En el libro "La nostalgia de las almendras Amargas" el escritor Juan Esteban Constaín recopila los textos que el Nóbel publicó en la revista Cambio entre 1998 y 2006. KienyKe.com reproduce la
En el libro "La nostalgia de las almendras Amargas" el escritor Juan Esteban Constaín recopila los textos que el Nóbel publicó en la revista Cambio entre 1998 y 2006. KienyKe.com reproduce la introducción que Constaín elaboró para este volumen.
Juan Esteban Constaín.
De El Universal pasó García Márquez a El Heraldo de Barranquilla, y de allí, gracias a la orden perentoria de Álvaro Mutis que le dijo que si se quedaba con esos borrachos de La Cueva nunca escribiría ninguna de las novelas magistrales que tenía que escribir, pasó a El Espectador de Bogotá, donde muy pronto fue el cronista estrella. Y aun cuando las novelas magistrales empezaron a salir por fin de su sombrero de mago —con palabras de oro, pescados que atraviesan la urdimbre—, Gabriel siguió siendo eso, un periodista, aunque cada vez tuviera menos tiempo y cada vez la gloria fuera más posesiva con él y con sus libros. Pero siempre dejaba un pie al otro lado, en el cercado de al lado, para no perder el contacto con la realidad. En Prensa Latina, en Alternativa, en ese sueño fallido después del Nobel que fue el periódico El Otro, o en la Fundación Iberoamericana de Nuevo Periodismo que recoge muchas de sus preocupaciones éticas y filosóficas y narrativas, y prácticas, de cómo formar bien a quienes hoy se dedican al mejor y más difícil y complejo oficio del mundo. “Pues el periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie que no la haya padecido puede imaginarse esa servidumbre que se alimenta de las imprevisiones de la vida. Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente”, dijo en un discurso de 1996.
Dos años después, en 1998, García Márquez se dejó tentar por su amigo y casi sobrino Mauricio Vargas, quien había logrado convencer en Bogotá a algunos de los mejores periodistas de Colombia para hacer una revista, un semanario de opinión y de actualidad, de investigación. Allí, en ese proyecto, estaban María Elvira Samper, Pilar Calderón, Roberto Pombo, Ricardo Ávila, Edgar Téllez y el propio Mauricio: una selección de lujo de la historia reciente del periodismo colombiano. Pero el sueño de todos era que Gabo, como le decían sus amigos, estuviera también. Y ante el asombro de todos, Gabo aceptó. Vino entonces una febril y festiva andanada de reuniones, cabildeos, especulaciones, vueltas de tuerca, trámites, debates, discusiones, arreglos, desarreglos, hasta que la nueva sociedad se lanzó al ambicioso proyecto de comprar la revista Cambio, antes Cambio 16, que ya existía con un importante capital histórico y periodístico tanto en España como en América. A finales del año se concretó el negocio, y a principios de 1999 los nuevos dueños se hicieron cargo de la nave, dándole desde el primer número su sello y su puntal. Fue así como nació Cambio: la Cambio de Gabo y sus amigos; la última de sus grandes aventuras en el periodismo.
Cambio era publicada ahora por una empresa que se llamaba como el médico en Del amor y otros demonios: Abrenuncio S.A., y en lo más alto de la bandera se leía: “Presidente del Consejo Editorial, Gabriel García Márquez”. Pero su presencia allí no iba a ser solo la de un oráculo o la de una sombra tutelar, o la de un abuelo benefactor, sino también, y sobre todo, la de un maestro del periodismo que estaba pendiente de cada detalle, y cuyo criterio implacable y siempre original, siempre, excedía los problemas del lenguaje y del estilo y lo cubría todo: el contenido, la diagramación, la titulación, los anuncios, todo. La idea era que García Márquez, como gran firma y gancho de la revista, escribiera cada tanto textos largos que harían —y hacían, hicieron— las delicias de los lectores: perfiles de grandes personajes, crónicas, entrevistas, reportajes. Inauguró además una sesión que era un puro divertimento, Gabo contesta, en la que sus lectores del mundo le mandaban cartas como si de un consultorio sentimental se tratara, y acaso sí, y él las respondía en un tono relajado y confidencial, lleno de guiños y picardía; sin embargo allí quedaron esparcidas, como verdaderas perlas, algunas de sus mejores revelaciones sobre el oficio de escribir y sobre su propia obra. Pero cada semana llegaban desde México, en carta o por fax, sus notas sobre cómo veía él la revista: cómo pensaba que podían mejorarse los textos y su presentación, los colores de la armada, el lead de las columnas. Y con sus propias cosas no tenía ningún tipo de piedad, diseccionándolas con un bisturí de tinta roja que no dejaba piedra sobre piedra. Sobre el número en que apareció su perfil de Hugo Chávez, "El enigma de los dos Chávez", escribió una glosa feroz y brillante:
El texto del reportaje tiene toda clase de tropiezos: un adverbio de modo terminado en mente que cayó del cielo, una línea completa que desapareció, y otros varios accidentes tipográficos que se explican por la premura. Entre ellos, me falta un espacio respiratorio antes del último párrafo.
Por lo demás, el texto es “lo que pudo haber sido y no fue”. Le falta más tensión interna, limpieza de estilo, algunas ráfagas de la vida familiar de Chávez, y algo de Colombia en relación con su vida y su política. Indigno de un premio Rómulo Gallegos.
Este libro recoge los mejores textos de Gabriel García Márquez en Cambio: su última gran época como periodista y una de las más prolíficas que vivió, interrumpida luego por el cáncer y por la publicación de sus memorias. Aquí están sus perfiles, sus crónicas; y están también, completas, sus respuestas a los lectores. Hemos incluido además tres entrevistas al maestro publicadas en el periódico El Tiempo: una muy antigua, en Barcelona, en 1968, con Daniel Samper Pizano, y otra también de ellos dos en 1990, cuando parecía que GGM iba a ser candidato a la constituyente; la otra es una conversación con Roberto Pombo en 1996, cuando la publicación de Noticia de un secuestro. Este libro es un homenaje al talento del colombiano más grande de todos los tiempos: el que mejor supo desentrañar, con sus libros y sus palabras y sus intuiciones, el misterio de lo que somos. Pero es también un homenaje a sus lectores, para que renueven con él, aunque sea un poco, la nostalgia de las almendras amargas y el olor de la guayaba. El milagro de un estilo que morirá con el mundo, no antes ni después.
* Citada en: Gabriel García Márquez, Obra periodística Vol. I, Textos Costeños-1, Recopilación y prólogo de Jaques Gilard, Editorial La Oveja Negra, Mayo de 1983, Bogotá.