Aún con el guayabo propio del final de los grandes eventos deportivos, La Vuelta a España que coronó rey a Nairo sigue dejando reflexiones. Una de ellas, quizá la más importante, es que el ciclismo, más allá de ser uno de los deportes más duros del mundo es un poema a la bandera de Colombia.
Y lo fue desde la época en la que del otro lado del Atlántico llegaban rumores de dioses: seres celestiales mitad músculo, mitad acero que cabalgaban en su propio olimpo y conquistaban, pedaleando, las montañas.
Un amor, que como casi todos los que tenemos, importamos desde Europa, pero que hicimos tan nuestro como si hubiera sido parido en las entrañas de esta tierra.
Un poema desde la época en que La Vuelta a Colombia fue la mejor clase de geografía. La que de verdad nos hizo conocer el país sin verlo, gracias a las gargantas benditas de aquellos que nos pintaban la carrera y el paisaje
Un poema con cóndores y condoritos, con Boteros pintando arcoíris; con sus versos repletos de zipas y jardineritos; lleno de proesas con negros, cochises y chavitos.
Un poema lleno de contrastes, como la historia de este país. Y es que así como aprendimos que puede haber amor en los tiempos del cólera, comprendimos también que hay lágrimas dulces, como aquellas que derramamos con Parra y Herrera en la década de los ochenta.
Mientras al país lo golpeaba la guerra en la cara, los escarabajos nos daban esas pequeñas dosis de alegría que por un momento nos hacían creer que el bien sí germina acá
La cara de la patria estaba llena de sangre, comprendíamos las palabras del que murió en la cruz, porque sentíamos que el padre también nos había abandonado en nuestro propio calvario.
La imagen de Lucho Herrera con el rostro roto pero la mirada más desafiante que nunca, fue entonces la mejor metáfora de un país que a pesar de tantos golpes nunca dejó de pedalear hacia adelante.
Si escucha con cuidado notará que cada pedalazo, de los ciclistas de élite o del obrero que va camino a su trabajo, es un acorde vallenato, bambuquero o carranguero.
Si mira con cuidado podrá ver que cuando el paisaje se empina y un colombiano se para en su bicicleta da inicio al más hermoso baile inspirado en las cumbias, los bundes y los bullerengues de este país
El título de Nairo, el pódium de Chaves y la lucha de Atapuma son las más recientes estrofas de un poema que hace décadas viene escribiéndose en las montañas del mundo.
Ese que rima con la historia de un país que es capaz de hacer retumbar su himno en Cibeles, diciéndole a la diosa que nuestra fe ya no está puesta en titanes extraños, sino en héroes campesinos, que le cantan y le cuentan al mundo la verdadera Colombia
