Dentro de la celebración del cumpleaños de las Farc

Sáb, 03/06/2017 - 05:21
En Bogotá varios de los miembros del secretariado de la guerrilla se reunieron para festejar los 53 años del comienzo del levantamiento armado. 

 Dos camioneta
En Bogotá varios de los miembros del secretariado de la guerrilla se reunieron para festejar los 53 años del comienzo del levantamiento armado.   Dos camionetas blindadas se estacionan en la entrada y ocasionan que el trancón que ya es costumbre en el centro de la ciudad se haga más insoportable. No hay uniformes, ni logotipos, ni emblemas. Un grupo de gente dialoga tras una puerta improvisada que no parece ser el ingreso de un hotel y dos hombres morenos altos y fornidos vigilan con la mirada atenta cualquier movimiento cercano. Solo pueden ingresar quienes tengan algún tipo de credencial que no logro detallar, además de los medios de comunicación. Dos filtros. Una chica rubia, de baja estatura, con ropa negra y un audífono con el que parece comunicarse con los demás guardaespaldas revisa mi morral sin perderse ningún objeto del equipaje. Luego me hace pasar con otro de sus compañeros para una requisa exhaustiva. Adentro, hay una tarima con luces, un gigantesco cuadro en el que se alude a los 53 años de la lucha armada y la creación de las Farc- EP y cientos de personas vistiendo camisetas con el rostro de Alfonso Cano o Raúl Reyes. Recientemente el Acuerdo de Paz atravesó un difícil momento por cuenta de la decisión de la Corte Constitucional sobre el Fast Track, que cambió algunas cosas con respecto a la aprobación en el Congreso de la República de los puntos finales de lo pactado con las Farc. Ahora los congresistas no necesitan el aval del Gobierno para proponer modificaciones específicas, cosa que antes era imprescindible, pero eso solo podrá hacerse en lo que falta del documento. Ese giro por su puesto retrasó el cronograma original. En el Acuerdo Final se estableció que para el día D+180 las Farc debían haber entregado todas las armas a la ONU y las zonas veredales dejarían de tener su diferenciación jurídica. Los guerrilleros ya actuarían en la legalidad, cobijados bajo la amnistía y retornarían a la vida civil para adherirse a la Justicia Especial para la Paz y empezar a confesar los crímenes. Ahora se habla de 20 días más de prórroga para finiquitar la entrega total de las armas y de 60 días más de vida jurídica en las ZVTN. En esa confusa situación a Bogotá llegaron 6 de los más importantes miembros del comando central de las Farc. Aquellos que otrora eran buscados con avidez por la Fuerza Pública, bombardeados en sus campamentos y por cuyas cabezas pagaban cifras irreales, son protegidos por escoltas de la Policía Nacional y se dan el gusto de caminar tranquilos por el centro de la capital del país, a pocas cuadras del Palacio de Nariño. Toda una vida intentaron hacerse con el poder y llegar a como de lugar a la oficina presidencial. Pusieron bombas, como la que le instalaron al exministro Fernando Londoño en su camioneta en el 2012, o inclusive, la que hicieron explotar frente a Caracol Radio en el 2010. No lo consiguieron, ni tampoco lograron acabarlos las fuerzas militares. Y hoy prefieren atacar a través de los micrófonos que con el impulso contundente de las balas y las esquirlas. En el lugar hay medios de China, España y varios nacionales. Esperan con el foco de las cámaras ya listo a que los guerrilleros lleguen para hacer las declaraciones y dar noticias. De repente aparece Luciano Marin Arango, Iván Márquez. Tuvo suerte. Es uno de los que pudo llegar vivo hasta este punto de la historia del país. Varios de sus colegas fueron dados de baja en operaciones del Ejército y la Fuerza Aérea y los Estados Unidos llegaron a ofrecer hasta 5 millones de dólares a quien diera información para su captura. Ahora la prensa le da más páginas que a cualquier parlamentario o alcalde. Detrás de él camina con su bufanda sobre los hombros, Seusis Pausias Hernández o Jesús Santrich, el guerrillero que medio país creía ciego por sus gafas siempre oscuras y el bastón