La Comisión de la Verdad trabaja en medio del conflicto

Mié, 12/06/2019 - 13:43
Así lo dice el padre Francisco de Roux, quien lidera uno de los temas más arduos del posconflicto colombiano: encontrar y narrar las verdades de lo que ocurrió en la guerra.

Lleva seis meses com
Así lo dice el padre Francisco de Roux, quien lidera uno de los temas más arduos del posconflicto colombiano: encontrar y narrar las verdades de lo que ocurrió en la guerra. Lleva seis meses como presidente de la Comisión de la Verdad y durante ese tiempo la entidad ha abierto 20 sedes en diferentes territorios de Colombia e iniciado contacto con académicos, exguerrilleros, militares, exparamilitares, organizaciones de víctimas y otras personas que hayan tenido un rol en el conflicto colombiano y estén dispuestas a contar su verdad. Lea también: Lokillo: el humorista que desplazó el hambre con la trova Le puede interesar: La historia no contada de Alejandro Riaño y Juanpis González Lea aquí: Mábel Lara: ser negra es una decisión Entre los temas que tratarán a lo largo de los tres años que dura su mandato está la relación entre narcotráfico y el conflicto, las ejecuciones extrajudiciales, los crímenes de género, el despojo de tierras y las desapariciones forzadas. Deberán desentrañar algunas de las verdades más dolorosas que tiene Colombia. Este martes, por ejemplo, realizan el primer Diálogo por la No Repetición, que discute las amenazas que sufren los líderes sociales. En total 462 líderes sociales han sido asesinados en el país desde el 1 de enero de 2016 hasta el 28 de febrero de 2019, la última cifra que tiene la Defensoría del Pueblo. [single-related post_id="1041725"] En una entrevista con la Agencia Anadolu, el padre De Roux resaltó la importancia de entender qué pasó durante la guerra y usar ese conocimiento como una herramienta para que no se repita. Este martes se realiza el Primer Diálogo por la No Repetición que tratará las violencias que viven los líderes sociales ¿Qué esperan lograr con esta actividad? Queremos cuestionar la sociedad y las instituciones a fondo. Saber el porqué, por ejemplo, en Colombia se nos volvió natural que desde el año 1986 hasta ahora hayan matado a unos 4.750 líderes sociales y por qué el país no ha reaccionado. ¿Por qué la destrucción de la vida humana no nos sorprende? Nos duele que Millonarios pierda en Bogotá, es una tragedia, pero no es una tragedia que en una ciudad como Bogotá haya entre 50 y 60 asesinatos por mes. Eso nos parece normal. ¿Por qué hemos llegado a darle más importancia al fútbol, a los conciertos, a las inversiones empresariales que a la vida humana? Nosotros vamos a llevar preguntas para que la sociedad encare y nos expliquemos qué es lo que nos está pasando. ¿El asesinato de líderes sociales es un nuevo fenómeno u otra cara del viejo conflicto? Es una muestra de la continuación del conflicto y de nuestra realidad ético-política. Es una muestra de nuestras prioridades. ¿Qué es lo que nosotros cuidamos? ¿Cuidamos el tráfico en las ciudades, cuidamos la moda, los reinados de belleza o cuidamos la vida humana? ¿Cómo ve la tarea de encontrar la verdad en solo tres años en una sociedad tan polarizada como la colombiana? Para una Comisión de la Verdad, que tiene precisamente la responsabilidad de esclarecer lo que nos está pasando, lo primero es partir de la verdad de lo que hay. La polarización es parte de esa verdad. Los discursos agresivos y excluyentes son parte de esa verdad, de tal suerte que poner eso en evidencia es parte de nuestra tarea. Pero también es poner en evidencia la cantidad de esfuerzos que hay por muchas partes en el país para que lo que se logró con los acuerdos de La Habana se convierta en una realidad. Entonces parte de su trabajo es narrar las verdades difíciles que no todos quieren escuchar ¿Cuáles podrían ser las consecuencias de eso? Buscamos un esclarecimiento que, en lugar de acrecentar la polarización, los sentimientos de venganza y las iras, nos lleve a una inteligencia de qué somos nosotros como colombianos y por qué estamos en esta realidad tan dura. ¿Por qué nos vimos en esta tragedia? Donde los muertos directos son más de 280.000 personas, de las cuales por lo menos 225.000 son civiles que no tenían ninguna responsabilidad