Marihuana: más allá del uso recreativo

Mar, 19/02/2019 - 12:46
Un día de 2015 Felipe Vélez González, agrónomo de la Universidad Nacional de Colombia (UN), y Camilo Rincón Borges, estudiante de último semestre de Agronomía también de la Institución, llega
Un día de 2015 Felipe Vélez González, agrónomo de la Universidad Nacional de Colombia (UN), y Camilo Rincón Borges, estudiante de último semestre de Agronomía también de la Institución, llegaron a la oficina del profesor Augusto Ramírez –catedrático del Área de Manejo Integrado de la Facultad de Agronomía de la UN– para hacerle una propuesta. “Ellos querían evaluar las propiedades insecticidas del aceite esencial de cannabis, planta más conocida como marihuana”. Así recuerda este ingeniero agrónomo el inicio de su asesoría en la investigación realizada por los dos jóvenes durante un año y medio, que constató la propiedad insecticida de la mata. “Al cannabis se le conocen dos usos: el recreativo –del que la humanidad siempre se ha quejado– y el de planta medicinal, utilizada para mitigar dolores leves o intensos del ser humano”, explica el profesor Ramírez, quien enseña en la UN desde hace 12 años. Sin embargo en el campo la planta presentaba muy bajo ataque de artrópodos plaga (animales invertebrados como insectos o arañas) lo que, según el docente, llevó a pensar que además podría tener algunos compuestos volátiles o químicos capaces de afectar el desarrollo de algunas poblaciones de artrópodos. [single-related post_id="1037541"] Aunque todavía es una planta “satanizada” por su asociación con la adicción y el tráfico de estupefacientes, estudiar sus propiedades se convirtió para Camilo en una obsesión que lo motivó a “trabajar con una mata de la cual se dice mucho pero se sabe poco”. Entonces comenzó a indagar y a generar información sobre sus características hasta el punto de que, cuando llegó el momento de presentar su proyecto de grado, ya tenía claro que ese iba a ser su tema de investigación. “Quería ver cuáles eran sus otros usos, esos que la gente no sabe”, explica el joven, porque a pesar de que este año la Junta Internacional para la Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) le autorizó a Colombia un cupo para sembrar legalmente 40,5 toneladas de la planta, se desconoce cómo se comporta, cuál es su capacidad y qué potencialidades tiene. Sus inquietudes se sumaron a las de su compañero Felipe quien, sin dudarlo, se integró a la investigación.

El aceite de la planta es la clave

Lo primero que hicieron los investigadores fue extraer el aceite del cannabis mediante la técnica “arrastre por vapor” que se utiliza para separar sustancias insolubles en agua, de otras no volátiles como resinas o sales inorgánicas. Como la planta tiene flores macho y hembra –característica que no es de todos los vegetales– ellos trabajaron con flores hembra porque acumulan mayor cantidad de aceites y en estos se da una mayor concentración de terpenos. “Los terpenos son sustancias o compuestos aromáticos con capacidad repelente o disuasiva sobre los organismos, es decir que cuando el ácaro (arácnido) consume la planta experimenta un sabor diferente que disminuye su gusto por comerla”, explica el estudiante Rincón. Pero no es el único efecto. Según Felipe Vélez, “también encontramos reportados terpenos directamente relacionados con una interferencia en el sistema nervioso de los insectos: cuando el terpeno llega al receptor del sistema nervioso le produce un fallo sistémico y mata al insecto”. En el Laboratorio, los agrónomos obtuvieron los aceites de la planta por medio de un hidrodestilador, “instrumento que tiene una columna de destilación que solo utiliza agua; cuenta con un recipiente grande que se calienta para que empiece a hervir y a soltar vapor, y con un conducto en el que está todo el material vegetal cortado en pedazos pequeños (flores del cannabis) para que tenga una buena superficie de contacto; de ahí pasa a un condensador, que es un tubo por el que circula agua fría y por el que el vapor que se sube y arrastra todos esos compuestos aromáticos se condensa y sale en forma de aceite, en un colector”, describe Felipe: “es como imaginarse una olla, un destilador y otra olla con agua”, agrega. Según el profesor Ramírez, el aceite extraído se aplicó a dos tipos de artrópodos: “el ácaro tetánico sufís –más conocido como ácaro rojo, verde o de los invernaderos– y el insecto Frankliniella occidentalis, el más problemático en exportaciones de flores en Colombia en este momento”. El ácaro tetánico sufís es la plaga más importante del mundo porque ataca prácticamente a todas las plantas, “casi todo lo que sea verde”, enfatiza Camilo. Además tiene el mayor número de registros reportados de resistencia a ingredientes activos de acaricidas e insecticidas. Según Felipe, “este succiona la savia de las hojas o de las flores hasta deteriorar el vigor de la planta; le roba nutrientes y afecta su desarrollo, entonces representa una pérdida económica en los cultivos en cuanto a la calidad de producción y peso por unidad económica”. Por su parte, Frankliniella occidentalis tiene más de 1.000 plantas hospederas, o sea que puede llegar a atacar muchísimos cultivos, precisa el docente.

