Jesús: el amor como esencia

Lun, 22/04/2019 - 05:23
Jesús es el maestro de maestros en toda la historia universal. Es además, un ejemplo de renovación, pues como ser humano murió en la cruz, resucitando desde un Cristo de la Fe y redimiendo a la hu
Jesús es el maestro de maestros en toda la historia universal. Es además, un ejemplo de renovación, pues como ser humano murió en la cruz, resucitando desde un Cristo de la Fe y redimiendo a la humanidad. Esa fe que es un camino, una experiencia personal, una vivencia que proviene de múltiples dimensiones comprobada por nuestros sentidos, emociones y mente consciente e inconsciente, acompañadas de la inteligencia espiritual. Cristo significa el 'Ungido', el 'Señor', el 'Maestro de la Vida', el 'Profeta' y el 'Salvador', pero ante todo el 'Hijo de Dios', fiel a su Padre quien es el centro de su vida. No podríamos entender a Jesús sin esta vivencia profunda del amor de Dios, la cual no necesita tantas explicaciones, ya que, Dios no es una teoría, sino una experiencia transformativa, que al tocar el corazón de la humanidad la hace más feliz, auténtica y digna. [single-related post_id="1038067"] Jesús gestiona y aplica en su vida y en la de los demás nuevas experiencias, para ser vividas por cada uno de nosotros desde el amor y la compasión. En su época, descubrió que la religión organizada tenía efectos transgresivos en la libertad de los pueblos, quienes vivían con temor, opresión y esclavitud. Con este panorama era casi imposible una relación sincera y espontánea con el Creador, y por eso, el nazareno hablaba en nombre de Dios para reprender y llamar a la reflexión a los dirigentes religiosos de aquel tiempo. El miedo interior causado por docenas de leyes basadas en el sacrificio, la culpa y el dolor, fueron redimidas por el gran sanador universal, que nos conectó nuevamente con el verdadero camino espiritual de la misericordia y el perdón. [caption id="attachment_1082259" align="alignnone" width="1024"] Foto: Cortesía Armando Martí.[/caption] Jesús nunca nos haría daño ni nos condenaría a los fuegos eternos, pues “Él es el amigo que nunca falla” y lo más importante, nos enseña a amarnos a nosotros mismos y nos motiva a encontrar el verdadero sentido de la misión en nuestras vidas. Todo este esfuerzo está orientado en la erradicación de los hábitos malsanos, tales como la angustia y la preocupación por el futuro, que son la causa de la mayoría de las enfermedades psicosomáticas y de otras actitudes que intoxican, bloquean, debilitan y confunden la mente humana. Además, si seguimos su ejemplo proyectándolo en la mayoría de las acciones que efectuamos cada día, aprenderemos a valorar y proteger el alma y animarla para encontrar la fuente de paz, consuelo y felicidad jamás imaginada. [single-related post_id="1082039"] Jesús es el la luz del mundo; está más allá de cualquier maestro, gurú, iniciado, mago o avatar, debido a que ninguno de ellos le fue otorgada su misión espiritual directamente por el Padre, ni tampoco fueron ascendidos en cuerpo y alma regresando de la muerte, como sí sucedió con el Mesías quien tuvo nacimiento, renacimiento y resurrección. Venció al Príncipe del Mundo: “Satanás”, con sus tentaciones y ambiciones ofrecidas durante los 40 días de ayuno y retiro en el desierto de Judá. También se transfiguró en Moisés y Elías en la cima del monte Tabor y entregó su alma, vida y voluntad en un diálogo directo con su Padre espiritual en el Monte de los Olivos. La religión judía condenaba los actos mágicos con la pena de muerte. Algunos sacerdotes ignorantes juzgaron a priori los prodigios y milagros de Jesús, al compararlos con aquellos de los magos y nigromantes de la época, cuyos fenómenos duraban poco. Lea también: Zof Ziro, el MC antioqueño ‘Fuera de Alcance’ Por el contrario, los milagros de Jesús eran permanentes, no se realizaban a través de invocaciones, trucos o conjuros, y fueron la causa de transformación espiritual de millones de personas a lo largo del tiempo. Jesucristo es y fue el único Maestro que posee poder sobre el mal, la enfermedad y la muerte. Curó y sanó a varios ciegos, mudos, paralíticos, poseídos, personas iracundas, viciosas y ambiciosas, así como también a prostitutas y mujeres esclavas del resentimiento. Ante todo nos dejó el mayor remedio de la historia para superar nuestros dolores y culpas, a través del amor y el perdón: “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros como yo os he amado, en esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor unos a otros.” (Juan 13:34). A través de mi vida, he tenido muchas experiencias con el Maestro del Amor Jesús, quien me ha ayudado a recuperarme de mis decisiones erradas que causaron algunas de mis más oscuras noches. De igual manera, me ha dado la gracia de superar mis turbulentas emociones e impulsos de juventud, que después de tantos desengaños me llevaron a la búsqueda del sosiego interior, para fortalecer mi capacidad de elegir el bien para mi vida. Asimismo, a puesto en mi camino personas de indudable idoneidad que han estructurado mi pensamiento y mi fe mediante sus enseñanzas. [caption id="attachment_1082261" align="alignnone" width="584"] Foto: Cortesía Armando Martí.[/caption] Una de ellas ha sido el Padre S.J. Alfonso Llano Escobar, quién nació en Medellín en 1925 e ingresó a la Compañía de Jesús en 1941 y fue ordenado sacerdote en 1956. De igual manera y durante varios años, se destacó como columnista del periódico El Tiempo en su espacio titulado: Un Alto en el Camino, que actualmente está compilado en varios volúmenes (Ediciones Paulinas y 3R Editores) con prólogos del fallecido ex director del periódico El Tiempo: Hernando Santos y el jurista, político investigador, académico y ex ministro colombiano Otto Morales Benítez, fallecido en mayo del 2015. El Padre S.J Alfonso Llano, igualmente es licenciado en Filosofía y Teología de la Pontificia Universidad Javeriana, Doctor en Filosofía con énfasis en Ética de la Universidad Gregoriana de Roma y director del Instituto de Bioética y Director de la Especialización en Bioética. Actualmente continúa capacitando y orientando a sus alumnos en reveladores cursos de profundización espiritual. Uno de los mejores es el de “Jesucristo Hoy: A la luz de la Fe Crítica”. Con motivo de la Semana Santa, lo visité en una de las cedes de la Compañía de Jesús, en su sencilla y acogedora habitación. Allí estaba este sabio hombre que ha escrito más de 20 libros, y le pregunté: - ¿Cómo se siente próximo a cumplir 94 años? - Y abriendo sus ojos claros, esbozando la mejor de sus sonrisas y con gran entusiasmo me contestó: - ¡Feliz! rodeado de mis libros y en espera de otros que voy a leer sentado en esta silla, que desde hace más de 10 años me hace descansar, lúcido, orando y meditando. Armando vivo en paz con todos y principalmente la vivo dentro de mí –. Qué profunda y gran enseñanza fueron para mí estas palabras, de un hombre que desde muy pequeño sintió el llamado de imitar y seguir a Jesucristo, y que hoy exclama con convicción y humildad “¡Señor, que acabe bien!”