en el conflicto. Incluso, a mi juicio, esta verdad nos puede llevar a tener compasión de nosotros mismos. La Comisión ya está en 20 territorios del país y estamos absolutamente dedicados a nuestro mandato. ¿Qué va a hacer la Comisión de la Verdad diferente a lo que ya hacen el Centro de Memoria Histórica (CNMH), las universidades, los medios y otras entidades que también han hecho un recuento histórico? El extraordinario trabajo que hace el CNMH, los periódicos y otros, son trabajos de recuperación de la memoria. Importantísimos. Pero para nosotros la memoria y los datos no son la verdad. Son el punto de partida para hacerse las preguntas de fondo. Uno no puede avanzar hacia la verdad si no tiene la memoria y los datos, pero estos son solo el punto de partida de las preguntas, no son las respuestas. Cuando uno está intentando esclarecer la verdad tiene que establecer los patrones, las formas en que se activó una manera particular de violencia. Una vez descrito el patrón pasamos a lo que llamamos contextos explicativos, que es tratar de explicar en profundidad los fenómenos con la ayuda de las ciencias sociales. Luego debemos devolverles el análisis a las víctimas para ver si tiene sentido. Pero quisiera ser muy claro: nosotros no pretendemos tener una verdad oficial. Eso no existe. No pretendemos decir “¡Ya! Sabemos qué pasó en Colombia”. ¿Tienen suficiente apoyo político en el Gobierno para hacerlo? Ahí me toca hablar como Estado, no como Gobierno. Nosotros no estamos subordinados ni al presidente, ni al Congreso, ni a la rama judicial. Somos una institución de Estado de carácter autónomo que tiene todavía una vigencia de dos años y medio. Si bien el presidente (Iván Duque) expresamente nos ha dicho que apoya el esfuerzo de la Comisión, el conjunto simbólico de mensajes que se dan desde la totalidad de la administración crea una situación adversaria en contra de lo que estamos haciendo las instituciones de la paz. Hay muchos mensajes que dificultan nuestra tarea porque vulneran la legitimidad de los acuerdos de La Habana y hacen que se acreciente el miedo de quienes van a aportar a la verdad. ¿Qué tipo de mensajes? Por ejemplo, el expresidente Uribe dice “Vamos a acabar con la Jurisdicción Especial para la Paz y montar otra cosa". Eso nos rompe inmediatamente porque somos una de las tres instituciones del Sistema Integral de Verdad Justicia, Reparación y no Repetición creado por el acuerdo de La Habana. Desde el partido de Gobierno se ha cuestionado hasta la existencia de un conflicto armado en Colombia… El corazón del partido de Gobierno es muy opuesto a los acuerdos de La Habana y lo han dicho de muchas formas. Ellos consideran que en Colombia no hubo conflicto armado interno sino unos terroristas que atacaron a un Estado social de derecho y con los terroristas no se negocia. A los terroristas se les vence militarmente y sobre todo no se negocian instituciones. Tampoco están de acuerdo con que se haga una justicia basada en la verdad y que se haga una salida hacia la no repetición. Le tienen miedo a la verdad. ¿Cómo hacer para desarrollar su mandato a pesar de esta visión adversa que tienen los sectores políticos conservadores hacia instituciones como la Comisión de la Verdad? Lo que ha estado haciendo la comisión es hablar con todo el mundo. Partidos políticos, universidades, empresarios, militares, paramilitares, con el partido Farc, con las organizaciones de mujeres y LGBT. Hicimos una consulta previa de varios días con las comunidades indígenas y afro. Conversar con periodistas y con la comunidad internacional en una escala muy amplia. Estamos haciendo un esfuerzo grande de articular a las víctimas que salieron y viven en otros países. Siempre escuchar todo lo que podamos. Para eso se necesitan muchos recursos. ¿Tienen presupuesto para hacer su trabajo? Los recursos que nosotros habíamos calculado inicialmente no los obtuvimos. Tenemos un 40% menos de lo que esperábamos, pero nos ha ayudado mucho la comunidad internacional y estamos en conversaciones con el Ministerio de Hacienda para tratar de recuperar lo máximo que se pueda. Pero yo soy de la teoría de que en estas cosas lo importante no es tener mucha gente sino hacer cosas muy profundas que realmente contribuyan a cambiar