“Soy mala periodista”, dice Lizeth León. “Digo que soy mala periodista porque soy tímida, no soy entradora y me cuesta hacer reportaría”. También le puede interesar: Estos son los mejores piqueteaderos de Bogotá
Con una sinceridad que lleva al límite, esta periodista y filósofa de 26 años se describe a sí misma como una joven “con los gustos de una anciana”. Le gustan los boleros viejos, de esos que evocan el olor de la madera que tienen las casas antiguas. Lea también: El fotógrafo que más ha retratado el infierno de la guerra en Colombia
Durante algo más de seis meses se dedicó a recorrer las calles de Bogotá con el objetivo de inmortalizar la imagen de una ciudad que tiende a desaparecer.
“Bogotá muta a toda velocidad hacia una ciudad más cosmopolita, internacional y desarrollada. Está abandonando el carácter local marcado por una tradición rural, que tenía vida intensa en los barrios y unas costumbres bogotanas que van más allá de la ciudad cachaca. Lo que dibujo no va a existir en un futuro muy cercano”.
Para ejecutar su idea, León decidió alejarse de los edificios altos, las grandes vías y la infraestructura cliché de la capital. Se adentró en los barrios para primero, fotografiar con un celular las casas que forman las localidades, y luego dibujar las fachadas.
“No sé dibujar”, otra vez destila sinceridad, cosa que ella llama “autenticidad”. “Soy dibujante aficionada”.
“Nunca estudié algo relacionado con el dibujo, pero siento que como cualquier otro ejercicio, se puede aprender a hacer con mucha disciplina y práctica. Y todo surgió porque quería hacer un ejercicio diario de dibujo”.
Con esta consigna, Lizeth empezó a dibujar en enero, su idea, desde un principio, fue dibujar una fachada diaria.
“Empecé a hacer las primeras fachadas a manera de prueba, las compartí en Twitter y gustaron mucho. De ahí surgió la idea de hacer el libro”.
León reconoce que la idea inició sin mayor planeación, “sobre la marcha se fue construyendo todo”.
“En el cronograma inicial me plantee visitar el primer mes cuatro localidades e irme movimiento hacia la periferia. Pero cuando empecé a dibujar y ponía a circular los dibujos por Twitter, la gente me invitaba a los barrios para que dibujara las fachadas, entonces no pude ser esquemática y recorrí la ciudad un poco en desorden. Mi papá me regaló un mapa de Bogotá, lo pegué en mi cuarto e iba señalando las localidades por las que pasaba”.
En compañía de gentes que vivía en los barrios a los cuales llegaba, Liz, como sus amigos la llaman, continúo recorriendo la ciudad.
“Diariamente procuraba cuadrar las visitas con gente de la zona por seguridad, pero también porque más allá de hacer el dibujo, el proyecto recoge historias y muchas otras cosas que van más allá de las fachadas. En la mañana recopilaba datos con las historias que me iban contando y con las fotos que tomaba con el celular, me iba a algún café a dibujar”.
Una fachada especial
Liz reconoce que es difícil escoger una fachada, sin embargo, habla de una que la impactó. “Lloré haciéndola”, dice.
“Fue en el barrio Vitelma, en la localidad de San Cristóbal, era una casa abandonad donde vivía un compañero que tuve cuando cursé quinto de primaria, él tenía una historia pesada porque perdió a su papá en Armero. Junto con su mamá sobrevivió a la avalancha y se vinieron para Bogotá, llegaron a ocupar esa casa que estaba abandonada, una casa bonita pero en estado de completo abandono.
El chico era problemático y se volaba del colegio, de alguna forma me acordaba de mi hermano y tuve curiosidad de ir y visitar la zona, ver qué había pasado con esa casa. La casa parecía como detenida en el tiempo, seguía en estado de abandono. No sé si aún vivan ahí, pero el impacto de ver la casa y después dibujarla fue tremendo”.
El dibujo lo hizo en la madrugada, como buscando soledad, pero sobre todo silencio. Era el diálogo que quería tener con el dibujo y con el espacio que recorrió. Por esos días, Liz revivió su infancia, su niñez, su periodo de colegio. "Fue conmovedor”, recuerda.
Una reflexión
La motivación de Lizeth León es una sola: la nostalgia. “En esos edificios gigantes de apartamentos que hoy abundan en Bogotá, no se contempla ningún punto de encuentro, la gente no sabe ni quién es el vecino. Eso también altera la forma como se vivía en la ciudad hace unos años. Si a eso se le suma la sensación de caos e inseguridad, qué se puede esperar” ¿caos?
Liz dibuja, de fondo suena un bolero o una salsa vieja. Al terminar, toma una foto de su dibujo y lo comparte en Twitter, la red social que se convirtió en el motor de su proyecto.
En la red del pajarito, Liz es una celebridad. Tiene más de 35 mil seguidores. Se hace llamar @cucharitadepalo.
“Allí soy auténtica y directa. Es un poco mamando gallo, y me la paso en esas. Los seguidores que tengo ahora los he ganado gracias a la holgazanería, pero ahora, que ya tomo más en serio las cosas, aprovecho esa comunidad para hablar del libro”.
En la vida real, León es un poco diferente. “Soy algo más tímida y reservada de lo que puedo parecer. En Twitter soy rápida y asertiva porque se me facilita mucho escribir, pero en persona soy más retraida. No interactúo tan fácilmente con la gente como sí lo hago en Twitter, ahí es más fácil interpelar a la gente”.
