José Luis Cuevas: el gigante que cayó en el abandono

Dom, 07/07/2013 - 12:01


El insigne artista mexicano José Luis Cuevas ha sido noticia debido a su hospitalización por abandono total. Sus hijas y amigos acusan a su esposa de no cuidarlo ni tener la más mínima co
El insigne artista mexicano José Luis Cuevas ha sido noticia debido a su hospitalización por abandono total. Sus hijas y amigos acusan a su esposa de no cuidarlo ni tener la más mínima consideración con un hombre de su edad. México está a la expectativa, ya que  Cuevas es uno de los últimos referentes culturales con vida del país.
Quemando los últimos cartuchos La responsable, o en este caso la señalada, es Beatriz Bazán, con quien ha llevado una relación que se ha movido entre la felicidad y el desapego propio de todo matrimonio infeliz. Cuando se conocieron en el 2001 todos los caminos parecían abiertos. Beatriz era una joven y talentosa pintora que había recibido los mejores comentarios por su obra. José Luis, en cambio, era a sus mal contados setenta años el artista vivo más importante del país, con una trayectoria asombrosa y con filiaciones muy marcadas con el resto del continente, había dejado atrás sendas etapas de introspección que lo llevaron a romper con el muralismo mexicano. Además de pérdidas en el juego y una que otra dolencia. La unión con Beatriz fue polémica. Él insistía en que nuevamente quería sentar cabeza con el más tradicional de los métodos que existen: el apaciguamiento conyugal; "una esposa que lo domesticara y pusiera riendas a su personalidad salvaje e impredecible", escribió Héctor Abad.  Pero su hermano, Alberto Cuevas, y varios amigos no lo entendieron de la misma manera. Para ellos se trataba de la alegría efímera por el vigor recobrado, esa que Abad señaló como “la dicha de ser otra vez el macho de la manada con una hembra joven a sus pies”. Cuevas estaba quemando sus últimos cartuchos. Quizás por eso se casó con ella no una, ni dos, sino en doce ocasiones para confirmar el lazo que los unía. Contrajeron matrimonio civil, luego por el rito masónico, y en distintas culturas aborígenes como la maya, inca, tarahumara. Cuenta París Salazar en su blog de artistas mexicanos que de la docena de ocasiones en que se dijeron sí, la huichol fue muy especial, “pues se llevó a cabo en la explanada del Cerro de la Cruz en Nayarit en mayo de 2003… estaban ataviados con bordados de venados y flores en tela de manta, sombrero de palma con adornos de plumas, lo novios se dieron comida y agua en la boca…”. Su encaprichamiento había llegado a la insensatez de querer ingresar a los records mundiales como la pareja con más enlaces maritales. Por esos días Cuevas aparecía rozagante, vigoroso, incluso más delgado y mejor vestido en las distintas publicaciones de arte y del corazón. Tuvo la fuerza para bajar de peso y la desvergüenza de teñirse las canas, como lo registró el portal ‘Aristegui Noticias’. Hasta que el capricho de su enamoramiento lo alejó de sus hijas, de sus amigos y compañeros de toda la vida. Suerte que han corrido cientos de hombres, Picasso junto a Jaqueline al final de su vida, su compatriota Salvador Dalí, hipnotizado por los mandatos de su esposa Gala desde joven. O incluso aquí, con Joe Arroyo, a quien hasta el último momento Mary Luz Alonso lo manipuló a su antojo, y quien corrió una suerte similar a la de José Luis Cuevas, pues a duras penas logró comunicarse con su familia en sus últimos días de agonía. Según su hija, Ximena Cuevas “en diez años tan sólo nos hemos visto en tres ocasiones”, relató al diario La Jornada, y resumió la situación de su padre en una frase certera: “La dueña de José Luis Cuevas es Beatriz Bazán”. Jose Luis Cuevas, Kienyke El gigante egoísta No deja de ser anecdótico y si se quiere revelador que José Luis Cuevas desde los años sesenta dibujase  todos los días un autorretrato y se tomara fotografías, intentando fijar momentos de su vida con los primeros, y con las segundas, dejar constancia del paso del tiempo. Cuenta Salazar que “empieza el día dibujándose, observándose y sus hijas guardan sus libretas, después se toma una foto sin pose, como de pasaporte o presidiario…”. Su intención era documentar que el tiempo transcurre más rápido para él y más lento para los demás. Lo decía con la tranquilidad de la juventud y la prepotencia de quien ha conocido el éxito, pues ante el menosprecio de los periódicos por la cultura decidió llevar hasta las primeras el arte para que no quedase relegada como un hecho menor en la sección de sociales. El método que encontró fue hacerse publicidad a sí mismo, que se extendía a su obra. Muestra de ello fue su monumental creación ‘La Giganta’, que hoy se expone en el Museo José Luis Cuevas. La crítica de arte mexicana Berta Taracena, señaló que “Cuevas es un ególatra y se califica como el irritante público número uno, y siempre busca el ataque más que el elogio”. Hoy su imagen vigorosa y su personalidad exasperante se han disminuido al punto de no valerse por sí mismo. La demencia senil y los descuidos de su esposa, junto con los rezagos de una salud precaria que padeció en su niñez han desembocado en que su vida se apague con el desconsuelo de no ser consciente de lo que pasa a su alrededor ni con él mismo. Su hija Ximena ha dicho que lo encontró en un estado más que lamentable antes de hospitalizarlo, en tanto Beatriz Bazán reduce el problema a que Cuevas no es más que un viejito que requiere los cuidados de un chiquitín, y ella ya no tiene la disposición para semejante compromiso ni la paciencia para soportar sus intemperancias y desasosiegos. Sus hijas declaran a la prensa que Cuevas estaría mejor con ellas, con su madre, Berta, que aún conserva el apellido de casada, y quien con los sobrentendidos de los años pasados en común, lo acompañaría en este fatigoso periodo de su vida. Un par de semanas después de haber ingresado a la Unidad de Cuidado Intensivo fue trasladado a su casa sin la autorización necesaria ni los cuidados que requiere su estado de salud. Finalmente, como hombre prevenido, pero enamorado, Cuevas ya dejó claro qué quiere que se haga con su cuerpo cuando deje este mundo, “cuando mi amada esposa y yo hayamos muerto nuestras cenizas sean colocadas en la misma urna… con ella quiero estar por los siglos de los siglos. Amén”. Lo que de plano pone en aprietos al gobierno mexicano y el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, pues si fallece sería sepultado con honores en la Rotonda de los Hombres Ilustres, donde reposan Agustín Lara, David Alfaro Siqueiros y otros que han engrandecido el alma de México. Por lo pronto él no quiere ese honor, no por humildad ni osadía sino por un motivo más sencillo: por un arrebato del corazón. Jose Luis Cuevas, Kienyke
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