Lizbeth salió de su casa a las 5:30 de la mañana. Era sábado y la calle estaba vacía. La helada madrugada capitalina hizo que Lizbeth, que pretendía ir hacia el parqueadero a dos cuadras de su casa, caminara con un paso ligero.
Cuando Lizbeth cruzó por la mitad de un parque, vecino a su residencia, escuchó a lo lejos un chillido. Creyó que se trataba de unos gatos abandonados. Como su hija, de 19 años, estudia medicina veterinaria, se acercó al lugar desde donde provenía el sonido que llamó su atención. Lea también: El periodista gay que le ganó la batalla al ICBF.
Mientras caminaba hacia el lugar, pensaba en recoger a los animales y entregárselos a su hija para que los pusiera en adopción y no dejarlos a su suerte.
Gran sorpresa, y sobre todo un enorme susto, se llevó la mujer al darse cuenta que ese chillido no provenía de gatos, ni de otro animal. Dentro de una tina plástica de color verde, que estaba encima de una silla de cemento, había una niña recién nacida. Según los médicos que horas más tarde la revisaron, la pequeña tenía cinco días de nacida. Lea también: El drama de la mujer que pretendió vender a su bebé por Internet.
Lizbeth llamó a la policía y les reportó el inusual hallazgo. La niña fue llevada por las autoridades al hospital Pablo Sexto de Bosa.
Tres días después los policías que llevaron a la niña al centro médico se encontraron con Lizbeth. Le dijeron que la niña estaba bien pero que no tenía muchas cosas que un bebé necesita, tales como pañales, leche, ropa, entre otras, y le dijeron que si quería apadrinarla bien podría hacerlo. Lea también: (Video) La crítica situación de la adopción en Colombia
Lizbeth y Carlos Rodríguez, su esposo, compraron algunas cosas básicas y tras una lucha con los porteros del hospital lograron visitar a la niña. Desde ese momento ni Carlos ni Lizbeth se separaron de la pequeña. “Cualquier cosa que necesitaban para la niña nos lo decían y nosotros corríamos a comprarle lo que la bebé necesitaba”, dice Carlos.
Durante ocho días el par de esposos estuvo noche y día con la niña, a quien ellos llamaron ‘Angelita’. “Nos encariñamos mucho con ella. Tenemos dos hijos, un joven de 17 años y una jovencita de 19; los dos están en la universidad y no pretendíamos tener más hijos, pero nos enamoramos de Angelita y queríamos darle el hogar y la familia que no tenía".
El miércoles siguiente el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) se llevó a la niña para el zonal de Bosa. Carlos y Lizbeth, con el apoyo de sus hijos, ya habían tomado la decisión de adoptar a ‘Angelita’ y pretendieron iniciar cuanto antes los trámites para llevar a cabo dicho proceso, pero se encontraron con obstáculos que se lo han impedido.
Narra Carlos, quien inscribió su caso en la plataforma de peticiones mundiales Change.org para solicitar apoyo a su situación, que tanto funcionarios del ICBF como defensores de familia que han tenido a cargo el caso de la niña le han puesto barreras para que él y su familia se queden con la menor.
Ante todo hay que aclarar que en Colombia, salvo en tres casos específicos, la adopción determinada, (escoger a que niño adoptar antes de que este ingrese a un proceso de adoptabilidad) no está permitida; pero hay un antecedente en el que se llevó a cabo este tipo de adopción y Carlos confía -basado en dicho antecedente- que ICBF falle a su favor y le entregue a Angelita como su hija legal.
“En el instituto me han dicho que si quiero iniciemos el proceso con otra niña, pero que no me van a entregar a Angelita. Pero yo quiero que la niña que mi esposa recogió, la niña a quien le salvamos la vida, sea nuestra hija”.
Según Carlos, el defensor de familia que en principio tomó el caso de la bebé también puso trabas a su proceso, negándose a atenderlo y luego ocultando su responsabilidad dentro del caso. Carlos cree que todo se ha hecho con el fin de dilatar su solicitud, además sospecha que el objetivo del ICBF es entregar la niña a una familia extranjera, tal como él dice se lo hizo saber una funcionaria del instituto, que le dijo textualmente “por el perfil de esa niña va para Alemania”.
“Un secreto a voces es que detrás de las adopciones se mueve mucho dinero. Aunque no cobran por las adopciones sí hay varios costos que los adoptantes deben asumir como en cursos obligatorios y una serie de “bonos” de solidaridad que cuestan mucho dinero”, dice Carlos, quien también denuncia que estas a estas organizaciones, muy ligadas al ICBF, económicamente les va mejor con una adopción hacia el extranjero que entregarla a una familia local.
Carlos exige que ellos sean tenidos en cuenta para adoptar la niña. Basa su solicitud en el derecho a la igualdad. Pide que se les trate bajo el mismo argumento que se trató un caso en Ibagué, Tolima. En dicha oportunidad se le dio la paternidad a un policía que en su hogar tuvo a una niña durante tres meses y transcurrido ese tiempo reportó el hecho ante el ICBF. Aunque el instituto negó la adopción por considerarla determinada, la Corte Constitucional bajo la Sentencia 129 de 2015 falló a favor del uniformado.
Otro caso en el que Carlos basa su petición es el que igualmente está peleando el mayor de la policía Luis Gabriel Agudelo, quien también encontró una niña abandonada y está buscando su adopción. Según Carlos, en esa oportunidad el subdirector de adopciones del ICBF indicó que en el caso del mayor Agudelo se podría la figura de solidaridad no familiar para la adopción.
El mayor Agudelo sigue luchando para que se le otorgue la adopción. Él instauró una acción de tutela para lograrlo. Carlos está esperando el falló de dicha acción. Si esta llega a favorecer al uniformado, él tomará el mismo camino haciendo uso constitucional a la igualdad.
Angelita tiene hoy tres meses de edad. Permanece aún dentro del zonal de Bosa. Ni Carlos ni Lizbeth han podido volverla a ver. Carlos dice que no descansarán hasta lograr que la niña sea parte de su familia.
La rescataron, se enamoraron de ella, pero no la pueden adoptar
Jue, 23/07/2015 - 10:21
Lizbeth salió de su casa a las 5:30 de la mañana. Era sábado y la calle estaba vacía. La helada madrugada capitalina hizo que Lizbeth, que pretendía ir hacia el parqueadero a dos cuadras de su ca