Las corridas de toros y el camino de la prohibición

Mié, 31/05/2017 - 05:39
Puede que, desde que algún loco arriesgó el pellejo por primera vez, al encarar un toro bravo, algún otro también se opuso a que se hiciera eso. ¿A qué persona, en sus cabales, se le iba a ocurr
Puede que, desde que algún loco arriesgó el pellejo por primera vez, al encarar un toro bravo, algún otro también se opuso a que se hiciera eso. ¿A qué persona, en sus cabales, se le iba a ocurrir pararse frente a semejante animal? Alguien debió haber sido el primero. Dice la historia que fue a finales de la Edad de bronce, en el siglo tercero antes de Cristo cuando se dieron las versiones primitivas de lo que hoy se conoce como corrida de toros. Hay vestigios de que los Romanos tenían una práctica similar, basada en la lidia del uros –raza de bobino extinta–. En la Edad media, evolucionó a lo que se llamó ‘lanceo de toros’, algo un poco más parecido a las encerronas, como las de San Fermín, en las que se soltaba un toro en la plaza principal para que fuera capturado y luego sacrificado para conmemorar alguna fecha especial. [single-related post_id="642427"] A partir del siglo XV se diseñó un recinto especial para la lidia –empalizada se llamaba el lugar– en el que los caballeros nobles se enfrentaban a un toro para probar su valor. En España se hizo muy popular la práctica, y poco a poco empezó a evolucionar hasta ser lo que es hoy. La corrida de toros, tal cual se conoce en los términos modernos, es un sincretismo entre la primitiva actividad de encerrar animales enormes para probar el valor de los hombres, y los trabajos de los ganaderos ibéricos. Entonces no se llamaba Corrida, sino ‘Juego de toros’. Fue a partir del siglo XVI que, ante la acogida que tuvo, sobre todo entre los nobles, empezó a desarrollarse toda la parafernalia que hoy tiene. Habría que darle la razón a los taurinos en algo: es una actividad muy vieja. alt_protestas_toros Finalmente, desde mediados del siglo XVIII, en España lógicamente,  apareció el toreo tal cual se conoce hoy. Surgió como el producto de la suma de las tradiciones culturales y ganaderas de varias regiones del centro y norte de España. Francisco Romero (1700-1763) a quien se le conoce como el ‘padre del toreo’ fue quien introdujo la idea de dividir la faena en tres partes: varas, banderillas y muerte. Además fue quien inventó las muletas. A Colombia el toreo llegó en el siglo XIX. Lo hizo como la religión, el lenguaje, y algunas tantas costumbres, que nos legó la ‘madre patria’. Casi todos los países de Latinoamérica interiorizaron y se apropiaron de la corrida de toros, que durante el siglo XX fue una de las actividades más populares, especialmente de las élites económicas. Ver morir un toro daba estatus.
A partir del siglo XVI que, ante la acogida que tuvo, sobre todo entre los nobles, empezó a desarrollarse toda la parafernalia que hoy tiene.
Para algunos, ver sangre sobre la arena es arte. Los romanos, cuando tiraban cristianos al circo pensaban que eso era arte. Pero los tiempos cambian. Y así como a la llamada ‘fiesta brava’, nunca le han faltado adeptos, no le han faltado tampoco quienes estén en contra. Para ellos, la tortura de esa criatura en el ruedo no tiene nada de artístico. Son opiniones. Oposición a los toros siempre ha habido. De acuerdo a la época y el lugar, responde a distintos elementos: culturales, políticos, económicos, religiosos, morales, ambientales. Los primeros que se tiene constancia que se hayan enfrentado a los taurinos fueron Agustín y Juan Crisóstomo, santos del catolicismo, quienes argumentaban que poner la vida de un ser humano al enfrentarse a una fiera resultaba una frivolidad innecesaria. Y hasta sí. [single-related post_id="699600"] Luego el Papa Pío V, secundando a San Agustín y a San Juan Crisóstomo, prohibió, con la bula Salute Gregis, asistir a las corridas de toros. Decía el documento: “considerando que esos espectáculos en que se corren toros y fieras en el circo o en la plaza pública no tienen nada que ver con la piedad y caridad cristiana, y queriendo abolir tales espectáculos cruentos y vergonzosos, propios no de hombres sino del demonio, y proveer a la salvación de las almas, en la medida de nuestras posibilidades con la ayuda de Dios, prohibimos terminantemente por esta nuestra Constitución, que estará vigente perpetuamente, bajo pena de excomunión y de anatema en que se incurrirá por el hecho mismo (ipso facto), que todos y cada uno de los príncipes cristianos, cualquiera que sea la dignidad de que estén revestidos, sea eclesiástica o civil, incluso imperial o real o de cualquier otra clase, cualquiera que sea el nombre con el que se los designe o cualquiera que sea su comunidad o estado, permitan la celebración de esos espectáculos en que se corren toros y otras fieras es sus provincias, ciudades, territorios, plazas fuertes, y lugares donde se lleven a cabo”. Durante el siglo XVIII, con el acenso de la familia de los Borbones al trono español, y por influencia de lo nobleza afrancesada, que consideraba el toreo como una actividad burda y del populacho, se intentó prohibirla sin mucho éxito. Carlos III y Carlos IV  no pudieron. Por esos días España se había quedado anquilosada en un pasado glorioso, pero remoto, ya casi que inexistente, mientras Europa florecía por el colonialismo. Así, la tauromaquia fue vista por los intelectuales y por muchos nobles como uno de los síntomas propios del atraso español.
