Federico Ríos en los días póstumos de una guerra sin final

Publicado por: carol.velasquez el Jue, 27/02/2020 - 10:28
El reconocido fotógrafo presentará su nueva exposición sobre el conflicto en Bogotá

“Yo sabía a dónde quería llegar, pero no cómo. ¿Quién me cuidaba? Nadie. Tenía un esquema de seguridad con la Cruz Roja Internacional que prácticamente estaba diseñado para una cosa: si me mataban, ellos tenían conocimiento del lugar en el que podían recoger mi cadáver”, estas palabras del fotógrafo colombiano Federico Ríos (quien ha publicado su trabajo en medios internacionales como The New York Times, National Geographic, Times Magazine y Leica Magazine) sirven como punto de partida para entender que en su carrera periodística hay una palabra dominante: incertidumbre. 

Durante una década y con un morral en el que carga condones para guardar las memorias SD, cámaras, paños húmedos y Crema Número 4 (un ungüento que sirve para apagar el ardor de las peladuras producidas por las extensas jornadas a lomo de mula), Ríos capturó la cotidianidad de la entonces guerrilla de las Farc. 

El resultado de este trabajo es una exposición titulada 'Los días póstumos de una guerra sin final', una serie de imágenes expuestas en la galería Bandy Bandy (Bogotá), que bajo la curaduría de la francesa Céline Lerebourg registran la vida de una guerrilla que "no se desmovilizó por completo".

Así lo aseguró Ríos durante la presentación de una obra que contiene desde “la monotonía castrense” -en la que la relación de un guerrillero con su fusil es comparable con el vínculo que tiene un citadino con su celular-, hasta las trivialidades de una rutina donde hay tiempo para un partido de fútbol entre la "selección de las Farc" y un equipo de cualquier municipio de la selva colombiana. 

Ríos cuenta que “muchos de los miembros de las Farc nunca aceptaron estar en el proceso de paz. El Frente Primero es un ejemplo claro de esto, ellos preferían mantenerse dentro de su ideología guerrillera armada. Entonces, decir que son disidencias es lingüísticamente complejo. En medio de este trabajo he tratado de ser muy justo con las palabras y por eso creo que lo que se conoce como ‘disidencias de las Farc’, son realmente ‘disidencias del proceso’”.

Proceso que según el expresidente Juan Manuel Santos pretendía, entre otros puntos, humanizar un conflicto armado de 60 años. 

“El pecado y error fue haber deshumanizado este conflicto -dice Ríos. Por eso, cuando la gente se deja tocar por las fotografías y se deja envolver por las historias que hay detrás de las imágenes, alcanza a comprender que llevamos muchos años matándonos entre hermanos. Espero que cuando las personas vean estas fotos sepan que quienes empuñaban el fusil en las Farc también eran humanos. Gente que tenía sueños, intenciones, aspiraciones y el convencimiento de una causa política”. 

Es así como, entre los matices de la vida armada y la crudeza de la selva colombiana, Ríos muestra a unos guerrilleros alejados de los arquetipos creados por los noticieros nacionales. En Los días póstumos de una guerra sin final no hay asesinos con una maldad endógena, hay personas. 

“Mi trabajo y el ejercicio de esta exposición es muy delicado -continúa Ríos. Yo no estoy en favor del uso de las armas, pero tampoco puedo sostener, después de lo que he visto, que la guerrilla era una máquina de matar y secuestrar. Pensar que estos tipos armados en la ruralidad son los únicos culpables de lo malo que vivimos en el país, es muy reduccionista. Es sencillamente querer tirar el agua sucia en el prado del vecino”. 

En el 2012, las Farc y el gobierno de Santos comenzaron en La Habana, Cuba, unas negociaciones de paz que prometían mejor suerte para los campesinos de Colombia. Durante ese periodo -y en los años posteriores a la firma de lo pactado (2016)- Ríos fue testigo de que, pese a las buenas intenciones, la implementación del acuerdo se lleva a cabo en medio de una atmósfera jurídica, social y política de zozobra. 

“Hay un pueblo pequeño en el que empecé a fotografiar a las Farc y donde además conocí a los líderes civiles, gente que no encarnaba el ideal guerrillero”, recuerda Ríos. 

“A ese lugar volví tras la salida de las Farc (debido a la rúbrica del acuerdo) y la gente me empezó a decir: 'Oiga Federico, si usted de pronto tiene algún contacto con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), ¿por qué no les dice que vengan?'. Pasado un tiempo la misma comunidad habló con el ELN y esa guerrilla llegó a un pueblo en el que los recibieron como héroes. ¿Por qué? Por la orfandad estatal. Allí las personas necesitaban un control policial y una revisión”. 

Para nadie es un secreto que las Farc ejercían algún tipo de control social en la periferia rural de Colombia. Cuando esta guerrilla se alejó de los territorios que controlaba, las comunidades asumieron que el Estado finalmente iba a llegar. No pasó. “Ahí fue que hizo presencia el ELN, pero también las Autodefensas Gaitanistas, los Caparrapos, las Guerrillas Unidas del Pacífico y muchos otros grupos”, afirma Ríos. Una dinámica en la que se ha revictimizado a los territorios campesinos, según el fotógrafo. 

“Este tipo de exposiciones -no solo la mía, también la de muchos otros fotógrafos que están yendo a estos lugares- son un esfuerzo por acercar a la gente a esa realidad rural que les es ajena. Sirven como ventanas para que alcancen a dimensionar y reflexionar sobre el tipo de país que tenemos ahí afuera”, concluye Ríos.

Por: Anadolu.

Foto: Juan David Moreno - Agencia Anadolu.