Pruebas con los ácaros

Para su investigación, los agrónomos trabajaron con ácaros extraídos de cultivos de frijol procedentes de Subachoque (Cundinamarca). Su primer paso fue cortar la hoja en círculos o discos pequeños que pusieron en recipientes similares a vasos, sobre una superficie absorbente (de papel o algodón). Después humedecieron los bordes de las hojas con agua destilada, teniendo cuidado de que el centro estuviera seco para depositar allí los ácaros. Así, les armaron un “cerco” para que no se escaparan. Después mezclaron con agua el aceite extraído y les aplicaron unas gotas a las hojas de frijol. “Así esparcimos diferentes mezclas en diversas concentraciones y luego pusimos en los discos, uno por uno, los ácaros traídos con pequeños pinceles de las otras hojas de frijol”, relata Felipe. Al comienzo utilizaron cinco ácaros por hoja, pero al final terminaron con 10. El experimento utilizó en total 64 vasitos adaptados para observar el comportamiento de los ácaros. Los investigadores monitorearon la muestra cada 12 horas durante seis días, al cabo de los cuales contaron el número de ácaros vivos y muertos. Cuando estos se mueren, ya sea porque la hoja que tenían no era alimento suficiente o porque habían pasado muchos días y era muerte natural, se comprobó que todas las muertes registradas antes de estos eventos obedecían al efecto del aceite del cannabis. Terminado el monitoreo “hicimos graficas de estimación de la mortalidad de los ácaros y observamos que más o menos al tercer día se presentaba un efecto sobre la mortalidad de los ácaros en todas las concentraciones”, explica Camilo. En el diseño de esta metodología y la realización de pruebas los investigadores se tardaron entre cuatro y cinco meses. Después vinieron las pruebas con los trips(pequeños insectos que atacan cultivos). A diferencia de los ácaros, los trips vuelan y se caracterizan porque pueden atravesar espacios muy pequeños como mallas, gracias a que sus cuerpos son pequeños, delgaditos y alargados. Por eso para las pruebas se acondicionó una cámara sellada con bolsas plásticas, en la cual se depositaron pétalos de rosa, los trips y el agua-aceite de cannabis en diferentes concentraciones, y se observó su comportamiento durante seis días. [single-related post_id="1035839"] Según el profesor Ramírez este experimento se hizo con pétalos de rosas caseras para no equivocarse en el resultado, pues “en producción comercial una rosa puede recibir alrededor de 65 aplicaciones de plaguicidas cada año, pero como las utilizadas en la investigación provenían de un jardín que no empleaba estos químicos, eso nos aseguraba que si había mortalidad se debía a la acción del aceite”, explicó. El resultado con trips fue similar a la experiencia con los ácaros. “El efecto insecticida se encontró a partir del tercer día, cuando se empezaron a reportar muertes, principalmente en los trips que tenían las concentraciones de aceite más altas del tratamiento, de 1 a 1,5 % de aceite por agua”, agregó el docente. Esto les permitió concluir que la planta de cannabis efectivamente tiene una propiedad repelente que se puede aplicar como bioinsecticida. Según el docente Ramírez “en el futuro se podría utilizar, por ejemplo, para fabricar repelentes o algún insecticida para cultivos”. Debido a que la regulación sobre el manejo de la planta de cannabis en Colombia es muy estricta y establece que todos sus residuos frescos se deben compostar o quemar y reportar a las autoridades, Camilo considera que el hallazgo de la tesis abre la opción de usarlos como un producto más. “La idea es que las flores que se utilizan para extraer aceite con fines medicinales y cuyas calidades no sean tan exigentes, se puedan aprovechar como bioinsecticidas”, precisa. Sin embargo para ello primero se deben vencer los prejuicios sobre la planta para seguir investigando sus propiedades sin los obstáculos que debieron superar los agrónomos, quienes durante la documentación tuvieron que remitirse a los reportes de los allanamientos realizados por la Policía de Nueva Zelanda a las viviendas donde se producía cannabis ilegalmente, ya que estos eran muy completos y describían en detalle su sistema de producción, pero sobre todo porque es una información a la que es más difícil acceder en el país por la estigmatización de la planta. Los investigadores esperan que con el paso del tiempo se flexibilice la regulación sobre esta mata, por lo menos para investigaciones como la que ellos realizaron. Con información de Unimedios.
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