Oposición a los toros siempre ha habido. De acuerdo a la época y el lugar, responde a distintos elementos: culturales, políticos, económicos, religiosos, morales, ambientales
Con el surgimiento de la Sociedad real para la prevención de la crueldad con los animales, en Londres, en 1824, empezó a cobrar sentido la idea de que el toro sufría en el ruedo. Ya no se vio al torero como un valiente guerrero, sino como un cobarde cruel y pendenciero. El escritor español Miguel de Unamuno dijo que le daban asco. [single-related post_id="642412"] Durante el siglo XX la responsabilidad de cuestionar al toreo recayó sobre los intelectuales. EL movimiento animalista, por lo menos para esta causa, no tenía aún la fuerza suficiente para enfrentarse a algo tan popular, tan arraigado. Sin embargo, la conciencia ambiental, junto con la claridad, ahora probada, de que el toro sufría en el ruedo, fue tomando fuerza a partir de los movimientos políticos y sociales de la década de los 60. En esa medida, la conciencia generalizada de que el torea era, más que nada, crueldad y sevicia, se ha esparcido y cada vez más gente está en contra. Dicen los taurinos que es cultura; que es arte; que es un deporte.  En cambio, –argumentan los que están en contra– que es anacrónico, cruel, horrible. Y más impopular cada vez. Las cifras parecen respaldar esa postura: en España, una encuesta de Gallup, de año 2005 reveló que apenas un 26% de los españoles tenía algún interés en la tauromaquia. Eso hizo que se prohibieran en más de 80 municipios ibéricos. Alt_ corrido de toros Es evidente: cada vez menos gente está de acuerdo con esa clase de espectáculos. La violencia como discurso va perdiendo poder en la medida que las sociedades humanas toman conciencia de su papel como guardianes de la naturaleza, como garantes de los derechos de los animales, que también sienten; y como encargados de que no permanezcan prácticas que han perdido el sentido –si es que lo tuvieron alguna vez–. Que el toreo tenga cada vez un menor número de adeptos es prueba de ello. [single-related post_id="337182"] Varios países del mundo ya se han apersonado de la lucha de los animalistas y han prohibido el toreo. En Francia se permite sólo en algunas ciudades del sur. En México no se permite en dos estados. En Ecuador hay toreo, respetando la vida del toro. Allí, en 2012, se canceló una de las ferias taurinas más importantes, la de ‘Jesús del Gran poder’, por la baja venta en la boletería para la corrida. La gente quería ver morir al animal, y como no sería así, no fue. Sin sangre, el espectáculo no vende. En Argentina el toreo nunca fue popular. Está prohibido desde 1871. Igual en Chile. El resto de países del mundo, ha entendido, y lo entendió desde siempre, que el toreo no tenía nada de cultural ni de artístico y jamás fue popular. Podría decirse que no hubo que prohibirlo porque nunca existió. Y si lo hubo resultó tan insignificante que terminó –o terminará– por desaparecer. Colombia, luego de muchas discusiones, y otras tantas por venir, está a punto de dar un paso importante en la tendencia global de rechazar todo espectáculo que incluya el maltrato, la crueldad y la violencia. Gandhi, uno de los mejores hombres que ha visto este mundo maniático dijo que “la grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la manera en que se trata a sus animales".  
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