Minuto 42 del segundo tiempo, Juan Pablo Sorín baja la pelota y Marcelo Delgado, con un derechazo violento, vence la portería de Julio César. Con ese gol, Argentina se proclamaba, por decima quinta vez en su historia, campeón de la Copa América. Derrotaba a Brasil 2-1. Lea también: El Profe Vélez, el personaje que creó Carlos Antonio
Marina Granziera no ve el partido. Lo sufre. Se jala el pelo, grita de impotencia. Llora.
No llora de la misma forma en la que vio llorar a sus padres, tíos, amigos, conocidos y desconocidos en 1994 cuando en el Gran Premio de San Marino, en Imola, el piloto Ayrton Senna perdió la vida en un violento accidente. “Tenía seis años pero me acuerdo de todo, ese año Brasil despidió a un ídolo”, recuerda Marina. También le puede interesar: Las bellas mujeres de los cracks de la selección
Aunque las lágrimas no brotaban de la misma forma, la tristeza la invade. Su madre la mira atónita. No entiende cómo un partido de fútbol puede causarle tanta tristeza a su pequeña. Pero así es el fútbol y no todo estaba escrito. Lea también: El lujoso apartamento que compró James Rodríguez en Santa Marta
Pasaron cinco minutos. El tiempo estaba cumplido. Los narradores argentinos festejaban hasta ese fatídico minuto 47. Brasil tiene cuatro jugadores sembrados en el área rival, Argentina defiende con nueve. Vea además: La periodista deportiva que vetaron por ser muy sexy
Diego lanza el balón al área. Las posibilidades son mínimas, quizá nulas, pero es fútbol.
Colochini, defensor argentino, rechaza tímidamente. Lo lamentará toda su vida. Adriano, entonces delantero del Inter de Italia, caza el rebote y con pierna izquierda la manda a guardar. Remate potente que no puede controlar ‘El Pato’ Abbondanzieri. Es el empate de Brasil. La Copa se definirá por penales.
D'Alessandro y Heinze fallan los lanzamientos argentinos. La canarinha no falla ninguno. Brasil se corona en Perú campeón de América por séptima vez en su historia. En la sala de su casa, en Sao Pablo, Marina sigue llorando, pero ahora de emoción. Abraza a su mamá y a una amiga de esta. Las abraza como Juan, autor del último penal, abraza a sus compañeros, como si ella hubiera hecho el gol del título. “Ese día decidí que iba a estudiar periodismo deportivo. Una amiga de mi mamá, que estaba viendo el partido con nosotros, me lo propuso y la idea no me disgustó. Al año siguiente me gradué del colegio y empecé a estudiar”.
No estaba escrito pero lo más seguro es que Marina terminaría trabajando en los medios y hablando de deportes. “Mi papá me levantaba a ver las carreras de Senna, me compraba camisetas de fútbol, me llevaba al estadio, me invitaba a ver tenis”. Para entonces sus padres no tenían hijos hombres. “Yo era el hijo hombre de papá y él era feliz llevándome a todo lado”.
Marina nació en Sao Pablo hace 26 años pero no creció allí. Su infancia la vivió viajando entre Ecuador, Colombia, Estados Unidos y El Salvador. También le puede interesar: Las sexys mujeres de los fútbolistas que estuvieron en Brasil 2014
“He viajado desde muy chiquita por el trabajo de mi papá. Vivimos en El Salvador, volvimos a Sao Pablo cuando tenía dos años. A los nueve me mudo a Guayaquil, Ecuador, luego a los doce a Bogotá”.
Durante esa etapa en Bogotá, tuvo su primera aproximación a los medios. Protagonizó un comercial de Quipitos, la golosina en polvo.
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No crecer en una sola parte del mundo le creó una visión de mundo que hoy agradece. “Eso tiene su lado bueno y su lado malo. Lo bueno es que uno puede ‘gorriar’ casa en todos lados pero por otro lado es difícil porque no tengo amigos de infancia salvo mi esposo, que lo conocí cuando era la niña Quipitos”, así la llamaban en el colegio.
Al finalizar el colegio se fue a vivir a Italia. “Para aprender el idioma, para viajar, para vivir”. Decidió viajar a Estados Unidos en busca de su familia que vivía en Miami y para empezar a cumplir su sueño de convertirse en periodista deportiva. Empezó a estudiar periodismo en la Universidad de Miami y paralelamente estudió sicología.
“En la Universidad era obligatorio hacer dos carreras. Ellos piensan que a lo mejor la comunicación es muy amplia entonces no todo el mundo puede conseguir trabajo ahí y siempre es bueno tener un respaldo en otra cosa, entonces en ese momento pensé en sicología. Mi mamá es sicóloga y contaba con su ayuda”.
Por ahora no ha tenido que recurrir a la sicología. Vive cumpliendo el sueño de la niña que lloró, primero de tristeza y luego de emoción, al ver a su equipo coronarse campeón de América.
En Estados Unidos consiguió trabajo en una agencia de relaciones públicas. “Me gradué de la Universidad y me ofrecieron trabajo, me dijeron que apenas terminara me tramitaban la visa de trabajo”. Pero ese trabajo no duraría mucho.
“Una amiga me dijo que iba para Telemundo porque estaban buscando gente para hacer prácticas. Pensé que era la oportunidad que tenía para hacer algo en televisión, que me gusta tanto, me dijo que la acompañara.
