Nos quieren muertos: Javier Moro y el exilio contado desde adentro

Mié, 07/05/2025 - 09:24
Javier Moro habla sobre su novela Nos quieren muertos, basada en el caso de Leopoldo López en Venezuela. Una obra que combina literatura, denuncia y memoria.
Créditos:
Kienyke.com

​​​​​En la voz de Javier Moro habita una indignación contenida, pero no solo eso. Habita también la memoria, la historia de personajes que gracias a sus libros no devoró el olvido como es el caso de Sonia Gandhi, la política india de origen italiano que fue presidenta de uno de los partidos políticos más poderosos de su país; o la historia de Anita Delgado, la bailarina española que terminó convirtiéndose en Reina de Kapurthala.

El escritor español, conversó con Kienyke.com durante la Feria Internacional del Libro de Bogotá, FilBo sobre su vida como escritor, las historias que lo han elegido y su más reciente libro Nos quieren muertos, una obra que sumerge a sus lectores en uno de los episodios más oscuros en la historia contemporánea de América Latina: la persecución política que llevó al exilio a Leopoldo López, por la sistemática represión ejercida por el régimen de Nicolás Maduro, heredado del chavismo. 

Una historia que lo encontró cuando lo llamaron para hacer un reportaje sobre este líder opositor del chavismo que con su historia lo conmovió tanto como para no dejarla pasar desapercibida y escribirla, pues embarcarse en la escritura de esta novela no fue una elección casual: fue, más bien, una consecuencia inevitable de la compasión y la curiosidad moral que lo empujó a revisar documentos, entrevistar testigos, familiares, amigos, y a convivir con una historia tan reciente como lacerante.

“Conocí a Leopoldo por un amigo que me llamó para hacer un reportaje. Él acababa de llegar del exilio. Lo vi en Madrid, luego conocí a su mujer. Al principio pensé en un reportaje, pero lo que me contaba era tan potente que dije: ‘Aquí hay un libro’. Un libro donde todo es verdad. Esto es un documento, un testimonio. Había que escribirlo. No hacerlo habría sido un pecado, porque ese testimonio queda. Esa es Venezuela desde 2014 hasta hoy. Y podrán contar lo que quieran, pero el testimonio está ahí, ya no lo pueden borrar”, comienza diciendo sobre la obra que no es solo una crónica de hechos, sino también un grito contenido, una denuncia íntima y feroz contra el abuso de poder.

Una historia que le estalló en la conciencia

A diferencia de otras obras suyas, construidas con la distancia del tiempo o el exotismo del entorno, esta novela nace del presente más crudo. Nos quieren muertos es el resultado de una investigación que le tomó más tiempo de lo que pensó.

Fue así que asumió el rol de ser cronista para evitar que la historia del exilio de Leopoldo López se diluya entre estadísticas de represión o discursos vacíos. Moro lo contó a través de escenas difíciles como lo fue retratar a los hijos de los presos políticos que deben ver a sus padres encerrados solo por ir contra la corriente.

“Dentro de todo hay mucho más heroísmo del que uno podría esperar. Hay escenas buenísimas: la primera noche en la cárcel, la primera visita de los niños... ¿Qué se les dice a los niños? porque, claro, para ellos la cárcel es el lugar donde van los malos. "¿Qué hizo papá?" Entonces había que explicarles todo eso”, recalca agregando que “es una historia muy bonita, muy humana, llena de conductas ejemplares y, al mismo tiempo, de esa lucha constante por la libertad”.

Retratar la historia de millones de Venezolanos

A lo largo de su carrera, Javier Moro ha demostrado una sensibilidad aguda para contar vidas reales atravesadas por la política, la tragedia, el amor, la traición. Obras como El sari rojo, Pasión india o El imperio eres tú lo han consolidado como un maestro de la novela histórica con dimensión humana. Sin embargo, en esta ocasión, su obra adquiere un tono más urgente, más inmediato: rescatar la historia de un hombre que representa a muchos otros que han tenido que migrar y exiliarse.

Para escribir esta novela, trabajó con el rigor de un reportero y la sensibilidad de un narrador: “Estuve en contacto con la familia, sobre todo con su mujer. Me fueron abriendo la puerta a sus amistades, a su entorno íntimo”. Haciendo una investigación periodística, pero con fines literarios.

Moro no disfraza su posición, no es neutral y no quiere serlo. Simplemente retrata y defiende la historia de Leopoldo López y la de millones de Venezolanos.

Las historias que nos encuentran

Para Javier Moro, la semilla de su vocación por contar el mundo se plantó a bordo de un avión:

 “Mi papá era aviador, mi papá trabajaba en una línea aérea y me llevaba muchas veces con él a atender el vuelo”, recuerda con una mezcla de nostalgia y asombro. En aquellos días sin las férreas medidas de seguridad actuales, podía caminar por la pista, subir al avión y meterse en la cabina mientras se producía el cambio de tripulación. 

Esa experiencia temprana marcó su alma viajera. “Cada vez que monto en un avión, hoy en día... a veces siento esa misma emoción que sentía de pequeño”, confiesa, develando que hay emociones que sobreviven intactas al paso del tiempo. Su infancia fue una travesía por Asia, África y otros confines, impulsada por el privilegio de los pasajes libres que su padre aprovechó para mostrarles el mundo a él y a su familia. “Era viajar en el siglo pasado… en un mundo que no estaba globalizado”, comenta recordando la primera vez que estuvo en el aeropuerto de Bangkok:

“Recuerdo la primera vez que pasé por ahí: era como una especie de cabaña grande. Llegamos de noche. Los empleados estaban durmiendo en el suelo. La ciudad estaba completamente a oscuras, no había iluminación. Todo era muy misterioso.  Hoy llegas a Bangkok y ya no teneís esa sensación de haber cambiado de mundo. El aeropuerto es brillante, moderno. Venden lo mismo que en cualquier otro lado. Realmente, el mundo se ha reducido en estos últimos años, en su diversidad, en su complejidad. Pero, por otra parte, también es verdad algo que yo he visto: la disminución global de la miseria, de la pobreza extrema. Porque en mis primeros viajes a la India, en los años 66, 67, 70, 71, 72, había una pobreza que hoy ya no se ve. En eso, el mundo ha mejorado. Y en eso, yo soy optimista”.