Durante algo más de seis meses se dedicó a recorrer las calles de Bogotá con el objetivo de inmortalizar la imagen de una ciudad que tiende a desaparecer.
“Bogotá muta a toda velocidad hacia una ciudad más cosmopolita, internacional y desarrollada. Está abandonando el carácter local marcado por una tradición rural, que tenía vida intensa en los barrios y unas costumbres bogotanas que van más allá de la ciudad cachaca. Lo que dibujo no va a existir en un futuro muy cercano”.
Para ejecutar su idea, León decidió alejarse de los edificios altos, las grandes vías y la infraestructura cliché de la capital. Se adentró en los barrios para primero, fotografiar con un celular las casas que forman las localidades, y luego dibujar las fachadas.
“No sé dibujar”, otra vez destila sinceridad, cosa que ella llama “autenticidad”. “Soy dibujante aficionada”.
“Nunca estudié algo relacionado con el dibujo, pero siento que como cualquier otro ejercicio, se puede aprender a hacer con mucha disciplina y práctica. Y todo surgió porque quería hacer un ejercicio diario de dibujo”.
Con esta consigna, Lizeth empezó a dibujar en enero, su idea, desde un principio, fue dibujar una fachada diaria.
“Empecé a hacer las primeras fachadas a manera de prueba, las compartí en Twitter y gustaron mucho. De ahí surgió la idea de hacer el libro”.
León reconoce que la idea inició sin mayor planeación, “sobre la marcha se fue construyendo todo”.
“En el cronograma inicial me plantee visitar el primer mes cuatro localidades e irme movimiento hacia la periferia. Pero cuando empecé a dibujar y ponía a circular los dibujos por Twitter, la gente me invitaba a los barrios para que dibujara las fachadas, entonces no pude ser esquemática y recorrí la ciudad un poco en desorden. Mi papá me regaló un mapa de Bogotá, lo pegué en mi cuarto e iba señalando las localidades por las que pasaba”.
En compañía de gentes que vivía en los barrios a los cuales llegaba, Liz, como sus amigos la llaman, continúo recorriendo la ciudad.
“Diariamente procuraba cuadrar las visitas con gente de la zona por seguridad, pero también porque más allá de hacer el dibujo, el proyecto recoge historias y muchas otras cosas que van más allá de las fachadas. En la mañana recopilaba datos con las historias que me iban contando y con las fotos que tomaba con el celular, me iba a algún café a dibujar”.
Una fachada especial
Liz reconoce que es difícil escoger una fachada, sin embargo, habla de una que la impactó. “Lloré haciéndola”, dice.
“Fue en el barrio Vitelma, en la localidad de San Cristóbal, era una casa abandonad donde vivía un compañero que tuve cuando cursé quinto de primaria, él tenía una historia pesada porque perdió a su papá en Armero. Junto con su mamá sobrevivió a la avalancha y se vinieron para Bogotá, llegaron a ocupar esa casa que estaba abandonada, una casa bonita pero en estado de completo abandono.
El chico era problemático y se volaba del colegio, de alguna forma me acordaba de mi hermano y tuve curiosidad de ir y visitar la zona, ver qué había pasado con esa casa. La casa parecía como detenida en el tiempo, seguía en estado de abandono. No sé si aún vivan ahí, pero el impacto de ver la casa y después dibujarla fue tremendo”.
El dibujo lo hizo en la madrugada, como buscando soledad, pero sobre todo silencio. Era el diálogo que quería tener con el dibujo y con el espacio que recorrió. Por esos días, Liz revivió su infancia, su niñez, su periodo de colegio. "Fue conmovedor”, recuerda.
Una reflexión
La motivación de Lizeth León es una sola: la nostalgia. “En esos edificios gigantes de apartamentos que hoy abundan en Bogotá, no se contempla ningún punto de encuentro, la gente no sabe ni quién es el vecino. Eso también altera la forma como se vivía en la ciudad hace unos años. Si a eso se le suma la sensación de caos e inseguridad, qué se puede esperar” ¿caos?
Liz dibuja, de fondo suena un bolero o una salsa vieja. Al terminar, toma una foto de su dibujo y lo comparte en Twitter, la red social que se convirtió en el motor de su proyecto.
En la red del pajarito, Liz es una celebridad. Tiene más de 35 mil seguidores. Se hace llamar @cucharitadepalo.
“Allí soy auténtica y directa. Es un poco mamando gallo, y me la paso en esas. Los seguidores que tengo ahora los he ganado gracias a la holgazanería, pero ahora, que ya tomo más en serio las cosas, aprovecho esa comunidad para hablar del libro”.
En la vida real, León es un poco diferente. “Soy algo más tímida y reservada de lo que puedo parecer. En Twitter soy rápida y asertiva porque se me facilita mucho escribir, pero en persona soy más retraida. No interactúo tan fácilmente con la gente como sí lo hago en Twitter, ahí es más fácil interpelar a la gente”.
Liz compartió con KienyeKe.com, uno de los capítulos de su libro.
A comienzos de 1990 volvimos a tener casa propia en un rincón del Rincón de los Molinos. La casa no era una casa sino un apartamento de tres habitaciones y dos pisos que parecían tres. En la ventana de lo alto de nuestro rincón desfilaban "Angelito 2000", "Angelito 2001", "Virgen de las luces", "Santa Bengala" y otras tantas polvorerías del barrio Marruecos. Un día estalló "Angelito 2000". El divino totazo fue tan tremendo que pensamos que era una bomba de Pablo Escobar.
****** Esta iniciativa le dan forma a #LaBogotáQueYoQuiero, una campaña de Bancolombia
