La pasada campaña presidencial puso en la mira de todos a una comunidad vital para nuestra existencia que suele pasar desapercibida: Las abejas. Pese a que fueron caricaturizadas de mil formas, a favor de un candidato y en contra de otro, existen características de ellas, de su forma de vivir, de sus tecnologías e inteligencia para garantizar su supervivencia, que nos deja grandes enseñanzas para los que queramos y sepamos contemplar.
De las abejas se cuentan mil cosas. Y aunque muchos lo único que conocen de ellas es el hecho de que ‘pican muy duro’, si nos detuviéramos por un momento a hacer un ejercicio de biomímesis, intuiríamos cosas mucho más relevantes: por ejemplo, cómo es su modelo organizativo, en qué se sustenta el trabajo colaborativo que realizan, cuál es su manera de afrontar las diversas situaciones que se les presentan (resiliencia), y que ponen en riesgo su estructura, digamos, ‘familiar’.
Tener una respuesta a las anteriores preguntas nos permitiría desarrollar ejercicios de innovación interesantes, cuyo resultado sea una solución aplicada a diversos sectores de la economía. Porque pensemos una cosa, si en otros países el ‘modus operandi’ de las abejas es un referente para desarrollar su arquitectura o aeronáutica, para hacer medicinas e insumos cosméticos, o para la educación ¿Qué pasa con nosotros?
Es por esto que hoy traigo a colación un amplio listado de aprendizajes derivados del comportamiento de las ancestrales y endémicas abejas meliponias colombianas, que publicó mi amigo Carlos Rojas, experto arquitecto bioconstructor, con quien desde hace algunos años compartimos la visión de un nuevo tiempo para el país desde una economía viva y un sistema de cultura Bioriginal.
Quiero introducir su texto y concluirlo, haciendo énfasis sobre todo en la acción de la Biomímesis, es decir, en la capacidad de ‘emular a las abejas’ y en general a la naturaleza, para que esta sea considerada por nosotros los humanos como una gran lección aplicable. Grandes personajes como Da Vinci han logrado llevar el poderoso diseño de la naturaleza al arte, la ciencia y la tecnología. Hoy, seguro es pertinente llevarlo a la política, la economía y la sociedad.
Más allá de la reciente campaña presidencial, en donde las abejas aparecieron como protagonistas de una narrativa inorgánica, lo que sí es cierto, es que tanto ellas como toda la naturaleza son maestras milenarias que si contemplamos con sabiduría, nos permitirán equilibrar nuestra vida en este planeta. Aquí el interesante listado de Carlos, al que denominó ‘La revolución pacífica de las abejas’.
La revolución pacífica de las abejas
Las originarias meliponas aportan información vital al enjambre verde y progresista.
El arte de ponerse abeja. Un listado de aprendizajes derivados del comportamiento de las ancestrales abejas meliponas colombianas.
Las abejas tienen como lugar más protegido de su colmena el panal de recién nacidos, su ‘kínder-Garden’. Los seres humanos estamos empezando a entender que un ser humano, su seguridad y sus traumas más permanentes se forman en su primera infancia. Es cosa de gente muy abeja entender que la prioridad para la preservación de la vida es el cuidado de los niños, la primera infancia, la nutrición infantil, el amor y la seguridad que brinda un cuidado consciente y colectivo. La prioridad para la especie es la buena crianza.
Las abejas crean barreras naturales anti-bacteriales, propóleos con ceras de plantas como el eucalipto para construir sus hogares. Los seres humanos estamos empezando a limpiarnos de materiales letales como el asbesto, que engañados usamos para construir peligrosos hogares y todavía nos hace falta deshacernos de un centenar de moléculas sintéticas, formaldehídos y contaminantes que erróneamente ponemos a nuestro alrededor siendo ignorantes de sus efectos perjudiciales.
Algunos humanos muy abejas están utilizando bioconstrucción y arquitecturas ecológicas, recuperando las tierras crudas y las maderas naturales para construir hogares con un entorno químicamente limpio y civilizado.
Las abejas vuelan cada día alrededor de 2 kilómetros desde su panal para traer polen de las flores a su hogar. Los humanos apenas caímos en cuenta del error de construir toda una civilización alrededor del automóvil. Así contaminamos el aire, cedimos el espacio vivo a las máquinas y generamos una economía dependiente del petróleo, que es insostenible, causando de paso inequidad y enormes guerras. Algunos humanos que son súper-abejas usan la bicicleta, encontrando una solución para volar dos kilómetros alrededor de sus colmenas cada día, tal y como lo enseña la madre naturaleza.
Las abejas son tan unidas que quizá el animal no sea la abeja sino la colmena, y las abejas realmente sean células voladoras organizadas alrededor de una sofisticada inteligencia colectiva. Los seres humanos nos polarizamos y peleamos entre nosotros como forma de autogobierno.
Sin embargo, algunos un poco más abejas están aprendiendo a cosechar inteligencia colectiva usando tecnologías sociales para dialogar, logrando escuchar a todos y poniendo las mejores ideas del debate al servicio común sin importar su procedencia: sociocracia, ‘art of hosting’ y otras formas de cibernética social están siendo transmitidas por abejas mensajeras para crear renovadas colmenas autogobernadas que cultivan paz.
