Párroco, rockero y piloto son tres características que definen a Paulo Andrés Palencia, un boyacense que reparte su vida entre el altar y la pista de carreras.
Paulo Andrés lleva 10 años de vida sacerdotal y un poco menos dedicado a su otra pasión: el deporte de motor. Dice sentir la misma adrenalina al sobrepasar un auto con el acelerador a fondo y al impartir la homilía en la eucaristía ante el fervor de sus feligreses.
Escuche la historia de Paulo Palencia, el sacerdote piloto:
El padre Paulo, adscrito hoy a la Diócesis Duitama-Sogamoso, nació en el seno de una familia tradicional de Boyacá. Es el menor de siete hermanos, hijos de un militar y una enfermera de quien recibió la formación para su camino de vida.
Cuenta que su amor por los motores empezó cuando su tía Inés le regaló un camión mezcladora de juguete que armaba, desarmaba, e iba modificando. De su padre también aprendía varias cosas ya que el militar trabajaba en la división de transportes del Ejército y le enseñaba mecánica.
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Jhon Freddy Rodriguez[/caption]
Al terminar el bachillerato en el Colegio Nacional Sugamuxi en Sogamoso, tomó la decisión de ser sacerdote. Al principio su familia quedó sorprendida por esa determinación, ya que a Paulo lo veían como un grandioso médico, un prominente ingeniero, hasta su padre contempló la esperanza de que siguiera sus pasos y fuera un exitoso militar.
“Los sacerdotes somos elegidos, es un llamado de Dios que se cruzó en mi camino”.
Ingresó al Seminario Mayor de Tunja para empezar a escribir su historia e ir forjando el camino que Dios le indicó para su proyecto de vida, como si se tratara de la grilla de partida desde donde se espera la luz verde para pisar el acelerador a fondo.“La formación sacerdotal es de mucha disciplina humana y espiritual, entramos 42 seminaristas en el año 2000 de los cuales nos graduamos nueve”.
Fueron ocho años de intensidad académica y espiritual, donde tuvo momentos complicados y otros muy satisfactorios, liderando procesos académicos, serviciales y religiosos, superando obstáculos y pruebas que fortalecían su proceso sacerdotal.
Otro de sus amores es el rock. Es seguidor de Metallica y Def Leppard. Algunas veces fue sorprendido escuchando estos grupos a alto volumen en las instalaciones del seminario; sus superiores, al ver que no podían luchar contra su pasión, solo le pedían al menos bajarle el volumen.
A pesar de ser un sacerdote consagrado no comparte actitudes religiosas, como el de la típica persona “rezandera”, o aquellas que exageran mostrando su fe. Según él, la fe debe llevarse en lo más profundo del corazón. “Yo nunca tuve un perfil religioso. No soy religioso”.
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Diana Barrera[/caption]
Tras arrancar su vida sacerdotal, llegó a la Catedral de la ciudad de Sogamoso, Parroquia Nuestra Señora del Carmen y a la Parroquia María Auxiliadora de la ciudad de Duitama.
Día a día su pasión por los motores ganaba velocidad dentro de sí. Su sueño de niño estaba cada día más inquieto. Las narraciones de Germán Mejía Pinto detallando las hazañas de Juan Pablo Montoya en la Fórmula 1, se convertía en la voz interna que que le gritaba ¡Inténtalo! Y lo intentó.
Empezó corriendo piques de cuarto de milla, acelerando a fondo quemando llantas y enfrentando rivales con el reto de cruzar primero la línea de meta y ver ondear la bandera a cuadros, empuñando su mano en señal de satisfacción por el logro obtenido.
A medida que iba corriendo adquiría más experiencia y mucho más gusto por el volante a toda velocidad. Poco a poco modificaba su vehículo para poder ser más competitivo y mejorar sus registros.
Se inscribió de manera incógnita para participar en la Copa Cumbres, una categoría de aprendizaje. Tenía un Volskwagen Jetta modelo 2014 y el día de su primera competición el carro no encendió. A pocos minutos de iniciar la carrera tuvo que inscribir el carro de sus padres, un viejo Chevrolet Sprint modelo 1999, color rojo carmesí, que el padre Paulo denominó como “el carro de hacer los mandados”. Corrió y obtuvo un gran segundo lugar.