la historia del país. Usted ha dicho que en Colombia hace falta una “paz grande”. ¿A qué se refiere exactamente? Yo estoy convencido de que Emilio Archila, que es el hombre que en este momento tiene en sus manos el 100% de la ejecución de la paz, está haciendo una tarea muy seria con los 13.000 desmovilizados de las Farc para que tengan empleo y proyectos productivos. También para que estos pequeños proyectos de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial se puedan realizar. Eso es lo que yo llamo un trabajo serio de la paz pequeña. Pero eso no fue lo que se acordó en La Habana. [single-related post_id="1025830"] Allí se acordó la Reforma rural integral que nosotros estamos convencidos que si no se hace, la repetición del conflicto queda a la vista porqué el problema agrario no se resuelve. Tampoco se resuelve el problema de la siembra de la coca mientras no haya una verdadera transformación del campo. Mientras no se haga la Reforma política, no se resuelve el problema de las exclusiones políticas, tampoco se resuelve el tema del narcotráfico si no se tiene en cuenta el pacto que se hace en La Habana de trabajar con los mismos directivos de la Farc para que juntos vayan contra el desmantelamiento de los aparatos del narcotráfico. Además, el Estado debe ocupar los territorios dejados por las Farc no solo militarmente, sino con tipo completo de transformaciones. Si no se hace no se va a cumplir la paz. Esa es la paz grande. Esa es la paz en la que el país debe meterse con toda determinación. Es decir, faltan los temas estructurales del Acuerdo de Paz… Pero si ni siquiera hay recursos para la paz pequeña, tienen que buscar ayudas internacionales, ¿qué podemos esperar para la paz grande?... Requiere una transformación de todos nosotros. Ese es el tipo de verdades que la comisión debe estar resaltando. Hay temas que siguen siendo muy delicados. ¿Cuáles son los retos que enfrenta la Comisión para recopilar información sobre el despojo de tierras y los falsos positivos, que además son conflictos que siguen vigentes? Se suponía que nosotros íbamos a hacer una tarea del posconflicto o del posacuerdo y que íbamos a trabajar para que eso que hubo hasta diciembre del año 2016 nunca más se volviera a producir. Pero estamos trabajando en medio de la continuación del conflicto. Entonces nuestra mirada tiene que explicar lo que pasó y lo que sigue pasando y de dónde viene todo esto. Tenemos que tocar puntos como los falsos positivos, los que hubo y los que sigue habiendo. Se tienen que tocar puntos como el reclutamiento de niños, los que hubo y los que sigue habiendo. Lo mismo con las minas antipersona, las desapariciones forzadas. Todo eso está amarrado, encadenado, con explicaciones históricas. ¿Cómo van a ser socializados los hallazgos de la Comisión? Además del documento de fondo que tenemos que presentar y de una declaración movilizadora, estamos pensando en películas, obras de arte, narrativas, tradiciones orales a los pueblos indígenas de Colombia. ¿Cree que los colombianos y la comunidad internacional deben estar preocupados de que Colombia esté volviendo a la guerra? Como ha pasado en todos los países del mundo con conflictos internos -en Irlanda, en Sudáfrica, en El Salvador-, los procesos de paz después de los acuerdos sacuden mucho a las sociedades. Lo que sucede en Colombia está dentro de lo que se llama en estadística la desviación estándar. Pero el entusiasmo que encontramos en los territorios, a pesar de todas las dificultades, contrasta con las dudas que aparecen aquí en Bogotá. Cada vez hay más personas que se acercan a la Comisión queriendo participar, pidiendo que les recibamos su verdad. La actitud de los excombatientes de las Farc, con pocas excepciones, es positiva. A pesar de las dificultades yo sí quisiera decirle a la comunidad internacional que no nos vamos a bajar de aquí. Los colombianos estamos cada vez más convencidos de que no son los Gobiernos ni tampoco la comunidad internacional los que hacen la paz en un país. Son los ciudadanos. Yo tengo la convicción de que esto es irreversible y de que vale la pena continuar. Va a tener costos humanos, lamentablemente. Pero la paz prevalecerá. La verdad prevalecerá.
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