Reflexiones desde casa

Hoy escribo de una manera diferente, desde un lugar distinto, completando el cuarto día de aislamiento social preventivo en casa, el segundo del Simulacro vital y ad portas del aislamiento preventivo obligatorio, ordenado por el Gobierno Nacional en las últimas horas, en el cual permanecerá todo el país desde el próximo martes 24 de marzo hasta el día 13 de abril. Escenarios estos, que sin lugar a dudas, aportarán para prepararnos lo mejor posible ante las circunstancias venideras, aprender a actuar en medio de la crisis y evaluarnos como sociedad. 

Estamos atravesando una época difícil, de enorme preocupación ante las pérdidas humanas y económicas alrededor del planeta. Hemos implementado un nuevo lenguaje, hablamos de muertes diarias con un dejo de indiferencia, no percatándonos que son miles de vidas y de familias las que están detrás de las estadísticas. En países como Italia y España se ha llegado a alcanzar cifras alarmantes, aumentado en más del 30% los niveles de mortalidad, escenificándose entre 200 y 600 muertes al día, y multiplicándose por diez el número de casos de personas contagiadas en lo últimos siete días por el COVID-19.

Francia e Italia han tenido que desempolvar y aplicar la llamada “medicina de guerra”, decisión a través de la cual los médicos deben enfrentarse a un dilema ético y moral, disponiendo a que paciente dispensarle servicios médicos de mayor complejidad; ello dependiendo de la persona que desde la perspectiva clínica, evidencia las mayores probabilidades de recuperación, y por tanto, mayor opción para sobrevivir. En otras palabras, en algunos hospitales de Europa se está disponiendo quien tiene la posibilidad de vivir y quién no. 

Son estos, extremos a los que no queremos llegar y no vamos a llegar de tomarse las medidas necesarias en el tiempo correcto. Casos como los de Italia, España e Inglaterra fallaron al subestimar la pandemia, los gobiernos permanecieron inermes ante la crisis y las medidas faltaron a la rigurosidad que la situación reclamaba, obteniendo como resultado el colapso de sus sistemas de salud. En este sentido, diferentes estudios muestran como la proyección de la curva de camas ocupadas por habitantes se hace cada vez más plana al tomar medidas drásticas como el aislamiento preventivo obligatorio, la cuarentena doméstica y el distanciamiento social de mayores de 70 años; medidas estas que de no adoptarse, conducirían a picos muy altos, como se ha evidenciado en Europa. 

Confío que en nuestro país estamos tomando las decisiones correctas, identificando, aislando y tratando a tiempo los casos positivos de contagio en el territorio. Sin embargo, esta crisis se supera no sólo con las medidas adoptadas por nuestros gobernantes, pues se requiere de un cambio de mentalidad y de conciencia, de un gran espíritu solidario, de una actitud de comprensión y de empatía con el otro, de realizar una evaluación juiciosa y a fondo de nuestra escala de valores para enfrentar con altura estas circunstancias y así, comprometernos desde el escenario en que a cada uno le corresponda. Quizás ahora entendamos mejor el valor de la familia y de la comunidad, de lo que significa la primacía del bienestar general, del rol que cumplimos como ciudadanos, como vecinos, como hijos, como hermanos, y por supuesto como líderes políticos.

Esta situación nos demostrará también que la “cuarentena vitalicia de la contaminación” no es una alternativa, que más allá de lo que dure la pandemia y las medidas que para evitar su propagación se tomen, las cuales obviamente por restricciones de actividades como movilidad y pausa de actividades industriales, han generado un impacto positivo en la calidad del aire, lo que realmente debe generarse es un firme compromiso por parte de todos los actores sociales para contribuir a combatir problemáticas de la magnitud del cambio climático. Tendremos que aprender a anteponer la vida y la salud de las personas a los intereses individuales y económicos, a corto, mediano y largo plazo. 

Tras los efectos del Coronavirus, países como China ha disminuido el 25% de sus emisiones contaminantes, y el consumo de carbón en sus centrales eléctricas ha bajado en un 36%, según la NASA. Me preguntó, con la esperanza de una respuesta negativa, si estamos esperando solamente a que pase esta crisis para volver a “la normalidad”, esto es, a continuar siendo seres indolentes e irresponsables con nuestro planeta sin preocuparnos por cual será nuestro destino cuando se extinga el oxígeno, ¿a dónde vamos a ir?

Tengo la plena esperanza en que la sociedad de nuestro país en general, y la de nuestra ciudad capital en particular, que saldrá de sus casas luego de que expire el término de aislamiento, no será la misma que entró en éstas este 20 de marzo, como consecuencia del extremo dado por la presencia de un monstruo invisible que nos ha llevado a un punto en el que ni las pasadas, ni las presentes generaciones habíamos estado antes. Estoy segura que valoraremos más el verde de los parques, las caminatas al aire libre, los abrazos entre amigos, el beso de papá, las comidas en familia, el saludo al vecino y la ayuda al prójimo. No me cabe la menor duda que nos reinventaremos como sociedad y entenderemos que la única forma de salir adelante es trabajando con fe, juntos y unidos.

Concejal Gloria Díaz Martínez 
Partido Conservador Colombiano.
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Web: gloriadiaz.co

 

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