Se acaba el año y se sigue pensando en qué va a pasar con los acuerdos de paz. Unos creen que se van a caer solos, otros consideran que se deben cambiar las normas de juego para poder empezar lo pactado. Lo cierto es que la paz se necesita, pero esta paz dejó de ser el tema central porque el país se encontró con la corrupción que se deriva de tan anhelado fin.
Como en un concierto o como cuando se va a correr una maratón, la ansiedad aparece y dan muchas ganas de ir al baño. Hay que esperar y ser paciente debido a las largas filas. En el Congreso sucede algo parecido.
Las curules especiales de la paz, que se deberían otorgar según el acuerdo, son como letrinas que están siempre ocupadas. Existen políticos con un peso que les impide ceder el puesto o salir de ahí. Aunque hay personas que ven inútil tener que ir a hacer sus necesidades en un lugar público porque sienten que se van a perder el concierto o van a llegar tarde a la carrera. El tiempo no se puede perder en algo que les genere miedo.
Otorgar 16 curules es como colar a un desconocido en la fila. Una fila incomoda, implacable con los que la hacen. El análisis de los votos que llegaron hasta el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, dio la sospecha en el Congreso de ver si realmente es válido aprobar este proyecto que terminó archivado.
Por ahora las garantías de lo que se pactó no están claras. El país merece acciones que respondan a las inquietudes legislativas que obstaculizan el proceso. Lo que hay que esperar por la ansiedad de los políticos, es peor a la de un concierto o una carrera.
Si lo colocamos en términos de letrinas, estarían inútiles, inservibles y atascadas. A este ritmo, el 2018 nos recibirá para seguir esperando lo que dictan los votos y la justicia. Es ver en donde se va a descargar esta iniciativa para que finalmente sea aprobada o aplazada.
