tocar, “un señor me dio su número y me dijo que me iba a hacer una audición para pertenecer a la Universidad Corpas. Esa audición va a ser en este mismo mes, por ahí el 27”, lamenta el músico. Aunque desde la pérdida de su instrumento ha tratado de conseguir otros trabajos, José Gregorio sabe que su talento es lo que tiene para ofrecer a los demás. “He hecho de todo un poco, pero eso es lo que sé, eso estudié y de eso me gradué. Necesito mi instrumento para poder audicionar y cambiar mi vida, ya que con él me ganaba la vida acá, ¿sí me entiende? Y que me hayan quitado mi instrumento, pues he quedado entre la espada y la pared”. A pesar de este incidente, su carácter se mantiene positivo y eso refleja en su voz. Dice que no pierde las esperanzas: “He sufrido un poco, pero pa'lante es pa'allá. Con bendiciones del señor, yo sé que voy a conseguir mi instrumento para poder pertenecer a esa universidad. No quiero perder esa oportunidad que no tienen acá muchos extranjeros como yo”. Quiere dejar el mensaje de que no todos los venezolanos vienen a hacer cosas malas y en cambio, muchos vienen a ofrecer lo mejor que tienen: “Es algo que yo cambiaría de la perspectiva que tienen muchos colombianos sobre nosotros. No todos somos iguales, no todos venimos a hacer daño acá, unos sí venimos a trabajar... porque a eso más que todo venimos acá: a ayudar a nuestras familias”.
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