Las enseñanzas de Jesús

[caption id="attachment_1082275" align="alignnone" width="1024"] Foto: Cortesía Armando Martí[/caption] Las enseñanzas de Jesús son el resultado de los diálogos interiores y llamamientos de su Padre (Dios), sus discípulos y demás seguidores, que fueron plasmadas posteriormente en los evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) en el Nuevo Testamento. Estos inspirados textos, fueron escritos originalmente en griego, el idioma común de las tierras mediterráneas en la época romana. El primero de los evangelios fue probablemente el de Marcos, escrito alrededor del año 70 d. C., aproximadamente 40 años después de que Jesús fue crucificado. El de Mateo y Lucas se escribieron entre 80 y 90 d. C. Finalmente, el Evangelio de Juan apareció alrededor de 95 d.C. Sin duda alguna, los apóstoles reflejaron la intensidad y pasión de las enseñanzas de Jesús, primero viviéndolas en su corazón para luego poder escribirlas. Esto lo hacían por medio de parábolas, que ayudaban a explicar a los demás las experiencias que nunca habían tenido, utilizando imágenes comunes de la naturaleza, para entregar sus mensajes espirituales. Es así como las parábolas son la forma adecuada de llevar a los hombres el mensaje del reino de Dios, ya que, su función es la de penetrar los rincones más profundos del subconsciente, para luego animarlos a cambiar la percepción de las cosas y acrecentar su fe en la promesa de la vida eterna. Si bien es cierto que Jesús murió por amor a la humanidad, también nos dejó las puertas abiertas para recuperar nuestra sobriedad y dominio de sí mismo, por medio del poder del Espíritu Santo. Jesús es nuestro guía, la fuente de todas las fuerzas, quien nos conduce a través de esta vida terrenal y podemos hablar con Él, con toda confianza y sencillez, meditando y orando. Lo importante es una actitud de sinceridad y trasparencia ante nosotros y Él. Por eso el miedo, la manipulación y el ocultar la verdad delante suyo, son las trampas que impiden esta conexión íntima con el Mesías de Nazaret. Él con su ejemplo nos transmite una maravillosa posibilidad de que como seres humanos imperfectos, podamos alcanzar una conciencia nueva hacia la experiencia espiritual. Por eso Dios, no habita dentro de nosotros, el reto personal es superar el ego que es el enemigo del amor sanador y llamar a Dios para que ilumine el camino de la vida.

