“La policía Metropolitana de Bogotá acaba de publicar el cartel de los 100 más buscados de Bogotá”, anunciaba el noticiero de las 7:00 p.m. del 17 de enero de 2012. Gloria Rincón estaba en la cocina. No le interesaba la noticia. Ella vive en Madrid (Cundinamarca), y los informes de la capital eran ajenos a su vida.
Dos minutos después timbró el teléfono. Era su hermano. Parecía nervioso.
–Acabamos de ver a su hija Sonia en la televisión –decía el hombre.
La mujer siguió preguntando. No comprendía de qué le estaban hablando al otro lado del auricular.
–Vaya y mire el noticiero –le dijeron.
Vio en la pantalla la foto de su hija, junto a sicópatas, asesinos y estafadores. Ella aparecía como uno de ellos.
En el cartel de los más buscados de Bogotá, Sonia Milena Muñoz apareció por error.
Madre e hija se miraron desconcertadas. Sonia Milena Muñoz no entendía por qué su foto formaba parte del cartel de los más buscados de Bogotá.
–Mami, esto no puede ser. Debe ser una broma –respondió la joven.
–Mire, Sonita, esto es peligroso, ¿usted se está dando cuenta de eso?
Sonia Milena, de 29 años, se cubrió el rostro y empezó a llorar. La madre lloró también. La joven se convirtió en prófuga de la justicia y Gloria Rincón en su cómplice. Si las descubrían, la policía no dudaría en apresarlas, acusarlas y condenarlas. Eso pensaban.
La investigación y la orden de captura surgieron de una investigación adelantada por el Fiscal 250 en Bogotá, según aclara el documento expedido por el abogado de la acusada, Jaime Granados Peña.
Es cierto que Sonia Milena Muñoz, junto a ocho integrantes de la familia, entre primos y hermanos, cometió delitos. Pero no es la misma Sonia que vive fuera de Bogotá, con su madre, su hija y dos hermanos. La policía se equivocó. Culpable e inocente son homónimas. La verdadera delincuente está capturada en el centro penitenciario El Buen Pastor.
Al siguiente día, la víctima del error no fue a trabajar en la miscelánea donde la contrataban por turnos. Tenía miedo de encontrarse con un policía o un desconocido que reconociera su rostro y alertara a las autoridades. Desde esa mañana, su casa se convirtió en una prisión. Procuró no asomarse a las ventanas, ni abrir la puerta. Dedicó todo el tiempo a su hija de seis meses.
La noticia de la equivocación se propagó por la familia, la calle, el barrio y por todo Madrid. El abuelo de Sonia, al enterarse, se desplomó. Todos pensaron que había sufrido un paro cardiaco. Estuvo internado casi una semana en la clínica. Sonia no podía visitarlo. Se sentía culpable aunque nunca había tenido un problema con la justicia, ni siquiera una pelea callejera.
Aunque los vecinos creían en su inocencia, ella seguía con temor. Se había echado a cuestas una culpa que no le correspondía. Un día, cansada de sentirse prisionera en su casa, llamó a una emisora. Dijo que aparecía en la lista de los más buscados siendo inocente. El país la escuchó. Un culpable no llama a limpiar su nombre, pensaba la audiencia. En ese momento la policía no admitía su equivocación. Días después, la prensa confirmó lo que se sospechaba, Sonia Milena Muñoz es inocente.