No tienen la menor idea de lo que poseen pero viven en mansiones, se pasean en limusinas y comen los mejores filetes. Fueron los mejores amigos de sus amos, y éstos recompensaron la amistad canina o felina con grandes sumas de dinero que cualquier ser humano envidiaría.
El primero es Tomasso, un gato negro que se confundiría con cualquier felino que merodea los basureros. Efectivamente, Tommaso era un vagabundo por las calles de Milán (Italia). Erró dos años, comió desperdicios, hasta que María Assunta, una anciana viuda y solitaria vio su soledad reflejada en los ojos del gato y pensó que los dos se harían compañía. Convivieron desde 2009 hasta finales de 2011. Cuando la anciana falleció descubrieron un testamento del puño y letra de María Assunta en el que estipulaba dejar todo el dinero y propiedades al gato callejero o a la asociación encargada de su cuidado.
Tommaso es el poseedor de varias casas en Milán valoradas en 10 millones de dólares. Mientras encuentran una asociación, los bienes serán administrados por la enfermera que cuidó de la anciana.
Tomasso no ha sido el único felino que se ha beneficiado de sus amos. Tinker, un gato británico cuya historia comienza en las calles, como en el caso anterior, heredó una mansión valorada en casi un millón de dólares y un fondo de 200.000 dólares. Su ama, una inglesa llamada Margaret Layne, dejó todos sus bienes a la mascota y pidió que en la mansión vivieran dos gatos más para que Tinker no muriera de pena moral.
Otro caso es el de Leona Hemsley, una mujer ambiciosa y avara que prefirió ceder gran parte de su imperio hotelero a un perro de raza maltés llamado Trouble. Hemsley tenía fama de tirana entre los empleados de la cadena hotelera. Los familiares la veían como una tacaña excéntrica que prefería comprar comida para perros a dulces para los empleados. Fue apodada la ‘Reina de la maldad’ por su frase: “Gente como nosotros no paga impuestos. Sólo la plebe los paga”.
La mujer falleció en 2007. Los hermanos, nietos y hasta los empleados esperaban ver sus nombres escritos en el testamento. La difunta dejó un fondo de 12 millones de dólares para el perro maltés. Trouble, que en español significa problema, se convirtió en eso para la familia, sobre todo para dos de los nietos de Hemsley que no fueron nombrados en el documento legal. En 2010, para tranquilidad de la familia, Trouble murió.
La riqueza canina no puede superar la de Gunther IV, un pastor alemán que posee una fortuna de 324 millones de dólares. Gunther es el único perro que heredó la fortuna de su padre, otro pastor alemán llamado Gunther III. La historia de este linaje surge en 1992. La condesa alemana Karlotta Liebenstein dejó sus bienes al primero de los pastores alemanes, avaluada en ese entonces en 43 millones de dólares. Con los años, el dinero se ha duplicado y multiplicado. Gunther IV posee propiedades en Bahamas, Italia y Alemania, además tiene un séquito de cocineros, cuidadores, abogados y administradores que se encargan de los bienes.
Jasper, un gozque callejero de pelaje negro tiene 150 mil dólares, herencia de su dueña Diana Myburgh, una inglesa socia de una cervecería. Jasper, aunque no tiene la fortuna de ninguno de los anteriores, puede invertir sus recursos en la bolsa de valores asesorado por un administrador.
Conchita, una perrita chihuahua a la que su dueña, Gail Posner, le ponía pelucas heredó una mansión de ocho millones de dólares y una cuenta de tres millones. Posner era hija del artista Victor Posner. La rica heredera le regalaba a la mascota collares de diamantes, abrigos de piel para poner sobre su piel canina y le tenía todas las comodidades animales y humanas en una habitación. Tras la muerte de la millonaria, su único hijo, Bret Carr, quien no recibió parte de la herencia, alegó que su madre padecía de problemas mentales y por eso lo marginó del testamento. El alegato del hijo llegó a los medios de comunicación y a los estrados judiciales. Mientras continúa el proceso, Conchita sigue ladrando en su mansión de Miami.
