Tres de cada diez indigentes en Manizales son profesionales

Lun, 12/08/2013 - 19:33
A mediados de año un informe publicado en la prensa nacional alertaba que el 30% de la población en indigencia de Manizales es profesional, tecnóloga, técnica o con estudios superiores al bachille
A mediados de año un informe publicado en la prensa nacional alertaba que el 30% de la población en indigencia de Manizales es profesional, tecnóloga, técnica o con estudios superiores al bachillerato. Tres de cada diez habitantes de la calle tuvieron la oportunidad de tener una opción laboral estable, pero los reportes de la prensa que citaban a funcionarios oficiales reconocían que varios de ellos cayeron en desgracia por la droga o el licor. Se hablaba de todo tipo de perfil. Médicos, abogados, ingenieros, filósofos y docentes. KienyKe encontró a un matemático, que además es químico y biólogo. Un docente que hace un par de décadas enseñaba aritmética, álgebra, física, trigonometría, cálculo y ciencias. -Hace mucho frío en Manizales, pero estoy súper bien- me dice recién lo saludo. -¿Y a qué se debe que esté tan bien, profesor? -¿Sabe por qué?, pues porque hoy pude amanecer y tomarme unas copas de ron. El profesor Escobar es alcohólico. El trago lo ha llevado a la ruina, una ruina que de alguna manera soporta con entusiasmo. Está por cumplir 65 años, fue pensionado por el magisterio y el dinero que recibe lo gasta en cerveza y ron. Cuando llueve, como en estos días, prefiere algún aguardiente y en la peor de las decadencias, el alcohol etílico. Hablar con él resulta ser una envolvente tertulia con un dicharachero. Luego de cada pregunta que responde termina soltando una seca carcajada, pues le encuentra humor a cada anécdota en su vida. Dice que nació en una cañada, entre Anserma (Caldas) y Quinchía (Risaralda). Tuvo cuatro hermanos y cuatro hermanas. “Mi papá fue comerciante fracasado -comenta con serenidad- tuvo cuatro fiascos comerciales. Cuando se quebraba nos tocaba volver a la finca de mis abuelos a trabajar. Allá ‘bolié’ machete”. Más adelante me confesará que parte de su desgracia fue culpa de su padre. “El que me enseñó a tomar fue mi ‘apá’. Yo siendo niño, por ahí de siete años, cuando íbamos de paseo me daba aguardiente. Él fue muy ignorante. Fue prácticamente un analfabeta. Una empleada de él -que yo creo que era compañera (amante)- le enseñó a leer, a escribir y a las cuentas”. El profesor Escobar estudió en el Colegio de Varones de Anserma, Caldas. Terminó estudios en 1966 y de inmediato se buscó la forma de seguir estudiando lo que siempre le apasionó: los números. -Desde niño me gustan los números. Es un juego. Es cuestión de capacidades. Así como hay genios para la matemática, hay gente que padece discalculia, o sea dificultad para calcular. En la escuela y en el colegio siempre fui excelente en matemáticas. Cuando mi ‘apá’ tuvo tienda y cacharrería yo era el que le hacia las cuentas. Empecé desde muy niño, a los cuatro años las tías me enseñaron a escribir y a sumar. Tenía yo cinco años cuando me soltaron las cuentas y los inventarios. Y cuando eso se sumaba a lápiz. Ingresó a la Universidad Tecnológica de Pereira y se matriculó en Licenciatura en Ciencias Físicas y Matemáticas. Se graduó en 1971. “El problema que tuve en la Universidad es que siempre estuve enamorado. Faltaba mucho a clase porque me quedaba con una muchacha y no iba a estudiar. Pero no perdí materia. O bueno, una vez me tocó validar porque me enfermé con tifo”. Diez años más tarde estudió en la Universidad de Caldas, en Manizales, Licenciatura en Biología y Química. Se tituló en 1986. No todo el tiempo vivió en la capital caldense. Su primera esposa la conoció en La Dorada, bajo abrazadoras temperaturas de más de 35°C. “De ella me deslumbró su cabello, es pelirroja. Como hace tanto sol por allá, ese cabello le resplandecía. Nos casamos un 29 de junio, día de San Pedro y San Pablo, en el 73. Conviví con ella en matrimonio 10 años y tuve una hija”. Luego se involucró con una joven, que fue alumna suya. Con ella vivió 15 años y tuvo otros dos hijos. “Uno de ellos se llama Camilo, en honor a tres Camilos: Camilo Torres, el del memorial de agravios; Camilo Cienfuegos, el cubano revolucionario; y Camilo Torres Restrepo, el cura guerrillero. El otro se llama Vladimir, por Lenin”. Su primer trabajo formal, en el que duró varios años, fue como docente en el colegio La Divina Providencia de las Hermanas Terciarias Capuchinas, en Manizales. Luego consiguió trabajo como profesor de matemáticas en el Sena de la misma ciudad, durante doce años. Profesionales indigentes Profesor Escobar, Kienyke (Izquierda) el profesor Escobar, al finalizar esta entrevista. (Derecha) el monseñor Fray Juan Torres, director de una fundación que atiende población indigente en Manizales.  