Las abejas hacen sus casas en árboles y cuevas localizados en intersecciones de las redes energéticas de la corteza terrestre pues saben leer el trazado electromagnético del planeta y usarlo para orientarse. Las abejas interactúan con los mapas energéticos del planeta.
Los seres humanos estamos apenas aprendiendo a vernos y sentirnos como seres planetarios, todavía nos narramos de forma limitada como gentes de un país o de un partido político. Estamos apenas poniéndonos abejas para entender que somos esencialmente una misma especie en una gran colmena, que valga la cuña, esta en inminente riesgo de supervivencia.
Las abejas no agotan las plantas de las cuales derivan su alimento, al contrario, las polinizan, ayudándoles a reproducirse. El ser humano moderno destruye suelo y especies para generar alimento. Sin embargo, algunos humanos mas abejas están promoviendo el paso de la agricultura química de grandes monocultivos a la agricultura orgánica de policultivos biodiversos, que sabe imitar y preservar el orden y balance natural.
Las abejas permiten mediante su polinización que los frutales prosperen y los animales que se alimentan de frutas obtengan alimento. El ser humano suele ocuparse de crear alimento para su propia especie sin cuidar el efecto en las demás especies.
Sin embargo, algunos se han puesto mucho mas abejas y están aprendiendo a crear oficios que no destruyen sino regeneran el planeta, ayudando con sus acciones a preservar la biodiversidad: bio-constructores, permacultores, agricultores orgánicos, educadores holísticos, médicos biológicos, bio-tecnólogos éticos, innovadores eco y agro-turísticos, abogados defensores de los derechos de las entidades naturales, defensores de derechos humanos y de comunidades ancestrales son ejemplos muy abejones.
Las abejas danzan para comunicarse. Los humanos olvidamos la danza en comunidad, la cual fue durante miles de años el corazón de nuestra comunicación, un increíble escenario de cultivo de relaciones intrapersonales, interpersonales y transpersonales.
La danza es el lenguaje que sabe hablar con el mundo natural pues activa la memoria antigua de la evolución animal en nuestro cuerpo, el lenguaje corporal, sabemos, aún tiene mayor efecto en nosotros mismos que el mismo lenguaje verbal.
Algunos humanos muy abejas están recuperando todas las artes vivas y entre ellas las danzas ancestrales, tradicionales y circulares, volviendo a sentir el abrazador calor de la colmena original y restableciendo con ellas el increíble conocimiento no verbal de las comunidades.
Las abejas agitan sus alas para producir calor durante el invierno, sosteniendo así su panal con una temperatura apta para la vida, rotándose cuando se cansan. Los líderes humanos tradicionales se aferran al poder, lo convierten en una lucha, sufren por ello.
Algunos líderes muy abejorros saben descansar, rotar su rol y empoderar a otros en el proceso como signo de un liderazgo mucho más solidario y compartido, entienden que el nuevo gran líder no es una persona ni un caudillo, sino una forma de ser en comunidad y una forma de cosechar pensamiento colectivo.
Las abejas nativas del territorio Colombiano son pacíficas y resilientes. Los humanos hemos invadido territorios de seres menos agresivos y en nuestra invasión trajimos a América la abeja italiana-africanizada ocupando el territorio de las mansas meliponas.
Sin embargo, las meliponas no murieron, siguen vivas, haciendo lo suyo, sin pelear, sin quejarse, hacer daño ni amenazar a nadie. Ellas producen discretamente una miel de calidad superior que la producida por cualquier abeja importada y aún son libres.
Algunos humanos muy abejas han entendido que la agresividad genera mas agresividad y que lo importante en un ecosistema no es vencer, someter, imponerse o ganar, sino preservar la vida de la especie y del ecosistema mismo adaptándose de forma inteligente y creativa a las amenazas. El humano abejo-nativo es pacífico, creativo y adaptativo.
Las abejas meliponas no tienen aguijón. Las abejas nativas no pican ni dan su vida agrediendo. La característica que logra mantener la vida de su comunidad no es la agresividad sino la adaptación, y viven en una gran diversidad de entornos.
Los seres humanos creemos que la agresividad nos protege y creamos armaduras internas cerrando nuestra mente a nuevas ideas que estimamos peligrosas, negándonos a escuchar al otro. Exteriormente cerramos fronteras, creamos armas y montamos ejércitos.
A nivel personal y a nivel político actuamos con agresividad y prevención a causa del miedo. Algunos humanos muy abejas están entendiendo que la agresividad proviene del miedo, la rabia, la culpa y están trabajando en la sanación profunda de estas y otras emociones humanas destructivas, cultivando el amor y la conversión del resentimiento en acciones constructivas y poderosas.
Esta estrategia puede generar una paz profunda capaz de transformar el entorno psicológico de las futuras generaciones, haciéndonos mucho más fuertes, ya que toda fortaleza de fondo es una virtud enraizada en la dimensión emocional.
Así que ¡pongámonos abejas! Porque en el país con más biodiversidad por metro cuadrado del planeta lo lógico es que sea el momento para que nuestra biodiversidad nos conduzca a transformar la historia.
@guzmanbogota