La virtud universal de la bondad

Lun, 02/03/2020 - 10:14
Necesitamos comprender lo que nos sucede desde una perspectiva objetiva, científica, filosófica y espiritual

A través de la historia los seres humanos necesitamos practicar las virtudes naturales con el fin de mejorar la especie, sobrevivir y evolucionar. Estas doctrinas y pensamientos filosóficos son cambiantes, pues se adaptan como solución a las diferentes crisis sociales, económicas y políticas, que logran desequilibrar a los habitantes del planeta. 

Actualmente, el COVID-19 (coronavirus) acrecienta la confusión y la impotencia ante una pandemia que ha afectado en principio la salud humana y colateralmente a la economía, los mercados internacionales y hasta las creencias morales y religiosas. 

Por eso, necesitamos comprender lo que nos sucede desde una perspectiva objetiva, científica, filosófica y espiritual, con el propósito de corregir comportamientos errados que nos han traído como consecuencia las crisis extremas, las cuales se aminoran o resuelven al lograr descubrir el cómo, el por qué y para qué de las mismas. 

En la antigüedad, los filósofos griegos en sus obras y enseñanzas reforzaban valores y virtudes, como la justicia, el coraje y la sabiduría para superar las adversidades. Razón por la cual Platón escribió “La Republica” después de la terrible guerra del Peloponesio. 

Otras obras de importantes maestros que nos han influenciado en nuestra forma de entender la vida fueron el “Tao Te Ching”, que nace posterior a los Estados de Guerra de China como fruto de las reflexiones del sabio Lao Tse que invitaban a la humildad, la simplicidad y la tranquilidad; San Agustín, el teólogo latino, tras el saqueo de Roma se inspiró en su magnífica obra “Ciudad de Dios” para destacar la práctica del silencio, la sinceridad, la moderación y el dominio de sí mismo. 

Durante la Segunda Guerra Mundial, el psiquiatra judío alemán Viktor E. Frankl, quien estuvo confinado por años en el terrible campo de concentración y exterminio alemán de Auschwitz escribió “El hombre en busca de sentido”, en donde plantea la necesidad de una conexión espiritual para superar las peores desgracias del ser humano y decir: “¡Sí a la vida! A pesar de todo”. 

En la actualidad, quien ha denunciado la catástrofe moral de la sociedad moderna ha sido el filósofo sur coreano Byung-Chul Han, pues en sus obras revela la inconsciencia en que permanecen la mayoría de las personas que no se dan cuenta de cómo la autorrealización se convierte en autodestrucción y la hiperactividad en pasividad. De este modo, vivimos con la ilusión de la libertad cuando en realidad nuestra existencia está vigilada por la desbordada tecnología de consumo, al entregarles nuestros datos personales, gustos y ubicación a poderosas empresas que intentan programar nuestras mentes para someterlas a sus deseos e intenciones.

La bondad: una virtud que nos une

Como nos damos cuenta, las crisis han sido la base de la creatividad para la inspiración del ejercicio de las virtudes, en este caso la bondad, que se caracteriza por la actitud de actuar siempre en beneficio de los demás desinteresadamente, generando felicidad al hacerlos sentir seguros y queridos. El término bondad, proviene del latín “bonitas” que significa poseer la cualidad de ser bueno, es decir, benevolente en sus acciones y palabras en favor de las personas e incluso de todos los seres vivos. 

Por increíble que parezca y de forma consciente o inconsciente, estamos emergiendo de múltiples escenarios caóticos a través de la conciencia plena como una importante herramienta transformativa hacia el cuidado del planeta, los recursos naturales, la cooperación humanitaria y sobre todo construyendo el respeto hacia la vida y el cuidado de nosotros mismos. 

De igual manera, estos movimientos sociales están siendo apoyados por la industria del séptimo arte, que busca devolvernos los valores olvidados por medio de cintas cinematográficas con un sentido más existencial y realista, contrastando con otras producciones más banales e insustanciales. 

Como ejemplo para profundizar en el contexto de este artículo, hoy me quiero referir a la bellísima y refrescante película: “Un buen día en el vecindario”, dirigida por la escritora y actriz Marielle Heller e inspirada en un artículo sobre la vida del presentador de televisión Fred Rogers, publicado en la Revista Esquire el 1 de noviembre de 1998 y redactada por el periodista Tom Junod.  

En mi concepto, Tom Hanks, ganador de dos premios Oscar de la Academia, es uno de los mejores actores de Hollywood, quien en esta ocasión interpreta a Mr. Rogers, un hombre que posee la virtud de la bondad, la paciente escucha, la amabilidad, la compasión y la expresión sincera de sus sentimientos. 

Esta sencilla historia, toca el corazón de todos los espectadores, pues nos vemos retratados en el sufrimiento interior por la falta de expresión de sentimientos por parte del periodista Lloyd Vogel, un personaje ficticio basado en Tom Junod a quien la editora de la Revista Esquire le encarga la tarea de entrevistar al magnético y querido Fred Rogers. 

El alma atormentada de este escritor sufre profundamente debido a una verdadera “alergia” a la felicidad, ya que en la infancia estuvo influenciada por un padre alcohólico y ausente. Además, su resentimiento y neurosis se agravan por la prematura muerte de su madre. 

Sin embargo, la virtud de la bondad de su entrevistado le produce un impulso de defenderse ante estas actitudes que no entiende, al criticarlo, ironizarlo y hasta burlarse de su “supuestas” cualidades, las cuales desde su distorsión emocional es incapaz de reconocer.  