No es posible ubicar el punto de quiebre de su vida. El profesor Escobar reconoce que durante la universidad no bebió mucho licor pero en cambio fumaba marihuana. “No fumaba mucho, pero reconozco que a veces llegaba a clase contento. Pero siempre la controlé, nunca consumía en exceso y fue fácil dejarla”. Pero empezó a abusar del licor después de tener su primera profesión, y más tarde incluso consumió bazuco, tanto así que fue a través de tratamiento psiquiátrico que lo dejó. Pero seguía bebiendo. “Un día llegué al colegio donde trabajaba borracho, porque llevaba tres días tomando recién me había separado. No me iban a dejar entrar, pero convencí a una de las hermanas de que así podía dar clase de trigonometría. Ella hasta se sentó a escucharme y no me puso problema, solo por esa vez”. En el Sena no pudo hacer la misma gracia; los porteros eran muy estrictos. De repente es como si despertara y ya no tuviera nada, solo una botella de ron a su lado. Atrás las clases en colegios y universidades. Sus hijos viviendo en otras ciudades ocasionalmente lo llaman. Su primera esposa no lo quiere ver. La segunda se fue con otro más joven. Obtuvo, hace más de diez años, una pensión de jubilación que fue más por invalidez. “Tuve un trauma muy jodido de verdad; me dijeron que era maniaco depresivo bipolar afectivo psicótico. No podía volver a clases. Me pensionaron con poquito en el año 2000”. Sin darse cuenta, el trago le quitó todo. Desde entonces administra su dinero de tal forma que no le falte bebida diaria, ojalá de buen ron o brandi. Si tiene que sacrificar vivienda, no le importa dormir en la calle. Si tiene que dejar de comer, dice que le basta con un jugo de guayaba. -¿Qué Desayunó ayer?- le pregunto. -Dos tragos de ron. Si puedo le hecho licor a un chocolate que me den. -¿Qué almorzó? -Un caldo de gallina, pero solo con hígado, y un jugo de guayaba. -¿Y la cena? -No como en la tarde ni noche. -¿Le basta con el caldo y el jugo? -Eso del sancocho o los fríjoles no me interesa. Ni las carnes. Pero nunca me falta el jugo de guayaba, es muy nutritivo. Y lo tomo desde que me dijeron que estaba muy acabado, muy delgado. El primer par de copas las toma recién despierta, como a las ocho de la mañana, y termina de beber cuando el sueño lo vence en algún lugar de la calle. Dice él que se acuesta antes de las 10 de la noche. Otros que lo conocen comentan que lo ven tomando con otros indigentes a las 2 o 3 de la madrugada. “Me gusta ir a tabernas de los sesentas y cuando se pueda, me gusta bailar”, asegura. Se considera todo un mujeriego a su edad. “No soy muy guapo, pero una chica, alumna mía, me dijo una vez: oiga profesor, usted es de esos feos atractivos como Arnold Schwarzenegger. Si las mujeres lo dicen, pues sí, soy un feo atractivo –suelta su carcajada seca- y yo tengo una trampita con ellas: los detalles. Unas chocolatinas, unas florecitas. Esa es la fórmula del amor: detalles+caballerosidad+insistencia=mujer enamorada”. En esta entrevista, el profesor Escobar escondía en su saco una botella de ron y confesó haberse tomado unos tragos antes de la cita. No se nota ebrio, aunque a veces titubea, reitera ideas y se ríe para disimular. Pero consigue mantener una fascinante lucidez que da crédito de su pasado. “Los grandes poetas del mundo, empezando por Édgar Allan Poe, vivieron borrachos. Poe murió borracho. León de Greiff, el colombiano, también era alcohólico”. “Mi vaso lleno -el vino del Anáhuac-, mi esfuerzo vano -estéril mi pasión-, soy un perdido -soy un marihuano-, a beber y a danzar al son de mi canción”, declama recordando a Porfirio Barbajacob, de quien recuerda que además de bebedor era fumador de cannabis. -¿Es usted feliz? -Un filósofo decía que la felicidad es un estado de ánimo que depende las relaciones de amistad hogar y familia. Eso es difícil de conseguir. -Y si hace esa evaluación, de alguna forma ¿se siente feliz? - Yo simplemente soy un hombre feliz. Uno vive como piensa. Si uno piensa que es infeliz, se suicida. Eso depende de la forma de pensar. - ¿Quisiera cambiar algo? - Sí me gustaría dejar de tomar tanto licor. Y lo hice un tiempo, hace como siete años. Y me fue bien hasta que me encontré con un compadre y me insistió que tomáramos brandi, y me convenció. Recaí, pero aquí estoy. Pero después confiesa que por su edad no le interesa inscribirse en algún programa de atención a alcohólicos. No es su prioridad dejar de tomar ya que sobre todo trata pasar el día a día con aparente