Las terminales eran cabañas, las ciudades dormían oscuras y perfumadas de exotismo, y cada encuentro con otro español era una fiesta improbable. Aquel mundo misterioso e intacto encendió en Moro una fascinación por lo distinto, por los relatos escondidos en cada geografía. 

Aunque aclara que no se considera un “escritor de viajes”, esas experiencias sembraron en él una sensibilidad especial: la de quien percibe la historia como un tapiz que exige ser tejido con los hilos precisos.

 “Yo creo que en el detalle está la verosimilitud de una historia y la riqueza”, explica, en un acto de fe por la documentación rigurosa y la textura sensorial. Aquellos primeros vuelos no solo lo llevaron lejos; lo lanzaron al corazón del oficio que hoy ejerce con el rigor de un historiador y la emoción intacta de un niño en la cabina de un avión.

Gabo y la literatura como brújula

Durante la conversación, Moro también deja entrever su vínculo con la tradición literaria latinoamericana. En particular, menciona a Gabriel García Márquez, una figura que marcó no solo a generaciones de lectores, sino también al escritor español que para comenzar a escribir dice que siempre necesita leerlo.

“Antes de empezar a escribir un libro, necesito leer algo de García Márquez. Abro cualquier página, no importa cuál. Su prosa tiene un efecto desatascador en mi cerebro. Es como echarle aceite a una maquinaria oxidada. No es por el argumento, porque ya me sé las historias. Es por la música de su lenguaje, por ese dominio asombroso del ritmo y la palabra”, dice. 

Aunque no es el único escritor colombiano en el que ha encontrado encanto, pues habla también sobre Germán Castro Caicedo a quien admiraba por la manera en la que contaba la realidad:, “otro autor enorme. Siempre que venía a Bogotá cenaba con él. Me dolió mucho su muerte”. 

Entonces aparece el nombre de Mario Vargas Llosa, y la columna que escribió para El País, que fue de hecho su última columna y suscitó muchas reacciones:

“Cuando Vargas Llosa escribió una columna recomendando el libro, los chavistas reaccionaron enseguida. Empezaron a difundir bulos en redes sociales: que me habían encargado el libro los padres de Leopoldo, que había cobrado 300.000 euros… una locura. Pero esa es su táctica: denigrar, destruirte socialmente. Por suerte, duró poco, luego se callaron”, reveló dándole paso a la historia de ese encuentro con el Nobel peruano que: 

“Yo conocía el compromiso de Vargas Llosa con Venezuela. Fui a entregarle el libro en una comida en Madrid. Lo noté cansado, con la cara apagada. Y mi gran sorpresa fue que, una semana después, publicó una columna entera sobre el libro, con el título: Nos quieren muertos. Años después supe que ese día venía del hospital, estaba muy enfermo. Leyó el libro estando ingresado y, aun así, escribió sobre él. Eso se lo agradezco profundamente. Ya sabía que le quedaba poco tiempo. Fue un gesto muy generoso”, concluye. 

Asumir que el tiempo pasa

Este madrileño de 70 años, recuerda el día que conoció a Gabo y Carlos Fuentes en Cartagena, siendo muy consciente de lo rápido que va la vida: “Es tremendo cómo pasa el tiempo. Ayer estaban tan vivos, tan activos, y hoy ya son carne de estudio”, dice cuando le pregunto sobre cómo ve entonces su futuro con los libros a lo que me dice que “Mientras tenga fuerzas” no quiere hacer otra cosa, quiere seguir escribiendo: “Porque es al final la curiosidad lo que te mueve: querer saber, conocer”. 

Aunque admite lo terrible de la vejez: “el cuerpo ya no te sigue. La mente, sí; yo me siento como si tuviera treinta años. Me entusiasmo igual por las historias. Pero me canso antes, me cuesta concentrarme como antes, escribo más lento. Eso es la vejez, ¿no?”. 

Me cuenta también que su madre era su primera lectora, pero ya no está. Sin embargo, la trae con la memoria a nuestra entrevista contando que Bernadette Lapierre, quien era de profesión traductora le hacía ver los lados flacos de la historia, las cosas que no encajaban en el relato.

Hoy este escritor que hace más de 30 años se ha dedicado a contar historias reales que principalmente le han emocionado a él habla de las cosas que quiere escribir, dice que investigaciones que no le tomen años, pues sabe que quiere explorar otras cosas y el tiempo no espera a nadie. 

Creado Por
Ana Prada
Más KienyKe
Tras las disculpas públicas de la exparticipante de La Casa de los Famosos por su actitud hacia 'Peluche', la hermana de Mateo respondió.
Javier Moro habla sobre su novela Nos quieren muertos, basada en el caso de Leopoldo López en Venezuela. Una obra que combina literatura, denuncia y memoria.
En una nueva entrevista, Aida Victoria Merlano y su pareja tocaron el tema del matrimonio, entre otros detalles curiosos.
Este miércoles el Paris Saint-Germain y el Arsenal se enfrentan en el partido de vuelta de las semifinales de la UEFA Champions League.
Kien Opina