En un café que lleva por nombre el apellido famoso en el mundo de la literatura por la obra del escritor que renunció a la nacionalidad colombiana para adoptar la mexicana y que está ubicado en el corazón del barrio Laureles, en el occidente de Medellín, Aníbal, el hermano de Fernando Vallejo, pasa algunas horas de sus días conversando sobre los dos temas que han marcado su vida: el arte y los animales.
Desde ese pequeño espacio, invadido por libros, cuadros y aromas cafeteros, el Vallejo abogado, docente y decano retirado de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia, en donde trabajó por 27 años, asegura sin pretensiones que puede contar la historia de la ciudad desde el punto de vista animalista. Más tristemente, desde las difíciles luchas para acabar con el maltrato animal.
A este Vallejo de semblante serio y aparentemente malhumorado, como a su hermano, no le da miedo expresar sus opiniones aunque puedan levantar ampolla.
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Por eso se reconoce pesimista a la hora de pensar en el futuro de la causa animalista y, especialmente, sobre el porvenir de la Sociedad Protectora de Animales de Medellín, entidad que preside ad honorem hace tres décadas y que este próximo 27 de junio cumplirá 100 años "sin pena ni gloria", dice él, porque el trabajo que ha hecho es muy poco valorado y su historia a nadie le interesa.
De hecho, cansado de que los políticos asuman la causa animalista como un asunto de votos y no de ética, decidió retirarse de la Junta Protectora de Animales el año pasado, que por ley debe conformar cada municipio, y abandonar la columna en el periódico el Mundo en el 2015, que le permitió exponer en 845 artículos todo lo que pasó y sigue pasando alrededor de los animales en la capital paisa y en el país.
"Se defiende el perro pero se come la vaca, despresada en la mesa"
Aníbal no se arrepiente de haber recorrido en su carro todos los colegios e instituciones de Medellín para interesar a los más jóvenes en el bienestar animal, tampoco de su participación en los congresos de ética para defender los derechos de los animales que son usados en los laboratorios de centros de investigación, pero está decepcionado. [single-related post_id="689515"] "Cuando empecé a levantar los animales de la calle los perros ladraban, pero ahora dan votos. Los políticos han cogido la bandera animalista para cosechar las cosas que se sembraron, manipulando a la comunidad y creando una generación obcecada, completamente agresiva y violenta con el ser humano y el animal, perdiendo el norte y la brújula de cómo debe ser su actuación con los animales", explica Vallejo.El abogado está convencido de que "se ha creado un montaje alrededor de la protección animal completamente de carácter económico"."Se defiende el perro pero se come la vaca, despresada en la mesa, o al marrano o la gallina. [...] Y lo han deteriorado de tal manera, que ya les dicen los cuatro patas, los peluditos, con un romanticismo bobalicón e inmaduro, con más sentimentalismo que razón, con más apasionamiento que dignidad, y con una visión sesgada de lo que es el ser humano en su relación con el animal", agrega.
"Nos llenamos de proteccionistas, de animalistas, de personas defensoras de los peluditos, sin argumentos y sin razón", asegura.El deber ser, según Aníbal, es actuar sin doble moral. [single-related post_id="391372"] "Los animales están compartiendo un espacio que nosotros invadimos. Los desplazamos, los masacramos y los seguimos explotando para nuestro interés. No se puede tener la doble moral de jalarse los cabellos e insultar usando las redes porque una persona le pegó una patada a un perro, sin rechazar a todos los que están detrás de esas otras cadenas: de los productores de calzado, los mataderos, los centros de investigación".