Jesús en la actualidad

[caption id="attachment_1082282" align="alignnone" width="1024"] Foto: Cortesía Armando Martí.[/caption] Vivimos en una era de pensamiento racional, conocimiento científico y diversidad cultural, que sin duda alguna ayudan a comprender y controlar el mundo material, pero dejan muchos cuestionamientos en el ámbito espiritual. Las cosas del mundo material no pueden invalidar las verdades de la fe, ni la fe invalidar las verdades del mundo material. No hay conflicto entre ambos, mientras entendamos que la verdadera fe es un regalo que Dios nos da libremente y nosotros de igual manera podemos aceptarla o rechazarla, pues soy yo quien en realidad decide el destino. En todas partes a nuestro alrededor hay guerra, prejuicios, crimen, explotación y todo tipo de sufrimiento, ¿cómo mantener la fe ante un mal tan abrumador? Jesús simplemente nos llama a confiar en Dios a pesar de todos los males incomprensibles del mundo. Podemos y debemos tratar de hacer de nuestro mundo un lugar mejor, para que todos vivamos en armonía. Sin embargo, es necesario pedir humildemente la ayuda de nuestro Poder Superior, quien nos brinda la esperanza y la voluntad inquebrantable para mejorar el mundo.

El mensaje de Jesús

[caption id="attachment_1082349" align="alignnone" width="1024"] Foto: Cortesía de Armando Martí.[/caption] A continuación algunos de los puntos fundamentales del mensaje y las enseñanzas de Jesús:

El amor:

Jesús vino a la Tierra con el propósito de ayudar a las personas a encontrar y acercarse a Dios. Sin duda el amor ha sido y será la fuerza más grande, pura y verdadera para realizar esta misión. Es muy importante entender que la unión con el Padre (Dios) es la unión desde el amor, porque Él mismo es amor, y para lograr esta fusión, tenemos que transformarnos en amor. El grado de transformación de uno mismo en la energía del amor emocional, es el avance espiritual desde la compasión más allá de la imposición egocéntrica de nuestros actos. El verdadero amor es incompatible con la violencia, los impulsos desbordados, las ofensas, los arrebatos, así como también, la ansiedad de satisfacer los instintos para escapar de nuestras responsabilidades, encontrando una paz ficticia que ahonda en el sinsentido de la existencia. Por el contrario, el amor sin condiciones, son las emociones que se originan inicialmente en el corazón espiritual, es decir, provienen de un estado de conciencia trascendente: el equilibrio entre la razón y la fe. No son reacciones físicas o mentales frente a ciertos acontecimientos, sino merecimientos espirituales.

La oración:

Nuestro Poder Superior y Jesús prometieron responder a las oraciones, pues es el medio por el cual podemos encontrar la fuerza del espíritu, la guía, la sabiduría, la alegría y la paz interior. Dios responde a las peticiones de oración a su manera y en su propio tiempo, ya que, tiene mejores planes que aquellos que creemos son geniales e imprescindibles para nosotros. Esto lo confirman los evangelios, cuando señalan que Jesús pasó mucho tiempo orando. A menudo iba a un lugar solitario y oraba durante horas especialmente en momentos difíciles, de ahí surgió la oración perfecta según Jesús: El Padre Nuestro (Mateo 6: 9 -12). "Así es como debes orar: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, (primero invoca a Dios con el término afectuoso de "Padre") venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. (Se pide que la voluntad de Dios se haga en la tierra y en nuestras vidas). Danos hoy nuestro pan de cada día (las cosas que necesitamos y no las que tercamente deseamos), perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden (Pedimos compasión por nuestros errores y desaciertos, como sabiduría para entender las erradas intenciones de los demás hacia nosotros). Y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal (Finalmente, solicitamos la fuerza para resistir la tentación de seguir el camino del ego ignorante)”.