Una de las mejores escenas de esta cinta, es en un restaurante de comida china en donde Mr. Rogers le pide a Vogel ante la negación y justificación de sus defectos de carácter, que por favor permanezca en silencio durante un minuto, mientras se imagina a todas las personas que lo amaron y lo hicieron ser quien es. 

La cámara se desplaza en un primer plano mirando a los espectadores, como una invitación a que hagamos la misma reflexión. Es tan poderosa su mirada, que hace brotar muchísimos sentimientos reprimidos los cuales se manifiestan, como fue en mi caso, en un incontenible pero dulce llanto de esperanza. 

En ese interminable minuto “cuántico”, también pude observar algunas escenas de mi infancia, de muchos de mis traumas y dolores interiores. En realidad, tuve la fortuna de permitir mi propia catarsis interior por medio del alma de Fred Rogers: un hombre congruente que intenta enseñar el valor del perdón y la aceptación de los errores, los cuales, si no son entendidos desde la orilla de la bondad, nos seguirán manteniendo prisioneros de nuestras cárceles emocionales. 

La amabilidad y la bondad de Mr. Rogers, en ningún momento la interpreté como una señal de debilidad o cobardía, por el contrario, a través de esa actitud trataba temas ante su audiencia infantil y adulta tan serios como el divorcio, las enfermedades, la muerte, el racismo, la guerra, la inutilidad del consumo material y las heridas de infancia. 

Incluso el asistente personal de Mr. Rogers le comenta al periodista Vogel: “A él le gusta ayudar a todos, pero especialmente ama a la gente como tú: rota y averiada por dentro”. Como una especie de sanador espiritual, Fred Rogers facilita un trabajo de curación casi milagroso en la vida de Lloyd y la de su familia.
No es mi intención, queridos lectores, seguirles contando más detalles de esta película, sólo quiero invitarlos a que inviertan un “poco” de su ocupado tiempo en una verdadera terapia social que de seguro les dará una motivación para activar aquellas virtudes que cada uno necesite, mejorando su propio camino y ayudando a mejorar el camino de los demás. 

Puedes decir… ¿héroe?

Este es el título de la entrevista publicada en la Revista Esquire en 1998 y la fuente de inspiración para la realización de esta película, en donde se devela que Fred Rogers no fue el típico superhéroe americano representando en Superman, Batman o el Capitán América, tampoco fue un aguerrido marine norteamericano y no conquistó a nadie por medio de la fuerza. 

El verdadero Fred Rogers, fue un ministro presbiteriano que creía en el amor incondicional de Jesús y por ello lo consideraba su amigo, aquel que nunca falla y quien le daba el sustento de una fe tranquila, la cual siempre lo acompañó. Además, les pedía a las personas enfermas que oraran por él. No le temía a la muerte, la consideraba como un acto natural de la vida y sabía que los moribundos estaban más cerca de Dios que nosotros. 

Asimismo, se enojaba y canalizaba su rabia por medio de la natación, caminando y golpeando fuertemente las teclas de un piano. Él mismo afirmaba: “No hay una vida normal que esté libre de dolor”. Por eso este héroe sentía a veces la necesidad de gritar, gruñir y expresar todas las emociones que lo invadían interiormente. 

No todos los vecindarios son amables, afirmaba Rogers, pero si miras detenidamente también encontrarás belleza en cada uno de nosotros. Tenemos la capacidad de hacer que los lugares en donde vivimos sean un poco más agradables, simplemente si optamos por la valentía de ser nosotros mismos, convirtiendo nuestro dolor en un propósito y aprendiendo a amar como somos amados. 

Fred Rogers murió el 27 de febrero del 2003 a sus 74 años de un cáncer de estómago. Sus restos reposan en el Unity Cementery de Pittsburg, Pensilvania. Sus hijos James Byrd y John Frederick Rogers, son parte de su legado. Obtuvo un Premio Emmy como mejor performance individual en un programa musical o de variedades, al igual que la distinción del Library of Congress Living Legend, el Premio Peabody y la Medalla Presidencial de la Libertad. En este año 2020, Mr. Rogers no sólo resucita, sino que se vuelve inmortal a través de la genial interpretación del querido actor Tom Hanks. 

Sin querer demeritar la impresionante actuación de Joaquin Phoenix en la película “El Guasón” (https://www.kienyke.com/historias/el-guason-un-simbolo-de-la-nueva-locura-social), para mí el verdadero ganador en la categoría Mejor Actor en los Premios Oscar, sería sin duda, Tom Hanks.

De igual forma, la Academia de cine de Hollywood debió considerar el filme “Un buen día en el vecindario”, como una de las nominadas en la categoría de mejor película (insisto en que debió además ser la ganadora), pues ante las descontroladas crisis existenciales, esta obra cinematográfica abre una puerta a la esperanza tan necesaria para un mundo alejado de la bondad, el amor, la fe y el optimismo, elementos esenciales en la sobrevivencia de nuestra especie. (https://www.kienyke.com/historias/el-optimismo-un-antivirus-para-las-crisis-del-mundo).

Aún no nos hemos dado cuenta de que no todo se puede explicar a través de las matemáticas o de la objetivad fenomenológica. Es necesario desarrollar una fuerza interior basada en valores humanos de aceptación y respeto por las diferentes creencias. 

El sentido más sano de la vida humana es la búsqueda de la bondad en cada uno de nosotros, quienes a pesar de nuestra aparente oscuridad y fragilidad en la que vivimos, somos esencialmente eternos y poderosos en nuestro interior, al estar conectados al espíritu de nuestro Poder Superior quien respeta de forma amorosa la libertad de nuestra conciencia individual. 

Por: Armando Martí 

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