La acompañé y Telemundo buscaba practicantes para todo (investigación, noticias, farándula), menos para deportes, me acuerdo que pregunté y me dijeron que a ellos no les gustaba tener practicantes, que eso era un mundo aparte en ese canal.
Con algo de escepticismo me llevaron a una cafetería y me dijeron, ‘ese que está sentado ahí es el director de deportes de Telemundo’”. Sin pena, y con una personalidad arrolladora que la caracteriza, abordó al hombre que tomaba café.
“Hola, cómo estás, mi nombre es Marina y quiero trabajar con ustedes. Él se quedó un poco sorprendido pero se sonrío. Me pidió la hoja de vida y a los dos días ya estaba trabajando ahí”. La aventura que había decidido iniciar Marina era extraña: con la agencia de relaciones públicas tenía asegurado un empleo, un salario y una visa permanente, pero en Telemundo empezaba unas prácticas en las que no tenía nada asegurado.
“Pero me arriesgué. Renuncié y empecé en Telemundo y seis meses después me contrataron, entonces valió la pena”, recuerda mientras se dibuja en su cara una sonrisa que deja ver unos dientes blancos, perfectos, grandes.
Su vida se dividió entonces entre Miami, donde estaba su trabajo y familia y Bogotá, en donde vivía su novio. Duró dos años con este ritmo hasta que se le presentó una oportunidad.
Su hoja de vida llegó a manos de Darío Fernando Patiño, exdirector de Noticias Caracol.
“Me entrevistó y me dijo que le gustaba el trabajo pero que tenía que esperar a Javier Hernández Bonett, el director de deportes, y quien para ese entonces estaba en Bolivia en el primer partido de Colombia de las eliminatorias para el Mundial de Brasil”.
Para esperar a Bonett, Marina tuvo que inventarse una excusa para poder faltar a su trabajo en Telemundo.
“Javier me hizo un casting y regresé a Estados Unidos sin una respuesta clara. Pasaron ocho meses, y todas las semanas llamaba a Javier. Creo que el trabajo aquí lo gané por mamona”, sonríe. “Hasta que me dijo que me viniera porque me iban a contratar. Mi primer reto fueron los Olímpicos de Londres”.
Esta nueva aventura de Marina resultaba quizá más extraña que la anterior. ¿Renunciar de un trabajo en Telemundo, en Estados Unidos, para venir a Colombia?
“Cuando renuncié estaban un poco sorprendidos por la decisión de venir a Colombia. Normalmente es al revés, pero es válido que uno lo haga a la inversa, no hay ningún problema. Pero ellos también sabían que tenía un novio acá en Colombia y contra eso no se podía competir”.
Finalizaron los Olímpicos y Blu le presentó un nuevo reto. “Seis meses antes del mundial empecé en Noticias Caracol. Suerte mía y del canal: Una periodista deportiva, brasileña, para el mundial de Brasil. Con un jefe dispuesto a ayudarme, a enseñarme. Eso fue muy bueno para mí también”.
Por su belleza y su trabajo como periodista deportiva, a Marina la han llegado a llamar la Sara Carbonero latinoamericana, pero ella no se siente así. Además, lejos está de sostener una relación con algún futbolista pese a que digan que Neymar le coqueteó en algún momento.
Sucedió luego del Mundial en un partido amistoso. Era el primer partido entre Brasil y Colombia luego de la dolorosa eliminación de la tricolor en cuartos de final a manos de la canarinha en un partido más que discutido.
A Marina le correspondió hacer el cubrimiento periodístico de ese partido que Colombia perdió 1-0 en Miami con gol de Neymar.
“Dicen que estuvo coqueteándome. Yo conozco al jefe de prensa de Brasil, me presentó a Neymar y él me hablaba todo el tiempo. Yo no sé de dónde sacaron eso pero dicen que el jefe de prensa le dijo a Nelson (compañero de trabajo) que Neymar había preguntado por mí y no sé qué, yo eso no lo sé, lo que sí sé es que Neymar me hablaba siempre que le hacía una pregunta. Él es una persona muy querida, nunca me negó una declaración, lo otro es cuento”.
A esta hincha del Corinthians ser bonita le ha facilitado de cierta manera el trabajo, pero eso no es suficiente. “Hay que demostrar que uno es capaz. No solo que hay belleza, hay que demostrar que uno sabe para ganarse el respeto de los demás. Uno no se puede poner a decir cualquier bobada porque te cortan el micrófono. Me tocó estudiar mucho, prepararme, ascender un escalón a la vez. Ya cuando me sentía cómoda con un tema podía comentarlo. Mis colegas me respaldan mucho, ellos son unos duros, grandes compañeros que me enseñan. Pero si entra alguien que dice algo que le hace perder la credibilidad a todo el grupo, uno empieza a ser parte de la lista negra, por fortuna eso no ha pasado. Lo más satisfactorio es saber que ellos me respetan”.
Y la respetan porque Marina es rigurosa en su trabajo. Ve videos, toma apuntes, analiza sistemas de juego. Lee tan bien el fútbol que durante una transmisión del Mundial advirtió que si Brasil no mejoraba su juego, lo iban a golear. Días después Alemania goleó 7-1 a Brasil. Esa vez no lloró. En ese momento estaba detrás de un micrófono.
La brasilera que no lloró el día en que Alemania goleó a la ‘canarinha’
Jue, 28/05/2015 - 14:54
Minuto 42 del segundo tiempo, Juan Pablo Sorín baja la pelota y Marcelo Delgado, con un derechazo violento, vence la portería de Julio César. Con ese gol, Argentina se proclamaba, por decima quinta