El perdón:

Jesús nos llama a recordar que todos somos hijos de Dios. Así como Él ama a su pueblo sin excepción alguna y está dispuesto a entender y redimir sus desaciertos, también nosotros desde sus enseñanzas haremos lo mismo. La ira, la rabia, el resentimiento y la sed de venganza, pueden consumirnos con odio y bloquear el amor de Dios. Ya sea entre padres e hijos, esposos, amigos o conocidos, las expresiones de enojo nos dividen e impulsan hacia una hostilidad abierta. Los sentimientos de enfado se basan en una mala interpretación de lo que alguien dijo o hizo, y en ocasiones proviene de una falta de comunicación con nosotros mismos que nos hace evadir la confrontación personal. El resentimiento y el rencor nublan nuestro juicio y nos victimizan, creando barreras que impiden la transformación del auténtico perdón. En el Sermón del monte, Jesús nos desafía a una prueba que como humanos nos es casi imposible realizar, pues consiste en no vengarse ni hacer retaliaciones a nuestros enemigos: "Ustedes han oído que se dijo: 'Ojo por ojo y diente por diente'. Pero yo os digo que no os resistáis a aquel que es malo; quien te golpee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra” (Mateo 5: 38-39).

La regla de oro:

Jesús dejó claro una pauta esencial para el desarrollo de la vida: “Entonces, en todo, haz a los demás lo que quieres que te hagan a ti, porque esto resume la Ley” (Mateo 7:12). En este texto, Jesús ha intentado resumir sus enseñanzas, es decir, si deseamos ser amados, debemos dar amor. Si deseamos ser respetados, debemos respetar a todas las personas, incluso a las que no nos agradan. Si deseamos ser perdonados, también debemos perdonar. Si queremos que otros hablen amablemente de nosotros, debemos hablar amablemente de ellos y evitar que otros hablen de forma desconsiderada, obviando las habladurías y los chismes que no son otra cosa que la incapacidad de ver nuestros defectos. Nos encanta disimular por medio de la exageración y distorsión de cualquier error o equivocación de los demás. Asimismo, si queremos uniones fuertes, entonces seamos leales y fieles. Si deseamos prosperidad económica, aprendamos a compartir de forma generosa lo que tenemos con los demás. Si no deseamos ser juzgados con dureza, entonces no debemos juzgar a los demás con dureza. Recordemos que aquellos que señalan o juzgan son los que más tienen que mejorar en su interior, pues sus vacíos y mentiras, las disfrazan cuando condenan a los demás. El ego no permite la presunción de inocencia o la oportunidad de defenderse de las víctimas de esta falta de sensibilidad humana. La máscara de juez inmaculado pero inexorable, se usa para anestesiar los dolores y la tristeza de aquellas personas disfrazadas de probos personajes. Jesús dice que mientras tengamos nuestras propias fallas e inconsistencias (que son comunes), no tenemos el derecho de criticar a los demás. Por eso, tratar al otro como te gustaría ser tratado, es la norma que Jesús estableció para convivir con otras personas.

Epílogo

[caption id="attachment_1082372" align="alignnone" width="1024"] Foto: Cortesía Armando Martí.[/caption] Contrario de lo que piensan la mayoría de las personas, Jesús el hombre, no nació con la dureza interior con la que afrontó su sacrificio. Él la fue adquiriendo haciendo méritos para lograrla. Esta energía espiritual, sería la que lo ayudó a superar todo el dolor y la injusticia, a pesar de ser sometido por la incomprensión de su pueblo y sus dirigentes, que lo llevaron a la crucifixión. He ahí, que su vida no fue dominada por el miedo o la incertidumbre. Jesús fue un maravilloso héroe revolucionario que cambió para siempre al mundo. Su bandera fue la verdad, el amor y la libertad de todos. El vino al mundo para mostrar otra fuerza diferente de las riquezas materiales o las manipulaciones del poder político: la fuerza del espíritu y el renacimiento del alma. Nuevas, contundentes y simples premisas y verdades, que trataron de callar los poderosos del mundo, condenándolo a la muerte pero que paradójicamente fue esa misma muerte convertida en resurrección, el emblema de su eterna victoria.
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