dignidad. Nunca anda sucio ni con ropas demasiado gastadas. Incluso se desliga del calificativo ‘indigente’, porque dice que no le falta nada en tanto tenga sus tragos diarios. Con voz quebrada, finalmente, sí manifiesta que desearía volver a dar clases, y que siente emoción cuando algún joven o niño lo busca en la calle y le pide asesoría en matemáticas. Nunca se negaría. Muchos profesionales en indigencia no buscan ayuda Monseñor Fray Juan Torres dirige la Fundación Orden Franciscana de la Divina Compasión, que desde hace más de 10 años atiende a población marginada, incluyendo a indigentes en la Comuna 2 o San José de Manizales. Según Fray Juan Torres, en un censo que ha levantado en la zona donde labora ha contabilizado unos 380 habitantes de calle, y de ellos estiman que entre 20 o 30 son indigentes que fueron profesionales, técnicos o tecnólogos. Además del profesor Escobar, Fray Juan Torres recuerda la historia de un ingeniero civil que tuvo mucho éxito profesional pero que lo atrapó la droga y hoy vive en las peores condiciones. “Lo peor es que la familia trata de recogerlo, ayudarlo, y dura un mes en casa o en alguna institución pero luego vuelve a la calle”, explica el religioso. El ingeniero lleva unos siete años viviendo en absoluta penuria, y no le interesa ser ayudado por ninguna institución, ni siquiera por Fray Juan a quien considera un amigo. Le ha contado de su vida, pero siente vergüenza de su condición y no recibe apoyo, sino que se resigna a su destino. “Tiene por ahí unos 35 años. Inclusive tuvo su empresa. Pero acostumbraba mucho ir a fiestas con amigos. Y en una de esas fiestas además de licor, alguien llevó drogas. Él empezó a consumir y luego a gastarse el dinero en vicio”. Profesionales indigentes en Manizales, Kienyke Fray Juan Torres reconoce haber conocido y ayudado a decenas de profesionales o estudiantes de educación superior con favorables condiciones económicas que hoy son indigentes. El vicio, asegura, en todos los casos los ha llevado a la perdición. Sigue contando anécdotas de estos casos y reseña que hace menos de tres años conoció a una mujer de calle, licenciada en Filosofía, Antropología y Lenguas. “Era profesora en la Universidad de Caldas. Hablaba cinco idiomas. La primera vez que la vi estaba botada en un andén y me saludó en italiano. Eso me llamó la atención, me senté con ella y le pregunté por qué estaba en esa situación. Me explicó que era profesora de lenguas, artes y humanidades. Dominaba el inglés, francés y algo de portugués, pero que estaba dominada por el vicio”, reseña. Pocas veces la pudo atender, porque era una mujer muy orgullosa que se lamentaba por su suerte. Prefería ocultarse por la vergüenza que le causaba, además de ser indigente, el hecho de no poder superarlo. Era drogadicta. “Empezó como casi todos. En fiestas donde además de licor hay drogas. Ella comenzó con cocaína”, dice. En este caso, el del ingeniero y el del profesor de matemáticas, Fray Juan Torres lanza una alerta a las autoridades sobre las cifras del censo de población en indigencia. Reconoce que en las tres historias coincide que los sujetos intentan marginarse del grupo de indigentes, procuran mantenerse limpios y nunca asisten a brigadas de ayuda, por pena. Por eso teme que haya un elevado número de habitantes de calle con estudios superiores y que no sean reconocidos por los registros oficiales. KienyKe habló con la secretaria de Gobierno de Manizales, Paula Andrea Sánchez, quien dijo que según su más reciente estudio, que aún están procesando, ha habido una disminución notable en población indigente en la ciudad y, en consecuencia, menos personas con estudios viviendo en la calle. En 2009, según sus datos, había 1.250 indigentes. En 2013 la cifra se ha recudido a 559. Un 70% de ellos estaría siendo atendido en servicios médicos y psicológicos por la Empresa Social del Estado (ESE) Assbasalud. El informe gubernamental reseña que 59 indigentes en Manizales no tienen ningún estudio, 229 tienen estudios de primaria, 209 formación de bachillerato y 12 son profesionales o técnicos. No obstante esta cifra dista del censo que tiene la fundación Orden Franciscana de la Divina Compasión, que cubre solo a una de las once comunas. Esto se explica claramente en el silencio que guardan estas personas para evitar que su caso lo conozca su familia y la sociedad. La vergüenza, frustración y el miedo a la condena por su decadencia hace que una persona con estudios y en la indigencia repela la asistencia de fundaciones o del Estado. Optan por convivir en silencio con su desgracia. @david_baracaldo
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