¡Que viva el TLC, carajo!

Mar, 22/05/2012 - 15:00
Con el inicio del Tratado de Libre Comercio con nuestros guías espirituales y materiales de los gloriosos Estados Unidos de América, se abre desde los océanos la puerta de nuestra felicidad eterna.
Con el inicio del Tratado de Libre Comercio con nuestros guías espirituales y materiales de los gloriosos Estados Unidos de América, se abre desde los océanos la puerta de nuestra felicidad eterna. Atrás quedaron los oscuros días en los cuales los necios del centro y la izquierda trataban de oponerse a esta panacea que nos pone en el sendero de la riqueza física y moral, en la vía expedita hacia la inmortalidad, hacia la adquisición barata del paraíso terrenal. De nada les valieron sus quejas necias y sus sinrazones purulentas a los que quieren mantenernos en el atraso, el aislamiento y la oscuridad. A los que no quieren que nos lleguen a precios bajos los magníficos productos de nuestros benefactores anglosajones, que no son solo objetos, porque con el TLC vendrán del Norte además de los tiernos y gordos cuadriles de pollo repletos de nutritivos químicos y con antibióticos fuertes para de una vez erradicar los leucocitos de este país, sino también el bendito maíz transgénico, étnicamente puro y blanco que reemplazará a la chicha y a la insípida amarillenta y palúdica mazorca muisca. Digo, también llegarán los grandes frutos del la ideología, el pensamiento y el espíritu que nuestros protectores y jefes del Rio Grande al Norte, nos enviarán para civilizar de una vez por todas a este reinito mestizo y culi pronto. Me refiero desde luego a intangibles que importaremos y que se nos enviarán a raudales, en canal o en gruesas, como el “American way of live”, el “time is Money” el “in dollar we trust”, el expansionismo, el acertado neo colonialismo y el nunca bien ponderado imperialismo que ha hecho de los USA la gran potencia y a los monos los civilizadores de Occidente. Una vez adaptadas estas premisas fundacionales que llegarán de Los Ángeles a Buenaventura o de Miami a Barranquilla, podremos sin agüero, por ejemplo, avasallar de una vez por todas a la indiada ecuatoriana o boliviana y hacer con ellos lo que los norteamericanos han hecho con nosotros, es decir, protegernos, ponerlos a producir y convertirlos en satélites del gran polo de desarrollo que será Colombia. Podremos saquear a manotadas a esos pueblos sin estructura, moral ni ley y con esa platica pagar el costo de la gran ayuda de los hermanos gringos. ¿Y qué me dicen por ejemplo de otras importaciones conceptuales fundamentales para nosotros como la llamada “guerra fría” que nos permitirá tener a raya a Chávez; el segregacionismo que nos ofrecerá las armas para mejorar el ADN nacional; o la larga experiencia de los rubios queridos en materia de desaparición forzada de etnias aborígenes, que allá sacaron de circulación muy temprano, evitando así la existencia de mingas, resistencias, guardias indígenas y demás subversiones que aquí han implementado los nativos retrecheros y ladinos? Con la importación de la experiencia norteamericana sí que podremos desarrollar aun más nuestras saludables, estables y rentables guerras intestinas, y no solo eso: tendremos la tecnología, la moral, y la voluntad de trasladar nuestras confrontaciones al vecindario y aún más lejos. Tomando ejemplos de guerras de alto contenido ético y de limpieza anti comunista o anti mahometana, cuya experiencia heredaremos, como las de Corea, Vietnam, Afganistán y las del Golpe Pérsico. Veo a Colombia repleta de cárceles “Guantánamo Style”… Y ni hablar lo que aprenderemos e importaremos en materia de masacres indiscriminadas, “serial killers” y todas las tendencias maniqueas tan importantes para consolidar nuestra visión del bien y del mal, nuestra única idea y el unanimismo que nos permitirá acabar con tanta oposición. Veo llegar en barco versiones contemporáneas del “new deal” de Roosevelt para lograr que nuestro Estado y el gobierno intervengan en la economía, pero esta vez para potenciar lo privado sobre lo detestablemente público, o sea contra las vainas del populacho, hoy ensoberbecido y altanero. ¡Que lleguen ya nuevas formas del aislacionismo en poderosos conteiner cargados de chicles! ¿Y qué tal la importación de prohibicionismo, la ilegalización definitiva hasta del Mejoral? Veo llegar por Santa Marta o en avión hacia El Dorado una nueva “Dust Bowl” que nos garantice el empobrecimiento definitivo de los labriegos, para que no tengan así ni fuerzas ni ganas de levantarse y de joder con reparación y justicia o inconvenientes leyes de tierras. Nosotros también tenemos derecho a pasar por nuestra propia “Gran depresión”. Hablan de exportaciones de productos del agro hacia los Estados Unidos. ¡Pamplinas! A dedicarse solo a importar. ¿Para qué exportar nuestros productos de tercera, si todo nos llegará a rodos desde el Norte? ¿Qué eso va a afectar al agro? Pues mejor, con eso se acaba esa pendejada del campo, vulgar atraso de otros siglos. Dediquémonos a exportar sí, pero lo bueno, lo tradicional como la coquita o la palma y que en libre cambio monumental, los gringuitos se lleven todo lo que nos sobra acá, el agua, el oro, el petróleo, el carbón y demás cosas de las cuales ni sabemos servirnos. La llegada de ideas y materiales ultra neo liberales, solo puede redundar en el pingüe beneficio de los inversionistas, banqueros y gentes de bien. Si la gente rica está contenta, el país vivirá feliz. Y no habrá necesidad de tener a raya a los insurrectos. Y que nos manden más armas para matarnos entre nosotros y así controlar la desbocada explosión demográfica debida al pecado ese de andar pensando todo el día en tirar, tirar y tirar, en lugar de trabajar, trabajar y trabajar… Les pagaremos su beneficiosa influencia con territorios, minas, ríos, selvas, y claro, el sudor de los que deben trabajar para el bien de nuestros jefes ¡God bless and save América! Necesitamos un buen café importado y unos bananos de la Florida, que reemplacen las vetustas plantaciones nacionales. Hasta tierra exportaremos, el país entero en barcos graneleros donde lleven nuestra fertilidad para que allá produzcan y acá paguemos y consumamos. ¡No más arroz del Saldaña, no más mazamorra, sancocho valluno, arroz con coco ni sopa de cubios! Que en nuestra cabeza solo quepa la idea de la hamburguesa y la malteada, con carne de Missouri y leche de Wyoming. Sin olvidar la necesidad de que nos exporten de una vez a sus “marines” y demás fuerzas amadas para que acaben acá con el relajo y destruyan ese concepto arcaico de la soberanía y de la nación. Desde el punto de vista religioso el TLC nos permitirá la consolidación de las corrientes protestantes mayoritarias allá y que aquí poco a poco van surgiendo. La importación de las costumbres puritanas y de supremacía racial ayudarán a la construcción de una Colombia blanca y cero promiscua, donde solo se haga el amor para reproducirse como quiere nuestro amo Uribe y su patriarca Monseñor Ordóñez. Que nos manden todo y que se lleven todo, y de ese modo lograremos ser como ellos, paradigmas de nuestra era. Démosle la bienvenida a nuestro futuro, a nuestra felicidad y a voz en cuello cantemos: “O say, can you see, by the dawn's early light, What so proudly we hailed at the twilight's last gleaming? O en español, lengua que gracias al TLC también desaparecerá: “Amanece: ¿no veis, a la luz de la aurora, lo que tanto aclamamos la noche al caer?”  
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