en una de sus manos. Su voz es ronca, su pelo gris y pocos saben cuál es el color de sus ojos. La gente presente los recibe con euforia. Corren personas a fotografiarse con ellos. Hay muchos jóvenes, inclusive niños que esperan impacientes a que su mamá o su papá haga el clic en el celular. Un adulto llega corriendo y grita “Iván”, y el guerrillero se da la vuelta y lo abraza fuerte. Da la impresión de que no se ven hace años y parecen buenos amigos. Márquez le da dos golpes con la palma en la espalda y lo vuelve a abrazar. La gente los mira con los ojos nostálgicos. Ya arribaron los demás. Félix Antonio Muñoz, Pastor Alape, Luis Alberto Albán, Marcos Calarcá, Ricardo Téllez, Rodrigo Granda, y Jesús Emilio Carvajalino, Andrés París. Todos juntos en un mismo salón. Miles de millones de dólares se hubiesen gastado en armamento, transporte, logística y raciones para desaparecer a estos 6 personajes. Pero eso ya es cosa del pasado, por lo menos por ahora. Sobre una mesa hay pastel de cumpleaños con el rostro de Manuel Marulanda, Tirofijo, quien durante años puso en jaque al Gobierno y ridiculizó a uno que otro presidente. En el otro extremo del salón, meseros reparten Whiskey Buchanas, empanadas y pinchos mientras que obedientes, los invitados hacen la fila y reclaman la comida. Comienza la rueda de prensa, pero antes de hablar suena el himno de las Farc. Hay cerca de 300 personas en el lugar y se escucha una sola voz. Cuando acaba la canción, alguien suelta un cántico al que todos, incluyendo las mujeres ancianas, responden con firmeza. “Y sepan que solo muero si ustedes van aflojando, porque el que murió peleando vive en cada compañero”, y uno más. “Vivan las Farc-EP. Vivan, vivan, vivan”, gritan como si no hubiera paredes. Los guerrilleros ya no tienen camuflados, ni botas de caucho, mucho menos un fusil cruzado. Ahora visten elegantes trajes, parecen políticos, son políticos, serán políticos. En medio de la rueda de prensa, una mujer amamanta a su bebé. Son milicianos y seguidores de la guerrilla. De pronto, Márquez expresa: “Defenderemos los acuerdos de quienes quieren hacerlo trizas”. Refiriéndose al férreo opositor al que ellos quisieron hacer trizas también, pero fallaron en el intento. Los guerrilleros se notan preocupados por la decisión de la Corte, pero aseguran que tienen confianza en el proceso y dicen que todo marcha bien. Comienza la fiesta. Esos 6 hombres que antes tenían que subir y bajar las montañas del país en moto, o burro, o a pie, para esconderse de los aviones y los helicópteros que no paraban de presionarlos, dejan el lugar y se suben a camionetas blindadas financiadas por el Gobierno en el centro de poder del país. Los demás se quedan y al ritmo de salsa bailan en grupo. Un joven que luce una camiseta negra con un logo pro Farc, orgulloso alardea frente a sus amigos del número que una de las chicas en el otro extremo de la sala le acaba de guardar en su teléfono. No paran las copas de llenarse con whiskey, la orquesta toca y luces de todos los colores tratan de darle al escenario un aspecto de discoteca. Los hombres y mujeres de seguridad persiguen a cada persona con sus miradas y se mantienen sigilosos. Hay un hombre que viste como Santrich. Se impuso una moda, la mayoría lucen gorros como el del Ché, y todos tienen barba, incluso quienes no tienen, intentan tener. Una mujer mayor tiene en su brazo izquierdo una venda blanca y no imagino cómo pudo causarse esa herida. Quizá un hostigamiento. Es una fiesta de las Farc en Bogotá. Lo que hace un par de años atrás era impensable, ahora es una evidente realidad. Es una fiesta de las Farc con niños y bebés y también la celebran alrededor de 7.000 personas en las zonas veredales. Finalmente, Santrich dice que lo que celebran es que “hace 53 años decidieron levantarse en armas y hoy las dejan para enfrentar el problema de otra forma”. Hace falta ver qué ocurre en un año. Si habrá una nueva fiesta para celebrar los 54 años de creación de la guerilla más grande del país, o no.  
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