Ese episodio fue un golpe de suerte, pero tuvo más suerte el día que en una valida de Copa Cumbres, en el municipio de Firavitoba, en Boyacá, cuando en una curva Paulo pierde el control de su carro, saliéndose de esta, dando un bote afortunadamente sin sufrir rasguño alguno; la curva quedó establecida como la “curva del padre”.
“Uno no es piloto si no bautiza una curva”.
Después del accidente tuvo temor de lo que le pudieran decir sus superiores, y contó al Obispo en qué andaba, quien, aunque quedó sorprendido, no vio problema en que siguiera corriendo sin abandonar sus obligaciones eclesiásticas.
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Diana Barrera[/caption]
Carrera a carrera su espíritu competitivo iba creciendo. Quiso explorar en la modalidad de circuito, e ingresó a la academia de la categoría TC 2000, apoyado por su gran amigo el periodista especializado en deportes a motor Ricardo Soler.
Para iniciar este proceso empezó a modificar su Chevrolet de los mandados con especificaciones para esta categoría, el cual luego bautizó como “El poderoso” en homenaje al vehículo que lo ayudó a debutar en Copa Cumbres.
Con gran expectativa y casi comparable como cuando iniciaba en el seminario, Paulo aceleraba repasando el circuito del Autódromo de Tocancipá en categoría Clase C, desbordando adrenalina y velocidad en el asfalto.
“Cuando corro me encomiendo a la Virgen de Guadalupe, es mi protectora”
Esta experiencia en Clase C fue dando sus frutos, su rendimiento y los tiempos registrados por El Poderoso iban mejorando constantemente, sorprendiendo a los demás pilotos y a él mismo; tanto así que estos registros le valieron el ascenso a la siguiente categoría, la Clase B.
Algunos de sus rivales lo “molestan” jocosamente, diciéndole que tiene “palanca” de Dios, ya que es uno de sus ministros y que claramente no será abandonado por el Jefe.
Paulo vive intensamente cada carrera. Como cualquier competidor sufre y se satisface con el logro obtenido, peleando de tú a tú con sus rivales para lograr un lugar en el podio, olvidando por completo su benevolencia eclesiástica. "Cuando corro soy piloto, no sacerdote”.
En este proceso él se las arregla solo. Mientras sus rivales cuentan con equipo completo de mecánicos, apoyo técnico y demás, Paulo en solitario suple todo eso. Sin embargo, dice que siempre cuenta con el apoyo de Dios, su hermana Alba Luz quien funge como mánager, su familia, patrocinadores y comunidad.
Los éxitos en las pistas seguían creciendo hasta que llegó a liderar su categoría, frente a pilotos con más experiencia y pericia que él. El sacerdote demostraba su talento y capacidad, ganándose el respeto y la admiración de sus rivales, especialistas en automovilismo y aficionados.
Paulo deslumbra de alegría cada vez que llega un fin de semana de competencia; durante los días previos alista todo para su Poderoso, cuida y está pendiente de cada detalle para que todo salga bien, supervisa que todo esté perfecto, bendice su vehículo y viaja casi dos horas y media desde la ciudad de Duitama en el departamento de Boyacá hacia el Autódromo de Tocancipá.
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Jhon Freddy Rodriguez[/caption]
Los domingos después de derrochar energía y adrenalina en la pista, vuelve a Duitama, cambia el traje de carrera y el casco por su sagrada sotana. Sin falta, después del viaje, llega a su parroquia a celebrar la misa de seis de la tarde; como si fuera el timón de su carro conduce a sus feligreses por la pista de la enseñanza para llegar a la meta del amor a Dios y al prójimo.
“Nunca he pensado en dejar el sacerdocio para dedicarme por completo al automovilismo”
Por estos días Paulo viajó al Vaticano, donde estará aproximadamente por tres años, este hombre también quiere ser periodista, y en Roma adelantará estudios en comunicación. Por el momento se alejará de las pistas, aunque dice que aprovechará su estadía en Europa para adquirir conocimientos en un país pionero en el automovilismo deportivo, para aplicarlo en su vuelta a Colombia.
El pasado mes de diciembre recibió un reconocimiento en la ceremonia de premiación de la competencia TC 2000 Colombia, por finalizar la temporada en el 3er puesto y como uno de los mejores novatos de la temporada. En su regreso al país irá por más.
Escrito por:
David Palencia.