El otro escándalo de Iván Moreno

Vie, 20/01/2012 - 10:30
En la madrugada del sábado 1 de junio de 2002 las llamas arrasaron en sólo quince minutos el Palacio Municipal de Bucaramanga. El alcalde era Iván Moreno Rojas, quie

En la madrugada del sábado 1 de junio de 2002 las llamas arrasaron en sólo quince minutos el Palacio Municipal de Bucaramanga. El alcalde era Iván Moreno Rojas, quien después de haber sido viceministro de salud en el gobierno de Ernesto Samper, se trasladó a Bucaramanga, ciudad natal de su papá, Samuel Moreno Díaz, y donde su mamá, María Eugenia, había dejado un importante caudal político con las banderas de la Anapo.

El incendio lo ocasionó un corto circuito en el tercer piso. Allí se encontraba más del 80% de la documentación de archivos de los contratos que había firmado Iván Moreno durante los tres años de su gestión. Dos en especial estaban bajo la lupa de la contraloría y el concejo de la ciudad.

La estación principal de Bomberos de Bucaramanga está localizada a menos de cinco calles del Palacio Municipal. La distancia se recorre a pie en cuatro minutos, 494 pasos. En un carro de bomberos habrían tardado segundos en apagar las llamas. Cuentan que los vecinos que conversaban en el Parque García Rovira, frente de la Alcaldía, llamaron a los bomberos para advertir la emergencia y que ellos les respondían con chistes.

Iván Moreno llegó al otro día después de que las llamas habían arrasado con los archivos.

Según el informe oficial del Cuerpo de Bomberos de Bucaramanga,  la policía alertó sobre el fuego diez minutos después de haberse iniciado. Doce minutos después, a las 12.27 a. m. se hizo presente el primer carro, la Móvil 8 (modelo 85). Una máquina de ataque rápido y con capacidad para expulsar sólo 300 galones por minuto, que resultaba insuficiente para la emergencia. El maquinista debió regresar a la estación a buscar una más potente, la Móvil 12, (modelo 87) con una capacidad para expulsar 1.200 galones por minuto.

Las llamas devoraron la documentación de la Personería de Bucaramanga, en los que se adelantaban mil procesos disciplinarios en contra de empleados públicos; doscientas investigaciones de la Contraloría por responsabilidad fiscal y cincuenta de jurisdicción coactiva; los estudios del Plan de Ordenamiento Terriorial, P.O.T., documentación de las Secretarías de Infraestructura, Obras Públicas, Planeación; cinco mil registros de beneficiados del Sisbén; el Archivo General del Municipio, y toda la documentación del despacho del alcalde Iván Moreno Rojas. Los pliegos de los dos  contratos más importante: el de la malla vial y de los cepos inmovilizadores de vehículos.

Ni los archivos ni los computadores se salvaron del fuego que dejó inservible la estructura del Palacio Municipal.

A las 2.30 a. m., dos horas después, el incendio pudo ser controlado. Fue insuficiente la experiencia del cuerpo de bomberos de haber atendido 141 episodios en el primer semestre de 2002. La alarma en la ciudad fue general y el director de Vanguardia Liberal, Sebastián Hiller Galvis, dio la orden de detener la rotativa para poder salir el sábado 1 de junio con lo sucedido. El único que no reaccionó de forma inmediata fue el mayor interesado: el alcalde Iván Moreno Rojas. Se presentó cuando el edificio era una ruina y los documentos cenizas, a las 11 a. m.

El incendio del Palacio Municipal fue un hecho que conmocionó a toda la población.

El hecho nunca se investigó con seriedad en Bucaramanga. La Personería y la Contraloría no se pronunciaron, a pesar de haber perdido documentos con investigaciones claves. La Fiscalía delegada en la ciudad tampoco se interesó por buscar las causas del incendio.

El Alcalde continuó como si se tratara de un hecho rutinario y no hizo nada distinto a presentarle al Concejo una solicitud de adición presupuestal por 2 mil millones de pesos para la construcción de un nuevo edificio. Al final, Moreno utilizó ese dinero en obras menores, porque la compañía de seguros Colseguros desembolsó un total de 10.000 millones para las obras. Este hecho se convirtió en un nuevo foco de inquietudes e interrogantes para la ciudadanía. El político liberal anapista Honorio Galvis Aguilar, quien sucedió a Iván Moreno en la alcaldía, propietario La Nacional Agencia de Seguros S.A., fue quien le vendió todas las pólizas a la alcaldía de Bucaramanga, pero su firma nunca apareció en los documentos oficiales.

Maria Eugenia Rojas, “La Capitana”, fue durante su administración en Bucaramanga la Primera Dama, aquí lo acompañó en su posesión como Viceministro de Salud.

Honorio Galvis Aguilar ya tenía en mente aspirar a la alcaldía, y un negocio de ese calibre lo habría inhabilitado. Aunque su relación accionaria con la compañía de seguros habría sido argumento para impedir su postulación, nunca se dio el debate público en la ciudad. Durante la alcaldía, como escudero de Iván Moreno, Galvis se encargó de no dejar prosperar los debates que diferentes sectores políticos intentaron hacerle al secretario de infraestrutura Luis Alfonso Martínez Barragán, por las obras del nuevo edificio. El contrato se le otorgó al consorcio Beltrán Becerra en una licitación pública que tuvo sólo un proponente. El periódico Vanguardia Liberal ha cuestionado la adjudicación que hizo Iván Moreno el 30 de diciembre a la media noche, el último día de su gobierno, cuando la ciudad estaba desierta. El contrato se perfeccionó el 3 de enero de 2004, dos días después de la posesión de Honorio Galvis.

Iván Moreno regresó a vivir a Bogotá con La Capitana, su mamá, quien se había trasladado a Bucaramanga a acompañarlo como Primera Dama del municipio. Bastaron pocos meses de campaña para lograr llegar al Senado a reemplazar a su hermano, Samuel, en la curul que le ha pertenecido por décadas a la Anapo. De su gestión como alcalde no quedan sino especulaciones alrededor de la  contratación pública, pero sin bases fácticas que hayan permitido iniciar investigaciones sólidas. Muchas evidencias se las llevaron las llamas en ese 1 de junio de 2002. Existen otras posibles irregularidades posteriores, como la contratación de la malla vial, proyectos de vivienda de interés social, la instalación de los cepos inmovilizadores de carros, los taxímetros y el manejo de las ferias forman parte del rumor diario de la gente de Bucaramanga, pero no hay pruebas. Sin embargo, del famoso incendio le quedó un recuerdo, su sobrenombre: “Nerón  Moreno”.

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